Una artista por descubrir

¿Tiene en su casa cuadros de Amalia Avia? Su hijo los está buscando

El escritor Rodrigo Muñoz Avia está inmerso en la búsqueda de las obras de su madre, que retrató el Madrid de los años sesenta y setenta. Su objetivo, una gran exposición que se celebrará en 2022

Rodrigo Muñoz Avia, en la casa familia, rodeado de cuadros de su madre Amalia
Rodrigo Muñoz Avia, en la casa familia, rodeado de cuadros de su madre AmaliaCristina BejaranoLa Razón

Si están en sus salones, deténganse unos instantes en esos cuadros que llevan décadas colgados de las paredes y cuyo origen ya han olvidado, o directamente, desconocen. Si ven que alguno de ellos retrata alguna fachada del centro de Madrid, vacía y sin transeúntes, fíjense en la firma. Cabe la posibilidad de que estén rubricados por Amalia Avia. Camilo José Cela dijo de ella que era la «pintora de las ausencias», en cuyos cuadros podía hallarse una «huella del dolor». Firmó alrededor de mil obras y vendió otras tantas, lo cual la convierte en una de las pintoras españolas mas prolíficas y exitosas del siglo XX. Y por fin va a gozar de la gran exposición que merece. Será en otoño de 2022, en la sala Alcalá 31. Ahora bien: su obra estuvo tan cotizada y se «movió» tanto por el mundo, que se desconoce el paradero de muchos de sus cuadros. Ahora, su hijo se ha propuesto encontrarlos para que puedan ser admirados por todos. Estén donde estén.

El llamamiento que realizó Rodrigo Muñoz Avia a través de Twitter está dando sus frutos. Desde que escribió su post y puso en marcha el correo loscuadrosdeamalia@gmail.com, no ha dejado de recibir mails en los que, bien ha recibido pistas, bien le han confirmado que sí, que los cuadros que está buscando siguen entre nosotros. «Me suena que una amiga de mi madre quizá podría...», decía uno de los mensajes.

Rodrigo, escritor de profesión y autor de varias novelas publicadas en Alfaguara, cuenta con una base de datos en la que están anotadas unas 800 obras. Podríamos dividir este archivo en tres categorías: aquellos cuadros de Amalia ya localizados, que se encontraban en casas de familiares y allegados y que constituyen más de 300 obras; aquellos que, si bien no están en su poder, sí son localizables, sumando más de 200; y, por último, los más complicados: los cuadros de los cuales no hay rastro y que estarían en torno a los 260. Son estos últimos a los que dedica sus máximos esfuerzos. No pierde la esperanza, pero sabe que en algunos casos será complicado. Las herencias, las mudanzas, los cambios de decoración... pueden haber provocado que algunas de esas obras se hayan perdido.

"El hombre del paraguas", de 1975
"El hombre del paraguas", de 1975La Razón

Amalia dejó también un vasto registro fotográfico que les está ayudando a la hora de indagar sobre el destino de estas obras perdidas, ya que la pintora trabajaba sobre las imágenes que previamente había captado su cámara. Pero a día de hoy, Rodrigo sigue llevándose sorpresas: al menos una decena de obras que no tenía controladas han aparecido gracias a su iniciativa. Y, como no podía ser de otro modo, han sido recibidas como un tesoro.

Por supuesto, se trata de un préstamo que los dueños de estas pinturas deben hacer de forma desinteresada, con motivo de la muestra que acogerá la sala Alcalá 31. En todo caso, van a salir ganando. Además de formar parte de la exposición de 2022, sus cuadros figurarán en el primer gran catálogo dedicado a Amalia Avia. Como siempre, el valor de la obra depende de sus dimensiones. Pero un cuadro de Amalia, de tamaño medio. puede estar en torno a los 10.000 euros. Cuando se edite el catálogo y se celebre la exposición, se revalorizarán.

«Es una labor muy bonita y muy meticulosa. Al final, es la vida de una persona. Pintó mucho, produjo mucho, y dedicó una enorme cantidad de su vida a la pintura, Y poder reunir ahora su legado reconforta», afirma Rodrigo, muy ilusionado. Es inevitable. La exposición, impulsada por la Comunidad de Madrid, contará con Estrella de Diego como comisaria, lo cual supone para la familia un aliciente.

