Opinión

Cuando el Madrid te elige

«Ser del Madrid», dice el tío, «te hace formar parte de una nación -quizá la única- que vive la vida sabiendo que el bien no solo existe, sino que además está de tu parte»

Celebración en el Stade de France del Real Madrid
Celebración en el Stade de France del Real MadridAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

«Cómo no escribir esta columna sobre la copa del Madrid? La decimocuarta, por lo que tengo entendido. No es que yo sea una aficionada a estas cosas de corretear en pantalón corto detrás de una pelota, ni tan siquiera de ver cómo lo hacen otros. Pero es que yo el sábado lo vi en un rincón privilegiado de Italia, en el Real Colegio de España en Bolonia, rodeada de brillantes chavales españoles que están estudiando allí y que, durante todo ese tiempo, era auténticamente madrileños. Si les hacen en ese momento un análisis, salen todos gatos con pureza de sangre. A mí, que ya digo que ni siquiera sabría explicar en qué consiste el juego y que lo que más me gusta son los penaltis por ver la cara que ponen los que pierden («malvada», me decía uno que estaba sentado de espaldas con su camiseta del equipo puesta, pero sin mirar porque se ponía muy nervioso), me emocionó que ganaran solo por verlos a ellos disfrutando ese momento. Si hubiese estado en Madrid es más que probable que no lo hubiese visto, que hubiese cerrado las ventanas para no escuchar a nadie gritar y hubiese apagado hasta el teléfono. Pero aquí, en este trocito español, de pronto pude entender aquello que contaba el gran José Peláez, que él no eligió ser del Madrid sino que le eligió el Madrid a él la noche que ganó la undécima. «Ser del Madrid», dice el tío, «te hace formar parte de una nación -quizá la única- que vive la vida sabiendo que el bien no solo existe, sino que además está de tu parte». Y yo ayer, durante unos minutos, sentí un poco eso, aunque no podría haberlo explicado mejor.