Historia

¿Sabes por qué Madrid tiene tantas plazas cuadrangulares con nombres de santos?

El desarrollo que llegó con el siglo XX provocó intentos de refundación de la ciudad en antiguos barrios de menesterosos. El ensanche de Arturo Soria, fue impresionante

Anuncio del proyecto urbanístico de la Ciudad Lineal en 1895, publicado en el periódico de la Compañía Madrileña de Urbanización
Anuncio del proyecto urbanístico de la Ciudad Lineal en 1895, publicado en el periódico de la Compañía Madrileña de UrbanizaciónCompañía Madrileña de UrbanizaciónCompañía Madrileña de Urbanización

Comoquiera que la burguesía fuera incapaz de obtener mayores beneficios porque despuntó tras la invasión francesa, cuando ya no eran tiempos de Imperio a la española, sino a la británica, o a la neerlandesa, o francesa, esto es, imperios de explotación mercantil, la burguesía liberal no halló otra manera que la de dinamizar la economía como se venía propugnando desde finales del siglo XVIII (Campomanes, o Jovellanos a la cabeza), esto es sacando al mercado propiedades improductivas para que produjeran. Ese fenómeno, conocido como las Desamortizaciones supuso expoliar a la Iglesia y a las Órdenes religiosas de sus bienes, so color de que, en manos de la burguesía, se explotarían mejor (no se atrevieron de primeras a atacar a la aristocracia). La verdad es que el resultado es el que sigue aún vivo en España: a esos propietarios, «manos muertas» los llamaron, se les expropiaron sus bienes que se subastaron. A las subastas acudieron, naturalmente, ricos personajes, enormes compañías, modestas compañías (el charcutero, el hombre rico del pueblo, el otro con sus ahorros) que invirtieron el capital en esas propiedades inmobiliarias. Capital que, siendo insuficiente el que tenían el Banco de San Carlos-Banco de España, venía precisamente de los depósitos de los bancos extranjeros. La «burguesía» invirtió en bienes inmuebles y con dependencia de los bancos de París o de Londres. Y mientras tanto, abolido el régimen señorial (naturalmente) por los regímenes constitucionalistas, las legendarias casas nobiliarias se arruinaron. A veces, en los primeros años del XIX habían optado por abandonar sus lugares de origen y trasladarse a Madrid a sus nuevos palacios en construcción…, cuyas hipotecas no pudieron pagar. El caso paradigmático fue el de Altamira, pero no el único.

De todo este proceso (aquí esbozado con grandes carencias, claro), surgieron algunas familias, o empresas familiares, que invirtieron en las novedades, en el hierro y sus derivados, por ejemplo, aunque no solo. Madrid debe muchos de sus palacios a las riquezas ganadas por las Desamortizaciones, por los beneficios de quienes supieron entender la revolución industrial, o por banqueros.

En cualquier caso, en cualquier museo la maquinaria pesada se ve fabricada en Alemania, Francia, Reino Unido; en España se puede ir de caza a fincas inmensas.

Además, a lo largo del siglo XIX, desde José I en adelante, entremezclados el anticlericalismo, un nuevo urbanismo y todo lo demás, hubo un furor de la piqueta fascinante. Por eso Madrid tiene tantas plazas cuadrangulares con nombres de santos (Santa Ana, por ejemplo), o de órdenes religiosas (Recoletos, por ejemplo): el solar de hoy, hecho parques, terrazas o kioscos de flores, en otros siglos fueron conventos de órdenes religiosas dedicados a los santos que son patronos de las plazas actuales.

La desmoralización del 98, la traída de capitales, el desarrollo de los primeros años del siglo XX, provocaron intentos de refundación de la ciudad donde antes hubo barrios de menesterosos. La nueva burguesía necesitaba nuevas viviendas. Y para ello fueron entendidos por arquitectos, urbanistas, alcaldes o reyes. Ciertamente la superficie de un Madrid clásico sigue siendo la misma, pero a buen seguro que las fachadas y los tejados que levantaba el Diablo Cojuelo eran muy diferentes a las que delinearon el marqués de Salamanca, o más tarde y extrarradio, Arturo Soria. De no ser por el Marqués, todo el barrio que lleva su nombre, desde las orillas de la Castellana hacia el este, serían casas como las de los alrededores de la calle Atocha.

El ensanche de Arturo Soria, fue impresionante y aún lo sigue siendo. Por todas partes se palpa la intención de hacer una nueva ciudad, una ciudad lineal, en efecto, que diera salida, y fresca, a la ciudad que a lo largo del siglo XIX no dejaba de crecer. Últimamente se ha recuperado para Madrid un inmenso espacio de jardines que dota a los extremos de la calle Alcalá de admirable armonía entre ciudad y naturaleza.

Se necesitaban viviendas y barrios nuevos. También hoteles de lujo al estilo de los que había en París o Londres. Y así surge otro barrio emblemático de Madrid, alrededor de la Plaza de Neptuno, todo ello de los años 10 del siglo XX y que hoy se extiende desde el «Barrio de las Letras», con su gran personalidad, hasta el Retiro, zona más señorial…, sin una tienda de pan.

La otra gran revolución fue el trazado de la Gran Vía. La obra, costosísima y espectacular, parece que no tiene fin. Se derribaron casas de mala construcción y se quiso trazar alrededor de una gran avenida, un nuevo barrio. Algo debió ocurrir con las expropiaciones que la Gran Vía es «curiosamente» retorcida; no va en línea recta, digo. Como pasa en tantas carreteras que en vez de ser rectas, te marean con su trazado…, para que no te duermas al volante. Pues eso pasa con la Gran Vía, que hay que recorrerla mirando hacia arriba las fachadas porque son todas un milagro arquitectónico, un portento de la belleza urbana. La Gran Vía y sus aledaños, por la calle Alcalá (el Casino es de 1910) y así más y más.

Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de investigación del CSIC