Historia
Cómo se celebraba la Semana Santa alrededor de 1575 (II)
El Cardenal de Toledo contaba cómo se quebrantaban ayunos, o cómo las iglesias más parecían templos de los que tener que echar a muchos, que lugares para venerar la Pasión de Cristo
En la primera parte de este artículo expuse cómo en la primavera de 1575 el Cardenal de Toledodescribía con desconsuelo a Felipe II que en su Arzobispado se daban ciertos desmanes, pecados y ofensas, durante la Semana Santa. Me quedé en el punto quinto de su exposición. Sigo con lo demás. Contaba Loaísa, el Cardenal, cómo se quebrantaban ayunos, o cómo las iglesias más parecían templos de los que tener que echar a muchos, que lugares para venerar la Pasión de Cristo.
6. «En encerrando el cuerpo de Cristo Nuestro Señor, se ponen a las puertas de las iglesias y en las calles y plazas donde acude más gente, tablas de golosinas y cosas dulces para los que van a las estaciones, para que si quisiesen quebrantar el ayuno, no les falte ocasión, y así hay pocos que guarden el ayuno de aquellos días».
7. Y el buen cristiano que era Loaísa, seguía desconsolado contando al rey que además de lo anterior, «las tiendas de confitería y de otras comidas regaladas, venden más aquellas noches que en algunos meses, y hay una prisa al vender y comprar como la hay al pan en tiempo de hambre».
8. Era escandaloso. Como lo era el que «se lleva a las iglesias para las mujeres rebozadas [tapadas, que estarían rezando dentro de la iglesia], y se da como ferias».
9. En fin, «la noche que se quedan a ver las procesiones de los disciplinantes y otras que hay en esta ciudad, las disoluciones y maldades sensuales que se hacen, sin perdonar los templos ni el tiempo santo, ni a las indulgencias, todo anda turbado con la obscuridad de la noche, y debajo del título de religión se suelta la licencia de los perdidos y sensuales».
10. «Viendo esto, tengo por muy cierto que son estos días y noches los que más indignan y ofenden a Dios, Nuestro Señor, porque los pecados cometidos en esta sazón son en tiempo donde mayor obligación tenemos de servirle y en que mayor reverencia se le debe».
Para terminar con tanto pecado, pedía el cardenal ayuda al rey para impedir a las mujeres el andar por las calles de noche: «Haría Vuestra Majestad un gran servicio a Nuestro Señor de mandar proveer esto […] que ellas se estuviesen en sus casas y de día visitasen los templos en forma honesta, y de noche se recogiesen a sus casas, y que no hiciesen madrugadas a las estaciones, y que juntamente se quitase que estos días no se vendiesen estas golosinas y regalos, ni hubiese tienda abierta de ellos». Dejando al margen cualquier reflexión que no venga a la mente con este breve texto que he debido recortar por razones expositivas y discursivas, Loaísa (que fue un humanista de tomo y lomo y un enorme reformador social en general, teniendo la fe, la caridad y la misericordia como luces de su acción pastoral), concluía: «Vuestra Majestad ganará mucho Su gracia y favor [de Dios] para otras empresas [...] teniéndole con Dios, luego los súbditos le tienen con su príncipe...».
El 4 de marzo de 1575 el documento llegó a la Cámara de Castilla. Lo leyeron. Se lo dieron a leer a Felipe II que todo lo leía. Y él, el rey, anotó de su puño y (endiablada) letra: «en verdad que me parece que tiene mucha razón en lo que dice» y añadió que se estudiara el informe, que veo como un arbitrio social, para tomar alguna decisión: concretamente la política de regeneración que se aplicó en los años siguientes.
Pero llegaron tantos informes de tantos obispos, que lo que hubo que hacer fue un plan más contundente de reforma. Aplicar, verdaderamente, por medio de sínodos provinciales y por medio de fundación de órdenes regulares y por medio de apoyos políticos implícitos y explícitos del rey, el nuevo catolicismo emanado del XIX Concilio Ecuménico de la Iglesia, que fue tan importante que el XX no se celebró hasta los años de 1869-1870 (Vaticano I) y que fue mucho menos trascendente.
Más a lo que voy es que mientras vivía esta Semana Santa post COVID, recordaba esos memoriales y me preguntaba que si a ti, amable lector, te interesaría saber la opinión del Cardenal Arzobispo de Toledo en 1575 sobre los ritos y procesiones de su Semana Santa.
Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de Investigación del CSIC
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