Política

Madrid Central

Madrid Central impone su frontera

El primer día de multas en el área restringida transcurre tranquilo. Los agentes perciben menos tráfico dentro del perímetro, pero en las calles límite la afluencia se incrementó.

Taxis, VTC y el transporte público son los únicos que circulan por la Gran Vía, aunque siempre hay algún ciudadano despistado que pregunta a la Policía. Foto: Connie G. Santos
Taxis, VTC y el transporte público son los únicos que circulan por la Gran Vía, aunque siempre hay algún ciudadano despistado que pregunta a la Policía. Foto: Connie G. Santoslarazon

El primer día de multas en el área restringida transcurre tranquilo. Los agentes perciben menos tráfico dentro del perímetro, pero en las calles límite la afluencia se incrementó.

9:00 horas. Calle Fuencarral. Turistas cargados con maletas invaden la calzada de camino al metro de Tribunal. No se fijan en los semáforos. Parece que no son necesarios porque no se acerca ningún vehículo. Un poco más arriba, hacia el metro de Bilbao, asoma el morro un taxi, le sigue una furgoneta de reparto. Y para de contar. Es cierto que es temprano, y sábado. También es el primer día que las 115 cámaras que delimitan el perímetro de Madrid Central (MC) se activan y «fichan» las matrículas de todos los coches que traspasan las líneas rojas.

«Pero, ¿puedo circular por Génova y seguir por Alberto Aguilera?», pregunta una conductora a dos agentes de movilidad que intentan descongestionar la rotonda de Alonso Martínez. A pesar de ser fin de semana, el tráfico no se ha rebajado en el eje de Bulevares, la frontera con las «calles prohibidas».

La bajada de ventanillas se sucede a medida que los dudosos se acercan a los agentes. No dan a basto. «Tengo etiqueta Cero, ¿puedo pasar?», consulta otro. Ahora se detiene un camión de reparto: «Tengo mercancía para la calle Piamonte, ¿me multarán si paso? No sé dónde dejar el coche si no». Y así transcurren las primeras horas de la mañana en la capital. Entre las dudas de los madrileños y de los que vienen de fuera a los que sólo los carteles de «Acceso restringido. Sólo vehículos autorizados» les supone suficiente alerta como para no plantearse traspasar las líneas.

Ayer era un día atípico en Madrid. No sólo porque a mediodía los termómetros marcaran 24 grados de temperatura sino porque parte del despliegue policial de la capital no tenía como destino el control de Madrid Central; estaban movilizados para las dos manifestaciones que se celebraron por la tarde: una independentista y la otra por la unidad de España. «A mí me han trasladado desde Moratalaz para reforzar el operativo de la manifestación, así que no te puedo decir si hay más o menos tráfico, aunque lo que sí es seguro es que hacia esta calle apenas giran coches». Este agente de Policía Municipal está situado en la entrada de la calle Argensola donde un gran letrero de MC, pintado en el suelo, desincentiva a cruzar.

Con la finalización del período de aviso, la medida estrella del Gobierno de Manuela Carmena ya funciona a pleno rendimiento, pues desde su entrada en vigor el 30 de noviembre sólo se han enviado cartas de aviso a los infractores. Eso sí, los anunciados paneles informativos que indicarían en las entradas el número de plazas de aparcamiento disponibles en los párquines públicos aún no están colocadas y es muy probable que no lleguen hasta mayo, coincidiendo con la obligatoriedad de llevar el distintivo ambiental de la Dirección General de Tráfico (DGT).

Los principales «agentes» de control son las 60 cámaras de entrada y las 55 de salida que discriminarán las matrículas que cuentan con autorización por ser residente, invitado, comerciante de la zona o si entra en alguna de las excepciones que ha ido marcando el Consistorio.

A lo largo de la mañana de ayer eran pocos los que se acercaban a un parquímetro a abonar su estancia en la zona centro. Con las aplicaciones, cada vez se utilizan menos. No ocurre lo mismo con los controladores del SER (Servicio de Estacionamiento Regulado). «Llevo toda la mañana resolviendo dudas», afirma una de sus trabajadoras. Su chaleco reflectante la ha convertido, sin quererlo, en una oficina de información. «Parezco el 010», añade con ironía. Le preguntan de todo: «Sobre todo tienen dudas sobre sus límites y si pueden o no pedir autorizaciones». Poco más les puede decir ella. «Nosotros sabemos lo mismo que el resto de ciudadanos. El control que hacemos de matrículas no está conectado con el de Madrid Central. Sólo identificamos si el vehículo tiene tique en vigor o es residente». La dejamos en la calle Zurbano –fuera de MC–, y no tarda en acercarse una pareja para preguntarle. Ella sonríe, responde con amabilidad.

Para seguir con la ruta, cogemos el coche –un híbrido con etiqueta ECO– que puede circular por las 472 hectáreas que conforman el área restringida. La calle San Bernardo, donde suele haber bastante tráfico, baja fluida hasta desembocar en Gran Vía. En la arteria central hay algo más de movimiento pero, sin duda, las amplias aceras le dan todo el protagonismo a los peatones y a las terrazas que, con una temperatura más habitual de mayo que de marzo, están repletas de madrileños y de turistas.

La medida no gusta a todos los madrileños por igual. «Cuantos menos coches y menos contaminación, mejor», afirma Sara, vecina del barrio de Letras. No piensan igual los comerciantes de la zona que creen que, con las restricciones de tráfico, las ventas seguirán cayendo. «Yo tengo una carnicería y desde noviembre notamos la reducción de clientes», asegura con indignación Mariluz.

Seguro que más de un despistado, como es el caso de José Ángel, recibe en un par de semanas la notificación de la multa de 90 euros. «Creía que al ser sábado hoy no multaban, ¿las sanciones no deberían empezar el lunes?». Veremos qué ocurre con el arranque de la semana.