¿Quién era Amalia Avia? La madre de Rodrigo, fallecida en 2011, no era la única pintora de la casa. Su marido, Lucio Muñoz, era también un profesional de los pinceles. Mientras Lucio se consagró en la pintura abstracta, Amalia lo hizo en el estilo realista. «Ambos se conocieron por la pintura y se apoyaron mutuamente. Nunca compitieron. Mi madre se sentía pintora ’'consorte’'. Y no le importaba lo más mínimo. Veía a mi padre como el ’'pintor de la casa’'. De hecho, él le ayudó mucho. Amalia era más vergonzosa a la hora de tratar con los galeristas. También le daba apuro cuando veía que su obra se tasaba en un precio elevado... Pero sacó un montón de horas y se labró una carrera profesional», explica Rodrigo.

Si hay que buscar un leit motiv en sus obras, ese sería el de las fachadas. Muchas de ellas de comercios cerrados, y pertenecientes al barrio de Malasaña, captados sobre todo en los años sesenta y setenta del siglo XX. «Aún paseas por Madrid y das con locales que mi madre podría haber pintado perfectamente», dice Rodrigo. Todo ello con un gran mimo por el detalle que le hizo abrazar el realismo. «En su humildad, consideraba que no tenía el virtuosismo técnico de otros realistas. Ella decía que se sentía retratista de casas». De hecho, su obra ha sido alabada por su ánimo desasosegante. «Es verdad que le atraía mucho lo tapiado, lo cerrado... la belleza que había en los desconchones. Pero había también una reivindicación de la belleza propia de esos comercios antiguos y una huella del paso de lo humano, aunque no aparezcan personas en sus cuadros», dice su hijo.

De hecho, en las memorias que Amalia dejó escritas, ella misma se preguntaba el por qué de sus obsesiones pictóricas. «Se lo preguntaban mucho. Ella, una mujer que vestía con tonalidades alegres y que tenía mucho gusto por el color, ¿por qué retrataba un mundo tan apagado? Cuando se lo preguntaban, no sabía qué responder. Era su mirada, que a su vez tenía mucho encanto».

Como sucede con las obras de arte, cada persona que admire sus cuadros tendrá su propia interpretación. Entre ellos, Rodrigo. «Puede que sus pinturas reflejaran algunas heridas de su vida, las tragedias que vivió en su infancia y su juventud. La muerte de su padre en la guerra, la de dos hermanos por tuberculosis... Tenía una sensibilidad especial que volcó en su pintura», concluye el escritor.

«Aparador de la cocina», de 1989
«Aparador de la cocina», de 1989La Razón

Las joyas que Rodrigo espera encontrar

«El hombre del paraguas», de 1975, y «Aparador de la cocina», de 1989, reproducidas en este artículo, son dos de las obras que se le resisten a Rodrigo. Como casi toda la obra de Amalia, se vendió, pero, por el momento, no tiene indicios de su destino. Pueden estar en cualquier lugar del mundo. De hecho, expuso en Londres y Suiza. De ahí que haya galeristas americanos que hayan contactado con Rodrigo estos últimos meses. El cuadro de la cocina denota que, además de las fachadas, Amalia era también una enamorada del interior de las casas. Y no solo retrató el barrio de Universidad. Ciudad Lineal o Cibeles fueron otros de los puntos inmortalizados por sus pinceles.

Ellas, pintoras de profesión

Por Marilyn Dos Santos

Eran veinteañeras y, cuando estaban a solas, vestían bata blanca. Cuatro de ellas tenían un pequeño estudio en el cuarto de los depósitos de agua de un edificio en la calle de Béjar, en Madrid. Aquel refugio solo aceptaba la visita de sus colegas de arte y de vida: los realistas de Madrid. Algunas tapaban sus obras con timidez, abrumadas por el talento de unos hombres que más parecían tutores y consejeros que amigos y compañeros. Pero Amalia Avia no, ella mostraba sus cuadros orgullosa. El propio Antonio López reconocería años después su sorpresa, pues no eran unas simples aficionadas, eran, como él, profesionales, la primera generación de pintoras de la escena artística española: las realistas de Madrid.

Hijas de la Guerra Civil como ellos, despuntaron al mismo tiempo en la misma ciudad, obsesionadas por los mismos paisajes urbanos vacíos y los mismos interiores fríos. Forjaron un grupo con lazos de familiaridad desde la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en los 50. Allí se conocieron, y allí se enamoraron. María Moreno de Antonio López, Esperanza Parada de Julio López e Isabel Quintanilla de Francisco López. Amalia Avia se casó con un pintor abstracto, Lucio Muñoz. Todas se convirtieron en las mujeres de. Sin embargo, la única diferencia inapreciable en los resultados de su trabajo es que ellas, además de pintar, criaron y, entre biberones y pañales, dibujaron un camino del que no se supieron dueñas: fueron pioneras de un movimiento feminista que, como sus primeras pinturas, se fraguó a escondidas.