Museos

La cuna del arte contemporáneo está en el sur de Madrid

Manuel Segade, director del Museo Centro de Arte 2 de Mayo desvela a LA RAZÓN cuál es el secreto de sus 100.000 visitantes anuales

Manuel Segade junto a «Al cuidado de las pequeñas sombras», una de las piezas estrella del museo
Manuel Segade junto a «Al cuidado de las pequeñas sombras», una de las piezas estrella del museoGonzalo Pérez MataLa Razón

Cuando el Museo Centro de Arte 2 de Mayo cierra sus puertas, la vida en él continúa. Fue precisamente en ese público nocturno, que no es el habitual, en el que pensó Elena Alonso cuando diseñó una de sus piezas estrellas: «Al cuidado de las pequeñas sombras». Cuatro esculturas concebidas como refugio para murciélagos y que están pensadas para convivir con el huerto ubicado en la terraza del museo. La artista quiso darle importancia a la idea de que esta pieza de carácter permanente se podía pensar a largo plazo en contraste con el ritmo usual de este museo que se resetea constantementey que vive en un continuo comienzo. Su terraza es ya un referente de agroecología en la ciudad gracias a su huerto, un espacio al cuidado de la comunidad local durante todo el año y que se ha convertido en Laboratorio de Sostenibilidad Ciudadana. Por esto Manuel Segade, director del museo desde 2016, ha destacado para LA RAZÓN esta pieza como su favorita.

Desde hace varios años llevan trabajando en cómo funciona la productividad de la cultura en la región. «Esta suele ser más bien en régimen nocturno, las inauguraciones, los encuentros… en ese momento más social es dónde se produce más actividad artística», asegura. Del mismo modo ocurre en el resto de movimientos culturales dónde también es en estas charlas más informales dónde se provocan la mayoría de las cosas. «Por esto creamos el proyecto estudios de la noche; para pensar en cómo lograr que esas estrategias nocturnas ocurran durante el día de forma natural», asegura. Y sobre lo que también reflexionan Pauline Boudry y Renate Lorenz en «Retrato de un movimiento», una de las exposiciones con las que cuenta el centro, inaugurada este mes y disponible hasta octubre.

Es el museo de arte contemporáneo por excelencia de la Comunidad de Madrid. Algunos otros dedican parte de su espacio a este movimiento artístico, pero es este el único que lo hace de forma exclusiva. Su principal objetivo es poner en marcha el trabajo del arte contemporáneo y ponerlo a disposición del público a través de su colección, de exposiciones, actividades, propuestas educativas, investigación, web y publicaciones. Y pese a que no tienen una cifra marcada como meta, sus 100.000 visitantes anuales les respaldan. «Fue todo un milagro ver que durante la pandemia los museos de Madrid bajaban del 100% al 20% mientras que nosotros, incluso con Móstoles confinado, nos manteníamos al 70%», confiesa Segade. Este destaca la fidelidad del público local que «aprecia y se acerca al museo» como principal factor, pero si algo les diferencia del resto es el alcance a esas capas «menos habituales» en este tipo espacios. «Los jóvenes y mayores son una parte muy importante para nosotros, la escena del arte contemporáneo nos sigue pero esa parte de implicación social que es fundamental para nosotros», señala. Por este motivo, cada año destinan cerca del 30% de su presupuesto a actividades de educación. Así han conseguido el interés de los más jóvenes del barrio que ya lo ven cómo el lugar idóneo dónde «pasar la tarde».

En pleno centro de la ciudad, su arquitectura destaca entre los ladrillos que caracterizan el casco histórico de la ciudad. El edificio nace como tal el 2 de mayo de 2008 y lo hace de forma rápida para conmemorar los 200 años del alzamiento del pueblo de Móstoles contra los franceses. Se hace tan rápido que desde el primer momento presenta una serie de problemas que llevan al primer director a la idea de llevar a cabo una reforma integral. «Al encontrarnos en un momento de crisis, nos parecía bastante inmoral, por lo que optamos por poner en marcha pequeñas actuaciones que hiciesen que las actividades que se desarrollaban en el centro cambiasen la forma de trabajar en el espacio arquitectónico», relata el actual y segundo director en los 14 años de vida del museo. Lo define como «acupuntura arquitectónica», es decir, quitar el dolor de las partes del edificio que presentaban problemas. También cambiaron el color y optaron por uno bastante peculiar y que escogieron junto a Andrés Jaque, fundador de Office for Political Innovation. «Pensamos en uno que nos hablase de la diferencia con el resto de casco urbano y esta cosa de que según el color de tu iris el turquesa es de los pocos colores que se ve distinto», señala. Un color que demuestra que el ojo no es lo único que vale, sino que hay un cuerpo entero. Generar ese debate es lo que buscan en este museo y también su interés por la idea de que esté en constante cambio. «Cuando encargamos un proyecto a un artista no sabemos cómo va a ser, no somos ciencia ficción pero trabajamos con el arte del futuro y con cosas que van a transformar el cómo entendemos el museo y como se trabaja en él», sentencia.

El Museo Centro de Arte 2 de Mayo conserva la colección de arte contemporáneo de la Comunidad de Madrid, formada desde comienzos de los años ochenta y desde 2014, se enriquece también con el depósito de la Colección de la Fundación Arco. Sin embargo, no tiene una exposición permanente con obras de la colección, si no que se nutre de un programa de exposiciones temporales. Además de la Pauline y Renate cuenta con una de Álvaro Perdices, «Espejo y Reino/Ornamento y Estado», dónde trabajan sobre el espacio central de los museos españoles, que es el Museo del Prado, centrándose en un caso de estudio que es Salón de Reinos ofreciendo tres capas de documentación para reconstruirlo. Perdices habla de cómo se ha utilizado y para qué ha servido la cultura de forma institucional.

Y «Táctica Sintáctica» de Diego Bianchi, que plantea modos alternativos de organización donde el display es entendido como una estructura híbrida, siendo a la vez un soporte arquitectónico-escultórico y una obra de arte. A estas hay que sumarles las colecciones cápsula –expuestas durante un tiempo indeterminado-, que se esconden por todas las paredes y rincones del Museo y que convierten la experiencia de los visitantes en una auténtica gymkana. Recientemente han recuperado la palabra museo a su nombre, como demostración de que no está desgastada y como que como bien dice su director, pese a que hay museos más convencionales «realmente tenemos mucho que inventar sin tener que dejar de llamarles así».