Madrid

«A veces coinciden vivos y muertos. Los forenses no dan abasto»

Cristina García es enfermera voluntaria en el Doce de Octubre desde que cerró su clínica

La crisis sanitaria por el coronavirus deja escenas desgarradoras en los hospitales. Es lo más doloroso para Cristina García, jefa de enfermería de la clínica privada MC360, de estética capilar, situada en la madrileña calle de Pintor Rosales. Su empresa cerró por la crisis sanitaria para evitar poner en riesgo al personal y a los pacientes, a la par que puso a disposición del Gobierno sus instalaciones. Cristina creyó entonces que no era el momento de quedarse con los brazos cruzados y decidió trabajar voluntariamente en el hospital Doce de Octubre, donde hay quince plantas dedicadas solo a todas aquellas personas contagiadas por coronavirus. Cada día se encarga de administrar la medicación a los pacientes, hacer curas, coger vías, dar comidas, ayudar en el aseo...Enfermeras y auxiliares son las que están a pie de cama del enfermo de Covid-19, en la primera línea de batalla contra el mortífero virus. La mayoría de los pacientes que atienden son de avanzada edad.

Cristina tarda al menos diez minutos en colocarse el traje de protección especial. Siempre con esparadrapo en los puños para que las muñecas no queden expuestas al aire. «El doble guante a veces es un poco incómodo para poner vías y sacar sangre; las gafas aprietan mucho y dan dolor de cabeza. Es necesario poner jabón porque, si no, se empañan y no ves nada. Además, tienes que tener a otra persona que te abra las puertas, pero, más allá de estas incomodidades, tratamos de hacer nuestro trabajo lo mejor posible», explica a este diario.

. No tiene tiempo debido a la intensidad del trabajo y las jornadas maratonianas en las que el personal sanitario acaba cada día físicamente exhausto y con el corazón encogido.

«Los que nos dedicamos a la sanidad a veces nos creemos inmunes, pero soy muy cuidadosa a la hora de seguir todos los protocolos para evitar contagios, estoy muy concienciada al respecto», asegura.

Sin sus familias

Lleva sólo una semana en el hospital y ya guarda en su memoria situaciones que permancerán imborrables en el tiempo. «Hay gente que se muere y no puedes sacarla de la habitación. Te encuentras que a veces vivos y muertos coinciden en la misma habitación durante un tiempo porque el mortuorio está saturadísimo y los médicos forenses no dan abasto. Una mujer me pidió el otro día que, por favor, corriera la cortina de la habitación que compartía con una persona que había fallecido porque no soportaba ver la situación».

A Cristina le impresiona ver que «hay mucha gente mayor que está ingresada y se encuentra desorientada; no son capaces de entender por qué sus familiares no vienen a visitarlos ahora, algo que necesitan más que nunca». Desgarrador es también saber que aquellos que más quieres van a morir y lo van a hacer solos, debido a las precauciones derivadas de la emergencia sanitaria que atraviesa el país. «Teníamos una paciente de 92 años en esa situación y dejaron pasar a su hija con un traje EPI para que pudiera estar con su madre en sus últimos momentos. Es muy triste», dice.

Más allá del trabajo desbordante como enfermera, lo menos llevadero para Cristina es el coste emocional que está acarreando la emergencia sanitaria. «La situación es angustiosa para ingresados y familias que se encuentran perdidos, sin saber qué hacer y sin poder dar soporte emocional y ayuda a sus seres queridos. Vienen y te preguntan, pero no pueden pasar más allá del control de acceso», describe.

Así, de las cosas que más le impresionan cada día es la soledad del paciente, la «tristeza» del hospital en el que solo ves sanitarios. «En ocasiones te encuentras a miembros de una familia ingresados en distintas plantas sin que puedan saber nada el uno del otro. Es lo que le ocurría a una mujer que se encontraba ingresada en planta mientras que su hija estaba en la Unidad de Cuidados intensivos y no paraba de preguntar por ella».

Lo lamentable para Cristina García es que la pandemia todavía sigue golpeando fuerte. Aún no hemos llegado al pico de contagios y algunos médicos de su entorno creen que no llegaremos al punto en que la curva epidémica empiece a decaer hasta dentro de algunas semanas. Posiblemente, hasta el próximo 10 de abril. Los tratamientos tampoco son cortos. Mínimo diez días de ingreso. Una lucha contra el tiempo en la que aquellas personas mayores y con patologías respiratorias son las que más tienen que perder.