Coronavirus

Lourdes Ibáñez, enfermera: «Tenemos la sensación de que no importamos»

Esta enfermera madrileña estuvo de baja por el Covid-19 y ha vuelto al trabajo hace dos semanas. La situación ha mejorado pero cree que «no se han hecho las cosas bien»

Lourdes Ibáñez lleva trabajando casi dos décadas como enfermera en los servicios de Urgencias
Lourdes Ibáñez lleva trabajando casi dos décadas como enfermera en los servicios de UrgenciasLa Razón

Lourdes Ibáñez, enfermera del servicio de Urgencias y con 18 años de experiencia a sus espaldas, es una de esas 31.000 profesionales de la Sanidad cuyo trabajo, ahora más necesario que nunca, se ha visto interrumpido por el Covid-19. Su contagio se confirmó el 12 de marzo, muy poco antes de que el Gobierno central decretara el estado de alerta. Tras pasar varios días con síntomas, le realizaron el test en el hospital madrileño en el que desarrolla su labor. Nada más notificarle la noticia, obtuvo la baja laboral. No tiene dudas de que fue un «accidente de trabajo». «En Urgencias recibes al paciente de la calle y hablas directamente con él. Les recibías sin mascarilla. Estábamos en marzo y aún no se habían empezado a tomar medidas. Doy por sentado que mi contagio se produjo así», afirma Lourdes en conversación telefónica con LA RAZÓN. De hecho, ya en enero, comentaba con sus compañeros el aumento que estaban notando en lo que respecta a los casos de neumonía, que suelen coincidir con la temporada de gripe. Sin embargo, no se les pasaba por alto que había más pacientes jóvenes de los que suelen atender durante estas fechas.

Hace dos semanas que regresó a su trabajo. Afortunadamente, no ha sufrido la vertiente mas agresiva del virus. Durante los veinte días que estuvo de baja padeció «una sintomatología bastante leve»: fiebre de hasta 38 grados y cefalea intensa la primera semana, durante un espacio de cuatro o cinco días.

Por ello, no perdió el contacto con sus compañeros del hospital. El grupo de de WhatsApp que compartían estaba ahora sumido en la desesperanza más absoluta. Los testimonios que recibía eran aterradores. «Durante aquellos primeros días los pacientes no dejaban de llegar y se produjo un colapso. No sé ni cómo describírtelo. Lo que contaban hacía que se me saltaran las lágrimas.Veían a los pacientes hacinados en los pasillos, un abuelo sentado en la misma silla de madera suplicando que le dieras una cama... Muchos compañeros han tenido que tomar medicación para dormir. Soñaban con las caras de los pacientes», relata.

El panorama a día de hoy es muy distinto. «Ahora todo se ha ido descongestionando y no hay colapso, pero regresas con una organización que ha cambiado por completo. Funcionamos con una nueva dinámica en la que ha cambiado sobre todo la distribución de los pacientes».

La voz de Lourdes es también la de muchos colegas de profesión que no se han sentido arropados durante esta crisis. «Llevo muchos años trabajando de enfermera en la sanidad pública y tengo muchos amigos en muchos hospitales. Los únicos que han estado bien equipados han sido los del SUMMA 112. Me contaron que les llegó una partida de batas defectuosas, pero lo notificaron enseguida y las eliminaron del stock. Muchos compañeros han estado hasta hace muy poco usando batas que se reutilizaban. Otras tenían agujeros, otras se rompían... Algunos han tenido que hacerse mandiles con bolsas de basura y estaban protegidos solo con mascarillas quirúrgicas», relata.

La sensación, afirma desencantada, es la de que «les damos igual, Eso nos enfada. No nos han informado sobre cómo teníamos que actuar. Nos hemos sentido poco cuidados y protegidos, y también desinformados. Los trabajadores son también personas, y si no las cuidas, son los pacientes los que acaban pagando».

De hecho, el suyo es un colectivo que, por lo general, siempre ha estado «muy poco cuidado». «Trabajamos con una enorme carga asistencial. Hemos estado solo dos enfermeras para atender a un centenar de pacientes. Así es es imposible ofrecer una atención de calidad». Lourdes es consciente de que no existían previsiones que pudieran hacer pensar que ocurriría una tragedia de esta magnitud. En Urgencias, el número de enfermos prácticamente se ha quintuplicado en poco más de un mes. «Es cierto que se pasó de de 70 pacientes a 333 con el mismo personal. Pero deberían reforzar la enfermería», subraya.

¿Puede servir este infierno para que cambien las cosas una vez que la luz empiece a asomarse? Si algo esperan los profesionales sanitarios es que, a partir de ahora, la comunicación sea más fluida. «Nos se han hecho las cosas bien. Cuando vemos que tenemos la mayor tasa mundial de personal infectado es señal de que así ha sido. Pero no es momento de echar las culpas a un partido político, lo importante es la salud de todos. Tenemos que buscar soluciones. Y una de ellas podría pasar por escucharnos a los profesionales a la hora de gestionar una crisis como la que estamos atravesando», concluye.