Política

Madrid Arena

Silencio en recuerdo de las víctimas del Arena

Silencio en recuerdo de las víctimas del Arena
Silencio en recuerdo de las víctimas del Arenalarazon

El frío no consiguió dejar a nadie en casa. Las ganas de recordar y homenajear como se merecían a Cristina, Rocío, Katia, Belén y Teresa en el lugar donde perdieron la vida pudieron con todo y, a las 23:00 horas de ayer, las puertas del Madrid Arena estaban llenas de veinteañeros, como hace un año, pero esta vez sin ganas de fiesta. Cinco grandes focos representaban a las jóvenes.

Los vasos del «botellón» y las ganas de bailar hasta la madrugada al tempo que marcara el «chinito» –como muchos llamaban al Dj Steve Aoki, el último artista que pisó el escenario del pabellón municipal– se cambiaron ayer por velas, flores, pancartas, fotos y un sentimiento demasiado duro para tragar con 20 años. Amigos, conocidos, asistentes a la macrofiesta que resultaron ilesos, vecinos, compañeros de clase y gente que no tenía nada que ver con ellas pero que se solidarizó con la tragedia estuvieron ayer de vigilia para clamar justicia. Ése era el lema de las camisetas que mandó imprimir Vero, la hermana de Cristina Arce, de quien surgió esta idea. Enseguida fue secundada por toda su gente de Alameda, a los que se unió el grupo de Daganzo, los amigos de Katia Esteban. Mandaron hacer 400 camisetas en varios pedidos que se acabaron en días.

A las 23:30 comenzaron a leer los manifiestos para, con ellos, romper un silencio casi sepulcral. Poco antes, los padres de Katia y Cristina se saludaban con un abrazo. Era la primera vez que pisaban la entrada del pabellón. Ante un simple «¿qué tal?», Ángel se limitaba a encogerse de hombros. Por su parte, Laura, amiga de Rocío, leyó una carta que tuvo que interrumpir por las lágrimas. «Siempre que voy a escribir me quedo en blanco. No soy capaz de hacerme a la idea de que te has ido. La vida te da cosas que luego te quita». La emoción no le permitió continuar y fueron los asistentes los que levantaron su ánimo con un «bravo Laura». «Volviendo al principio, no quiero ni puedo despedirme de ti», concluyó.

No faltó un recuerdo para Cristina, aficionada colchonera, a la que dedicaron el himno «nunca caminarás sólo». Por su parte, Tania, hermana de Katia, asistió a la vigilia viajando desde Granada y se encontraba cerca del atril donde se leyeron los diferentes discursos. La luz de las velas ambientaba el lugara para el recogimiento.

Aunque el acto fue promovido por los jóvenes, no quisieron faltar muchos adultos. Destacaban anoche, como es lógico, la madre y el padre de dos de ellas. Isabel de la Fuente, madre de Cristina, la única que ha querido hablar para los medios de comunicación y Ángel Esteban, padre de Katia, que el miércoles dejó que los amigos de su hija prepararan la gran pancarta que llevaban anoche en el garaje de su casa.

«La justicia tardía no es justicia. Aún nadie ha pagado por cinco homicidios. Justicia ya», clamó Isabel de la Fuente, madre de Cristina Arce. Isabel también criticó a Madridec y a Miguel Ángel Flores y aseguró que «alguien quiere hacernos creer que fue un accidente, y no lo fue».

La vigilia se alargó hasta las dos de la madrugada. Una media hora después, sobre las 2:30 horas, pero del 31 de octubre de 2012, miles de jóvenes entraban en masa hasta la pista central del pabellón después de que Santiago Rojo, número dos de Diviertt, y con el consentimiento de Paco del Amo (de Madridec) diera la orden para que el empleado de Seguriber Eladio Papuche abriera el portón de mercancías, según las declaraciones escuchadas hasta ahora en el Juzgado de Instrucción número 51. Había unas 17.000 personas.

Se formó un tapón cuyas consecuencias son de sobra conocidas. Ha pasado un año y ayer, toda esta gente, detrás de su pancarta, su vela, su mensaje, seguía sin recibir una explicación de cómo no hubo mayor control por parte de las administraciones para que una fiesta así no se realizase, de por qué había un médico de 80 años atendiendo a sus allegadas y, en definitiva, por qué Katia, Rocío, Belén, Cristina y Teresa no volvieron a casa aquella noche.