Madrid
Lo parece pero no es el paseo del terror
Los pasadizos que cruzan la carretera de Extremadura no admiten impresionables
Hay un mantra que repiten todas las madres: «No vayas por allí, ni por allá, ni más lejos, ni más cerca...». Y los hijos se quedan con un semblante de indiferencia o de susto, porque las progenitoras son muy persuasivas; tanto que te meten el susto en el cuerpo antes de que llegue. El caso es que en la carretera de Extremadura, o como la llaman, Autovía del Suroeste, para no molestar a los vehículos que van a Alcorcón, Móstoles –llega a Badajoz, pero de eso ni hablamos– habilitaron hace tiempo unos pasadizos a los que, según que horas, a algún alma sensible, pensando en películas quinquis, le da un sobresalto, acompañado de un ataque de ansiedad por lo que pueda venir, que nunca llega. Es verdad que, recientemente, los menas se van allí de excursión, pero no menos cierto es que ni siquiera ellos lo frecuentan porque no hay estímulos para el que quiera hacer de las suyas.
Ese tránsito no me es ajeno. Lo he recorrido varias veces con la cabeza alta y el ánimo perjudicado porque el miedo es libre y, sobre todo, traicionero y cabrón. Pero caminas por allí y sí, los grafitis –que en todo hay clases y en Batán, Campamento y Carabanchel– parece que los ha pintado el diablo cuando en otros barrios son obras de arte (¡Ay, Muelle, tuviste que morirte para que te hiciesen Homenajes!).
Pero eso ya es tiempo pasado, casi prehistoria. Porque los pasadizos siguen allí y atravesarlos, aunque te encuentres con jóvenes vírgenes en estos trances, nos miramos mal, con profilácticos mentales y una actitud de guerreros sin batalla que lidiar. Y de, repente, ves una fotografía que da la impresión, para los más cinéfilos, de «El resplandor», por caminantes como si fueran visiones que tienen más miedo que vergüenza. Es esa luz que parece casi paranormal cuando solo es la señal del camino a seguir. La única conclusión válida es que no somos más tontos porque no entrenamos y más temerosos porque nunca vivimos el terror en serio. Sólo en películas y después a dormir en la cama mullida. Únicamente era que no estamos acostumbrados al Madrid que no sale en los mapas de turistas.
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