El mejor amigo
Puente de Vallecas, territorio canino
Quince, Bely y Neo son tres de los 23.675 perros censado en el distrito con más peludos de toda la capital, que cuenta ya con un total de 282.315 vecinos de cuatro patas
En cuanto puso un pie dentro, el eco de los aullidos se hizo ensordecedor. Como si supieran en busca de qué había ido hasta allí aquella joven desconocida, como si se lo jugaran todo a un golpe de suerte, a un cruce de miradas con ella. Y entre el barullo del canon de ladridos in crescendo y bajo el polvo levantado por los saltos y piruetas del resto, allí estaba él, callado y quieto. «Los perros se nos echaban encima, como locos, pero mi hija se fijó en el único que no se movía, en el más destartalado de todos; en cuanto lo vio, dijo que tenía que ser ese, y aquí está», recuerda Pedro sobre aquel día cualquiera de un mes de febrero hace ocho años cuando él y su familia se decidieron por fin a adoptar un perro.
Quince, que lleva por nombre el número de la jaula desde la que esperó en silencio a ser el elegido, es uno de los 23.675 perros censados este año en Puente de Vallecas, que con 190 peludos más que en 2020, se afianza como el distrito más canino de toda la ciudad frente a un Barajas con tan solo 5.139 perros del total de 282.315. Como él, de aquí son también Bely, una bulldog de sangre cordobesa ya más que hecha a la capital; y Neo, un westie al que le encantan las zanahorias y el mar que no tiene Madrid.
Quince sigue siendo un perro de pocas palabras, pero nadie diría hoy, viéndole correr una y otra vez detrás de su hueso de goma a pesar de sus 12 años, que en algún momento le faltó la vitalidad. «Mi madre me decía que habíamos cogido a un perro mudo, porque al principio estaba muy asustado», cuenta Pedro, que continúa explicando: «Nos dijeron que había sido maltratado, que corría carreras ilegales hasta que la Policía dio con sus anteriores dueños y lo llevaron a La Fortuna, el centro de protección animal del Ayuntamiento». Ahora, adaptado y hasta coronado como el único rey del sofá, Quince, asegura Pedro, es el que cuida de quienes le rodean: «Mi hijo sufre una epilepsia poco común y ha estado 109 días ingresado en el hospital; el perro notaba mucho su falta, no dejada de entrar y salir de su habitación y nunca le he visto tan contento como en el momento en el que volvió a casa».
Y no solo eso, sino que el perro, que no tiene raza, pero sí mucho corazón, incluso advierte las crisis de Dani: «Quince es el primero en darse cuenta de que algo le está pasando, se pone a dar vueltas a su alrededor y mientras está inconsciente le lame las manos y la cara hasta que se despierta», asegura sin esconder la emoción el padre, que trabaja todas las tardes como celador en La Paz. Y quizás todo esto sea lo que haga tan humana la expresión de Quince, que parece sonreír cuando alguien le ofrece una caricia, o hasta cuando un fotógrafo le pide mirar a la cámara.
La que también se siente muy cómoda entre focos es Bely, que a sus diez años puede presumir de haber participado como extra en un videoclip de No Konforme, claro que antes de convertirse en estrella perruna del punk rock vallecano, esta frenchie tuvo que hacerse su hueco en Madrid: «Bely era una perrita de mi familia en Córdoba, pero ellos ya no podían hacerse cargo, por eso les propuse a mis compañeros de piso traerla para ver si nos sentíamos a gusto con ella, y en cuatro días ya se los había ganado a todos», explica Alfonso, ingeniero informático natural de La Rambla afincado en la capital desde hace una década.
Así que, puede que el resto de peludos en el parque perciban en su ladrido un acepto arrastrado del sur, pero ninguno podrá discutirle a Bely su arraigo al barrio, más después de haber superado todo un confinamiento en la ciudad. Y aunque después de ocho años de convivencia con muchos meses de teletrabajo de por medio ninguna de las partes está dispuesta a separarse más de lo justo, con una personalidad tan encandiladora como la de esta perra, si se da el caso, no será ella la que tenga problemas a la hora de encontrar quien le dé cobijo: «Bely tiene la suerte de contar con muchos titos humanos en Madrid, y siempre hay alguno dispuesto a cuidarla si yo me voy de viaje o tengo cualquier contratiempo»,afirma orgulloso Alfonso.
Precisamente, en ese punto está Neo, el más joven de los protagonistas de esta historia. «Es increíble que haya venido hasta aquí caminando conmigo, normalmente, cuando le saco yo, no hay manera de que arranque, se para constantemente, como buscando a su dueña», diceLoli aún impresionada con la hazaña del terrier de su hermana Lorena. «Neo es un animal al que le cuesta un poco caminar, pero luego le encanta correr en las zonas de arena y el agua le fascina, tanto en la playa como en pantanos o ríos, se lanza sin ningún tipo de miedo», apunta sobre su perro Lorena, que responde a las preguntas desde Tenerife, donde disfruta de unas merecidas vacaciones no sin pena de faltar a la cita con el que fue su regalo de Reyes hace seis años. «Puede que haya perdido un poco de libertad a la hora de hacer planes, pero, a la larga, son muchas más cosas positivas que negativas las que te aporta un animal: cariño, atención y la amistad más fiel que existe», afirma sin titubeos esta vallecana reconociendo su predilección por los perros incluso ahora que Milo, una gatita que apenas pesaba 200 gramos cuando la rescató de la calle, también forma parte de su familia.
Y mientras ella le echa de menos, Neo posa luciendo su reciente visita a la peluquería en un intento por salvar el calor abrasador donde no hay olas que surcar, pero sin dejar de estar alerta, que a la vuelta de la esquina podría estar su mejor amiga. Porque si en algo están de acuerdo Pedro, Alfonso y Lorena es en la lealtad de Quince, Bely y Neo, sus inseparables compañeros de paseo.
Más zonas de juego y menos incívico suelto
Será el distrito con más perros de todo Madrid, pero no el mejor acondicionado para sus 23.675 hocicos. «En Puente de Vallecas no hay suficientes zonas caninas, ni para que los animales puedan hacer sus necesidades ni de recreo; Neo, por ejemplo, siempre intenta entrar en las zonas infantiles de los parques, donde están los columpios y el tobogán, porque quiere jugar en la arena», se lamenta Lorena. Con ella está de acuerdo Pedro, que añade a su queja la falta de expendedores de bolsas para no dejar un rastro desagradable después de cada paseo con Quince:«En cuanto los operarios del Ayuntamiento las colocan, la gente se las lleva a puñados, y no solo para los perros, hay personas mayores que las cogen para congelar comida». Alfonso y Bely encuentran que su barrio es cómodo por el poco tráfico, pero también tienen una reclamación que hacer: «Estaría bien un poco más de civismo y limpieza por parte de algunos dueños».
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