Contenido patrocinado

Repsol

Arquitectura circular: hacia un modelo de vivienda más sostenible (y económico)

La arquitectura circular reduce el impacto climático y redunda en el ahorro en la factura de la luz de los edificios a través de soluciones como instalar paneles solares en la azotea o crear «bosques verticales» en las fachadas

El tejado es generalmente un espacio desaprovechado que podemos utilizar para aplicar los principios de la economía circular
El tejado es generalmente un espacio desaprovechado que podemos utilizar para aplicar los principios de la economía circularShutterstock

Hace más de 15 años dio comienzo un proyecto arquitectónico peculiar en el distrito madrileño de Usera. Se llama Entrepatios: es el primer edificio colaborativo y ecológico de España, culminado a finales de 2016. Fue concebido mano a mano entre la promotora y las personas que residirían en él en el futuro. ¿El objetivo? Convertirse en la mayor comunidad de vecinos sostenible y autosuficiente situada en un núcleo urbano.

Para ello, las 17 familias que habitan en él comparten ciertos servicios. Por ejemplo, comparten electrodomésticos y zona de lavandería. También cuentan con un pequeño espacio ajardinado en la azotea y un aparcamiento para 67 bicicletas, que promueve la movilidad sin emisiones. Para fomentar la colaboración vecinal, tienen un taller de reparación provisto de herramientas con la finalidad de «reparar antes que comprar». Además, han conseguido un consumo de energía casi nulo a través de soluciones de autoconsumo solar instaladas en la cubierta.

Estas son ideas propias de la arquitectura circular, que pueden aplicarse tanto en la concepción de un edificio de nueva construcción como en las viviendas ya existentes. Manuel Pérez Romero, arquitecto y director del Grado en Estudios Urbanos del IE School of Architecture and Design, subraya: «La arquitectura sostenible pasa por construir con materiales reciclables y locales, pero también es optimizar los recursos naturales para minimizar el impacto ambiental de la construcción de los edificios; es aprovechar al máximo la energía del sol y las condiciones climáticas, recolectar el agua de lluvia o mantener la vegetación autóctona».

¿Por dónde empezar?

Pérez Romero recomienda «empezar la casa por el tejado», ya que «por lo general, es un espacio desaprovechado que podemos utilizar para comenzar a aplicar los principios de la economía circular». Por un lado, están las cubiertas ajardinadas. Su principal función es la de servir como aislante térmico, a la vez que mejoran la calidad del aire absorbiendo el CO₂ del ambiente. De este modo, refrescan el interior del edificio durante el verano y mantienen el calor dentro en las estaciones más frías, procurando ahorros en la factura energética.

Si además se opta por construir un huerto urbano, la vecindad tendrá la posibilidad de cultivar frutas y hortalizas en la azotea. La producción de alimentos comunes no solo ayuda a estrechar lazos entre los residentes del bloque, sino también con la comunidad que les rodea, pues pueden participar en pequeños mercados para dar salida a la producción extra. Así mismo, implica expandir las zonas verdes urbanas y aumentar el autoabastecimiento, lo que reduce la huella de carbono que genera el transporte alimentario.

Infografía
InfografíaAntonio Cruz

Otra forma de aprovechar el tejado pasa por instalar paneles fotovoltaicos para fomentar el autoconsumo a partir de fuentes como la luz solar. Una alternativa que cada vez cobra más fuerza son las comunidades solares que consisten en instalar paneles fotovoltaicos en las azoteas de edificios para producir energía renovable y compartirla con los vecinos del barrio.

Alfonso Flores, responsable de estrategia de Solmatch, la red de comunidades solares impulsada por Repsol, explica que se trata de «una propuesta de valor muy atractiva para el dueño del tejado» porque es la energética quien invierte en instalar las placas fotovoltaicas, además de asumir los costes de mantenimiento y seguro. En este sentido, apunta que el propietario «tendrá una contraprestación por la cesión del tejado, a la vez que promueve la expansión de un modelo energético sostenible y de marcado carácter social y tecnológico».

Por su parte, los vecinos que se conecten a la comunidad solar «obtendrán energía de kilómetro cero, de origen renovable, que no solo es más barata sino que, además, se genera en su propio entorno». Asimismo, conectarse no implica tener que realizar ningún tipo de obra en casa, pudiendo disfrutar del autoconsumo sin la necesidad de paneles propios. Las comunidades solares pueden instalarse en cualquier cubierta, con el único requisito de que esta tenga una superficie mínima de 250m².

Por último, existe otro modo de darle un uso circular al tejado: utilizarlo para recolectar el agua de lluvia. Sus características la hacen perfectamente compatible para el uso doméstico y cae del cielo de forma gratuita, así que ¿por qué desaprovecharla? Hay países como Alemania que son pioneros en este campo y, en algunos distritos, se subvenciona la instalación de colectores de aguas pluviales en las azoteas para el consumo comunitario.

De puertas para dentro

Existen otras soluciones para reducir la huella de carbono (y la factura) de una comunidad de vecinos o de una vivienda. «Las deficiencias de aislamiento en un edificio son el principal agujero por donde “se escapan los billetes” y las emisiones de CO₂», señala Sebastián Molinero, secretario general de la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción. Para taparlos, recomienda revisar puertas, ventanas y juntas, además de aplicar materiales aislantes. «Existen muchos, como el corcho, la lana o el vidrio, que son reciclados, reciclables y la cantidad de energía que se consume en su fabricación es muy baja», apunta.

Otra opción para mejorar el aislamiento es instalar un jardín o un «bosque» vertical en la fachada, lo que también contribuye a atrapar el polvo en suspensión y purificar el aire. Existen diferentes sistemas para colocarlos. Algunos requieren impermeabilizar el edificio para protegerlo de la humedad, pero otros mantos pueden adherirse a través de paneles prefabricados con las plantas ya enraizadas en ellos. Para mayor sencillez, se pueden agregar varios maceteros o una enredadera, sin necesidad de modificar la fachada.

En cuanto al interior, Molinero aboga por «evitar las construcciones fijas e inamovibles lo máximo posible». En otras palabras: apostar por casas modulares. Esta filosofía consiste en evitar realizar reformas (con el consiguiente ahorro económico y de emisiones) utilizando paneles móviles. Este tipo de tabiques pueden ser de ladrillo, de madera, de yeso o simplemente mamparas. La mayoría se pueden desmontar o reutilizar, lo que permite adaptar los espacios de la vivienda a los cambios que surjan en el estilo de vida de sus habitantes. Por ejemplo, por la incorporación de una oficina en casa o de nuevos miembros a la unidad familiar.

Repensar la manera en la que construimos los edificios es importante, pero no se trata únicamente de construir de forma sostenible sino de, en paralelo, revisar lo ya edificado. Nuestras viviendas, la vida que hacemos en ellas, también generan un impacto ambiental que podemos reducir. Las soluciones aportadas redundan en ventajas económicas y sociales, pero no hay que olvidar que también son una buena opción para contribuir con la sostenibilidad del planeta.

Un proyecto de LR Content