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Nuevos enemigos

Actualmente, y así se refleja en el Código Penal, al Estado le preocupa poco el delincuente individualmente. Su poder de control, sobre las personas físicas que forman parte de su territorio, es total. Piensen en la candidad de bases informáticas de las que formamos parte, hemos sido despersonalizados en datos. Estamos «fichados». Este control desde un punto de vista policial facilita las cosas, la actividad delictiva individual es fácilmente detectable y hasta asumible, ningún delincuente individualmente considerado constituye una amenaza. El problema ha llegado desde otro frente: las organizaciones internacionales, personas jurídicas, algunas con más poder económico que los mismos Estados. Entes que operan de forma paraestatal, con control sobre todos sus integrantes y campos de actuación que pueden llegar a abarcar diferentes países, bancos, ONG, multinacionales... ¿cómo se limitan sus actuaciones? Piensen en estafas a gran escala, en blanqueo de capitales, en delitos contra la hacienda. Éstos son el verdadero enemigo del Estado moderno, son ellos quienes, con mayor poder económico, pueden llegar a controlar al propio Estado. Policialmente nos enfrentamos a megaestructuras con enorme poder, limitados por un exceso de garantías que pensaban en el delincuente individual. Penalmente, en España se ha dado el primer paso: la reforma del Código Penal concibe a las personas jurídicas capacidad para delinquir, les confiere facultad para cometer delitos y al Estado poder para perseguirlos. Pero este paso es aún insuficiente. Hemos cedido al poder estatal nuestra defensa ante ataques de un tercero y, de momento nos ha defraudado. Ha llegado un nuevo delincuente que vive a nuestro lado, del que nos llegan facturas que pagamos, que nos oprime y expulsa de nuestras viviendas... difícil solución por muchos parches que se pongan.
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