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Camino de Santiago
Cuaderno de viaje: de O Pedrouzo a Santiago de Compostela
¡Llegó el final de mi camino!
Me enfrento a la última etapa de este viaje tan especial que recordaré toda la vida con una mezcla de tristeza e ilusión. Tengo ganas de culminar mi camino, llegar a la imponente catedral de Santiago, cumplir con mi objetivo y sentir que, de alguna manera, me he superado a mí misma. Pero, por otra parte, siento la pena de quien tiene que despedirse de una experiencia que, día a día y paso a paso, ha conseguido hacerme realmente feliz.
Mis últimos pasos… por ahora
Tan solo me quedan 20 kilómetros por delante y habré conseguido terminar el camino. Dejo atrás O Pedrouzo haciendo un inevitable repaso por todo lo que he vivido en estos últimos días: los bosques, los prados gallegos, las pequeñas aldeas, las cuestas, los miradores, los desayunos en pan de hogaza, la sensación de fatiga y alegría a la vez al terminar cada jornada...
El primer tramo me despido de la parte más rural de lo que me queda por recorrer. Sé que esta, la última etapa, se va haciendo más urbana a cada paso, señal de que me acerco a la meta.
Cada vez más cerca
Paso por Santo Antón, una aldea que pertenece a la parroquia de Arca y que toma el nombre de una antigua capilla que tuvo la mala suerte de incendiarse. Después, otros bosque de eucaliptos me lleva hasta Amenal y, de ahí, una subida hasta Cimadevila.
Llegados a este punto me encuentro con la característica valla de separación repleta de pequeñas cruces que tantas veces he visto en fotos. Después, en el municipio de Santiago, el monolito esculpido con el bordón, la calabaza y la vieira, 100% peregrino.
Rodeo el perímetro del aeropuerto y continúo hacia San Paio para después pasar por A Esquipa y A Lavacolla. Un poco más adelante atravieso el río Sionlla, un lugar donde, según dicen, los peregrinos aprovechaban para lavar sus vestimentas y, así, llegar a Santiago impolutos.
San Marcos y el Monte de Gozo
La última subida me lleva hasta San Marcos, donde encuentro un monumento erigido en 1993, año Xacobeo, junto al albergue de peregrinos más grande de todo el camino: tiene capacidad para 300 personas. En este punto la ilusión flota en el aire: hay cafetería, comedores y, sobre todo, muchas ganas de llegar.
Retomar el camino supone entrar ya en Santiago de Compostela, recorrer sus calles e ir sintiendo poco a poco la emoción de culminar esta gran experiencia. Cuando por fin llego a la Plaza del Obradoiro estoy tan emocionada que me deshago de la mochila y me echo a llorar.
Este camino ha merecido la pena y, ahora que ha terminado, estoy deseando encontrar una fecha para volver a empezar.
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