Política

Vivienda

Los vecinos de Madrid divididos entre narcopisos y viviendas turísticas

Su proliferación en la zona Centro produce recelo entre sus habitantes. «Los turistas por lo menos no traen delincuencia», dicen los afectados.

Uno de los vendedores de droga sale de un narcopiso en una de las calles del barrio de Lavapiés. Foto: Jesús G. Feria
Uno de los vendedores de droga sale de un narcopiso en una de las calles del barrio de Lavapiés. Foto: Jesús G. Ferialarazon

Su proliferación en la zona Centro produce recelo entre sus habitantes. «Los turistas por lo menos no traen delincuencia», dicen los afectados.

La guerra de Carmena contra los pisos turísticos en la capital, a la que acaba de poner coto la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, tiene su apogeo en el distrito Centro. El equipo de Ahora Madrid ha impulsado todo tipo de iniciativas y normas para impedir el alquiler vacacional especialmente en los barrios centrales de la capital justificando la supuesta saturación de turistas y el rechazo de los vecinos, puesto que hay varias asociaciones en contra de los pisos turísticos. Sin embargo, los propietarios y gestores de este tipo de viviendas aseguran que no todos los habitantes del Centro están en contra de los alquileres vacaciones. Es más, especialmente en el barrio de Lavapiés muchos vecinos prefieren que lleguen turistas pacíficos a que los pisos vacíos se conviertan en centros de la droga okupados.

«Uno de los pisos que alquilamos está en Tirso de Molina y sospechamos que hay un narcopiso en una planta porque una vez tuvimos que despertar a un toxicómano dormido en la puerta para que entrasen unos huéspedes», explica Noelia, que cuenta que en esa comunidad los vecinos están divididos. «Nunca ha habido quejas por los alquileres e, incluso nos dicen que ni se les nota, pero hay un propietario que dice que, aún así, no nos quiere allí». Así lo confirma Maribel, que trabaja como portera en uno de los edificios de la Plaza de Tirso de Molina y vive en Lavapiés. «Los vecinos del edificio en el que trabajo no quieren pisos turísticos, les preocupa el traqueteo de las maletas y el alboroto, aunque tampoco queremos narcopisos, el barrio estaba mejorando mucho y no queremos volver hacia atrás», sostiene.

Igualmente, Cristina, vecina de la calle Dos Hermanas, valora que «naturalmente todo el mundo prefiere un piso turístico a los narcopisos, pero tampoco creo que las viviendas para turistas beneficien al barrio, sólo hacen que suba el alquiler y que la gente que siempre ha vivido aquí tenga que dejar de hacerlo».

En cambio, la experiencia de Miriam es totalmente contraria. Solía alquilar su piso de manera convencional hasta que el último inquilino se marchó sin pagar, sin avisar y dejándole la vivienda destrozada. «Al principio los vecinos lo rechazaban pero después me han felicitado e, incluso, me han pedido que gestione algún piso, precisamente porque han tenido conflictos con los alquileres tradicionales», cuenta, y detalla que muchos huéspedes le han comentado que se asustan cuando se acercan a determinadas calles de Lavapiés. «En la calle Oso hay un par de narcopisos y una vecina me ha preguntado por los pisos turísticos, porque los prefieren a los de tráfico de drogas», asegura.

Y no sólo se trata de los nichos de toxicómanos, sino también de otros fenómenos como el de los pisos-patera, que sufrió Eloísa en uno de los inmuebles donde gestiona el alquiler vacacional. «Olía a orines y cuando lograron terminar con el contrato del inquilino de alquiler tradicional sacaron once colchones de un piso donde había sólo un baño», relata, y recuerda el caso de otra vivienda en la calle Valencia en la cual la Policía les pidió poder entrar para vigilar el narcopiso que había justo enfrente.

Para Sagrario, vecina desde hace quince años de la calle Zurita está claro: «Con un narcopiso en tu bloque no se puede vivir, a veces nos sentimos inseguros, los pisos turísticos no traen delincuencia al barrio». De igual forma piensa Luis, vecino de la calle Salitre, que apunta a que «los narcopisos no traen nada bueno, si se siguen extendiendo no se cómo va a acabar el barrio, los pisos turísticos no hacen daño a nadie, solo hay que tener cuidado a quién se lo alquilas».

Y es que frente a la inseguridad de dejar la vivienda vacía y la desprotección ante los impagos de los alquileres tradicionales, cada vez más propietarios de pisos en Lavapiés ven con menos recelo el alquiler vacacional. «Era un barrio que parecía que se estaba recuperando y ahora se ha vuelto a degradar y los vecinos prefieren a los turistas a los traficantes de drogas», asevera Enrique que, además, defiende que no es cierto que los pisos turísticos fomenten la saturación de visitantes en el centro de la ciudad, puesto que entre sus huéspedes hay todo tipo de circunstancias. «Alquilo a personas que viene a hacer gestiones, a hacerse pruebas médicas, estudiar una oposición, para estancias cortas, no para recorrer la ciudad», insiste.

Lo mismo relata Alberto que, pese a que las viviendas que gestiona no están en una zona conflictiva, sí ha atendido los comentarios al respecto de Lavapiés de huéspedes que se han sentido inseguros al pasear por allí. «Hasta ahora no he tenido ningún problema porque no sólo vienen turistas, y si vienen lo hacen para conocer la ciudad no para montar fiestas como en Magaluf, sino también por motivos laborales o para acudir a conciertos o al teatro», señala. Desde su punto de vista, Madrid al igual que Lisboa, se están consolidando como paradas imprescindibles dentro del circuito de ciudades europeas. «Vienen porque se come bien, por la Historia y por la cultura, en pareja o con la familia», detalla, y considera que muchos de los propietarios prefieren a este tipo de turistas «que estudiantes de Erasmus que pasan un año organizando fiestas cada fin de semana».

Además, en el caso de los comerciantes, la respuesta es sencilla. «Los turistas traen beneficios a los locales y este es un barrio turístico. Para los negocios está bien», señala José, camarero del bar El Chiscón en la calle Lavapiés. Muy cerca, en el bar El Económico insisten en que «los turistas se gastan el dinero en el barrio, la gente de los narcopisos no, y, además, alejan a los viajeros».