Sevilla

Cuando baja la Esperanza

La Razón
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Antes de que celebremos las Pascuas navideñas, los besamanos se suceden en las vísperas de las fiestas por diversos templos de Sevilla. Entre las imágenes de las hermandades que celebran triduos a sus dolorosas, encontramos a la Virgen de Loreto, de San Isidoro;, la de Guadalupe, de Las Aguas; o la Madre de los Desamparados ,de San Esteban. En estos días, por dos veces en el año, la ciudad se llena de esperanzas. En la festividad que nace de la Expectación, la ruta esperancista comienza, como la misma marcha, por las callejuelas que llegan hasta los ojos alfareros de la Virgen de la O. Por San Roque, arriba el corazón a las mismas plantas de la Virgen de Gracia y de Esperanza, muy cerca de donde dejara escrito el poeta que lloraba la cera «a compás». O por María Auxiliadora, para quedar asombrados ante la sencillez de la que es Madre de Dios Uno y Trino, Nuestra Señora de la Esperanza de la Trinidad. Como en una eterna madrugada, cuando los cuchillos del alba rasgan el velo aterciopelado de la noche, el alma queda dividida por amores en cada orilla del río; en Triana, por calles que navegan hasta la capilla de su Pureza y que quedarán anclados en la morenez de su rostro. Junto al Arco y la muralla, ante la cara de una Virgen que parece que dejara atrás su camarín para ser una muchacha más del barrio y confundirse entre nosotros. Uno piensa que, tras verla tan de cerca, todo puede ser posible en la tierra. La vida, entonces, no es sólo una semana. Porque en otras Pascuas, distinta a la florida de la Resurrección, la esperanza desciende con miles de promesas al dejar un beso de amor sobre las divinas manos de la Macarena.