Coronavirus

Peligro potencial de los jóvenes insumisos

Basura tras las "fiestas"
Basura tras las "fiestas"Jesús G. FeriaLa Razón

Parece que, secularmente, la desobediencia, en sus más variadas formas y magnitudes, es algo inherente a la juventud, una especie de rebeldía cuando se está configurando la personalidad del individuo. Pero hay desobediencias, que más allá de lo razonable, y sobre todo de lo permisible, comprometen y ponen en riesgo a terceros.

Hay personas, de todas las edades, que esto del estado de alarma, de las medidas impuestas en las distintas fases de la desescalada, parece que son de obligado cumplimiento… para los demás. Durante las horas que se me permite cada día para salir al «recreo», he visto muchos, demasiados, grupos de chavales y chavalas de pandillas de adolescentes, campando por sus respetos en calles, plazas, parques, jardines y otros espacios. En unos casos, dando rienda suelta al botellón, ese fenómeno que se ha convertido en un hábito que engancha tanto como el tabaco u otros productos adictivos. Parece que no les inquietan las noticias sobre el gran número de botellones que disuelve la Policía y las sanciones que esta práctica del consumo de bebidas en la vía pública, acarrea.

Practicando o no el botellón, he visto a grupos de hasta doce adolescentes, departiendo y compartiendo en la calle, actos físicos de camaradería, visualizaciones de móviles, abrazos y tocamientos, nada deshonestos, pero tampoco recomendables en tiempo de pandemia. Y lo peor de todo es que, en la mayoría de los casos, los jóvenes iban desprovistos de mascarillas, como si el coronavirus no fuera, o no pudiera ir con ellos.

De la canción de Sergio Dalma, «Bailar pegados», parece que han extraído que departir, dialogar, intercambiar charlas, pegados, es lo normal. Y así se comportan, sin importarles el riesgo que implica la corta distancia sin protección. Pero, eso sí, al instituto no pueden ir, aunque las distancias y las medidas de seguridad sean mayores que las que ellos observan en las calles cuando se reúnen. Parece que las aulas son un espacio peligroso, y que en la calle no hay riesgo, aunque rebajen el espacio social. Y a todo esto, los profesores, supongo que encantados con las largas vacaciones sin precedentes que están disfrutando, pensarán que es mejor que estos rebeldes se queden en casa, bajo la custodia de sus padres, que tener que controlarles ellos. Los adolescentes insumisos, que se permiten saltarse las normas, y quienes no ejercen tutoría sobre ellos, son un peligro potencial para todos.