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Campo smart: cuando el residuo agrario se convierte en oportunidad para el mundo rural

Los residuos del campo son fuente de riqueza en la economía circular y ofrecen una posibilidad de negocio tanto para emprendedores y startups como para grandes empresas que quieren descarbonizar sus procesos

La masa forestal, los restos de poda, la maleza o los purines ganaderos son algunos de los residuos del campo que se pueden aprovechar
La masa forestal, los restos de poda, la maleza o los purines ganaderos son algunos de los residuos del campo que se pueden aprovechardreamstime

Fue en 2005 cuando el emprendedor Iban Ganduxé empezó a investigar con la cascarilla de arroz, un subproducto agrícola con un enorme potencial. “El arroz es el alimento más consumido en el mundo y un 20% del grano es cascarilla. Hasta ahora con la cascarilla no se podía hacer gran cosa”, dice Gaduxé. Trabajar la cascarilla y convertirla en biomaterial ha sido un proceso arduo y delicado, pero tras años de pruebas, se ha patentado Oryzite, un producto con el que se fabrican envases, menaje del hogar y hasta piezas de coche. Parte de su éxito se debe a haberse asociado a la Cámara Arrocera del Montsiá, de tal manera que en la misma fábrica donde se prepara el arroz para su venta, se fabrica este material “bio” de kilómetro cero. Todo sin salir del Delta del Ebro.

La cascarilla de arroz es solo un ejemplo del potencial que tienen los subproductos y residuos agrarios para ayudar a cambiar el modelo productivo lineal del usar y tirar por otro en el que nada se tira y todo se aprovecha. A este nueva forma de economía se la conoce como circular y en ella el mundo rural es una pieza clave. “Al igual que el siglo XX fue el siglo de las ciudades y la urbanización, el XXI será el siglo del mundo rural. Es un momento de oportunidad para lo local y el territorio” decía Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social, durante la reciente presentación del informe “Un medio rural vivo y sostenible”.

Más allá del pronóstico, lo cierto es que del campo se puede reutilizar todo. Se puede, por ejemplo, fabricar bolígrafos a partir del bagazo de la producción de cerveza o se pueden hacer telas a partir de las pieles de la piña. También la masa forestal, los restos de poda y la maleza que se saca de los campos tiene cabida en este nuevo modelo de economía circular. El potencial de nuestros bosques es amplio y es que, según la Asociación Española de la Biomasa (Avebiom) a día de hoy en España se aprovecha menos del 40% de la masa vegetal residual que generan. De ellos se puede obtener energía o biocombustibles para el transporte. Según explica Susana Benedicto, coordinadora de Transformación en la refinería de A Coruña de Repsol, se están ejecutando inversiones para poder utilizar varios tipos de aceites residuales como materia prima. A medio plazo se ampliará la gama de desechos susceptibles de convertirse en biocombustible: “Se podrán utilizar materiales como, por ejemplo, residuos sólidos urbanos, purines de ganadería, restos de podas o maleza, etc, que requieren un tratamiento más complejo utilizando nuevas tecnologías para convertir estos residuos en otros productos intermedios que puedan incorporarse a la refinería”. Para ello será necesario construir nuevas instalaciones que, en algunos casos, van a estar situadas en el medio rural de forma que estén próximas al origen de los residuos y facilitar la logística. “De esta manera, además, se desarrolla una nueva cadena de valor, generando empleo en el medio rural y traccionando los ecosistemas local y rural, tanto pymes como asociaciones, cooperativas, etc., a la vez que conseguimos descarbonizar el transporte, la industria y los hogares”, explica Susana Benedicto.

El movimiento "Ugly food" aboga por el aprovechamiento de las frutas y verduras menos estéticas
El movimiento "Ugly food" aboga por el aprovechamiento de las frutas y verduras menos estéticasDreamstime

De fruta fea a platos con arte

Dejar de ver un residuo como tal para descubrir su potencial como materia prima es la idea que sostiene todo el modelo de economía circular, pero ¿qué pasa con aquellos productos que siendo materia prima válida se están desechando? Es lo que ocurre con ciertos alimentos, como las frutas o las verduras que se tiran directamente en el lugar donde se producen porque no cumplen ciertos criterios estéticos. Desde hace un par de años el movimiento “Ugly food” aboga por el aprovechamiento de toda esa comida “menos bonita” que queda fuera de los canales comerciales. A él se han sumado personalidades como el cocinero británico James Oliver, con su campaña de “vegetales torcidos”, y empresas que utilizan esas frutas y verduras poco agraciadas para elaborar productos comercializables como mermeladas y zumos o que permiten comprar desde casa todo ese remanente directamente al productor. Incluso los hay que se han propuesto arreglar la fealdad de algunos vegetales a base de echarle arte como sucede con la propuesta de Anina Culinary Art. Esta empresa emergente elabora platos preparados de forma rápida a partir de vegetales “poco agraciados”. Para ello aplican una tecnología que consiste en laminar las verduras. Esta forma de trabajar los productos les permite elaborar platos que parecen auténticas obras de arte.

Es sorprendente cómo cambiando la forma de mirar, lo que hasta hoy decidíamos tirar puede transformar nuestro modelo económico. Nuevos combustibles, tejidos, envases y hasta obras de arte comestibles pueden salir de lo que hoy es un residuo agrario o forestal y convertirse en nuevas fuentes de riqueza para el mundo rural. Dedicarse, además, a la bioeconomía cuenta con sus propios estímulos. El Consejo de Ministros acaba de autorizar la distribución de 40 millones de euros para proyectos que incentiven en los municipios el uso sostenible de los recursos forestales, generen empleo y revaloricen el territorio, además de otros 15,7 millones de euros para financiar iniciativas que generen oportunidades en el territorio. Y está pendiente de publicación de otra convocatoria de la Fundación Biodiversidad por valor de 80 millones de euros.

El campo es fuente de vida. Además, de vida infinita si se aplican los principios de la economía circular. “Proyectos como estos revalorizan residuos, que a día de hoy generan un problema, para darles una salida mejor. Son, también, muy enriquecedores porque colaboran pequeñas, grandes y medianas empresas e integran el medio rural y el industrial contribuyendo a la descarbonización”, concluye Susana Benedicto.

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