Virgen de la Paloma
Ser bombero en Madrid: profesión y devoción
Bajar el cuadro de la Virgen de la Paloma está en manos, este año, de Jorge Aunión, bombero en el parque de Manuel Becerra y que recibe el testigo de Jesús Rodríguez, a quien conoce desde que entró en el cuerpo
La Virgen de la Paloma no solo es patrona de Madrid. Lo es también de los bomberos de la ciudad, quienes cada 15 de agosto, acuden a la bajada del retablo para, así, seguir formando parte de una tradición que no se vio interrumpida ni siquiera por la pandemia. Bajar el cuadro es un honor que, cada año, recae sobre uno de los integrantes del Cuerpo de Bomberos de Madrid. Jesús Rodríguez fue el encargado de bajar a la Virgen el año pasado. Era la segunda vez que lo hacía, pero fue una ocasión muy especial para él. «Para mí fue una experiencia realmente emotiva porque acababa de fallecer mi padre hacía tan solo unos meses», relata este bombero a LA RAZÓN. «Me acordé de él durante todo el tiempo que estuve bajando el cuadro», reconoce. Un momento emotivo que se une a una devoción a la Virgen de la Paloma que viene de lejos. «Hice una promesa cuando entré: que durante todos los años que estuviera en el cuerpo de bomberos iría a la celebración de la Paloma cada 15 de agosto», explica. Desde entonces, los únicos años en los que no ha ido han sido en los que ha estado trabajando, como es el caso de este 2022, en el que le entrega el testigo a su compañero Jorge Aunión.
«Creo que no hace falta que te diga nada, porque lo vas a hacer genial», le dice a su compañero. «Lo hemos estado ensayando y va a salir fenomenal. Lo único que le puedo decir es que esté tranquilo, aunque esté la iglesia llena de gente. Que disfrute de ese momento, porque es realmente especial», añade. Por su parte, Aunión revela lo especial que es para él que sea Jesús quien le haya acompañado en este proceso. «Le conozco desde que entré al Cuerpo de Bomberos con 22 años, y ha sido mi jefe, así que recibir este honor de su mano es muy especial», explica Aunión, quien comenzó en esta tradición cuando, con 15 años, empezó a prepararse para ser bombero. Su preparador, Santi, hacía una maniobra deportiva el día de la Virgen de la Paloma y, a partir de entonces, no se ha perdido ninguna con la que era entonces su novia y ahora es su mujer.
Sin embargo, este 15 de agosto llega en un momento especialmente difícil para los bomberos de Madrid, quienes han perdido a dos compañeros en apenas dos semanas: Pablo Mejía, quien falleció en un accidente de parapente, y Alberto Díaz, quien fue atropellado cuando se dirigía a rescatar a una gata que quedó atrapada en una bajante. Aunión les conocía a ambos, pero el recuerdo de Díaz es especialmente doloroso, ya que eran compañeros en el parque de Manuel Becerra. «Era un tío que se hacía querer», dice. «Su familia es muy creyente, muy devota, y él también lo era, así que es a él y a los que le querían en quienes voy a estar pensando y a quienes les voy a dedicar la bajada del retablo de la Virgen», asegura el bombero.
Y es que en una profesión en la que se crean lazos tan intensos con los compañeros de trabajo y en la que la propia vida se expone para ayudar a los demás, la devoción a la Virgen de la Paloma es algo que a estos dos bomberos les acompaña durante todo el año. «En mi caso llevo una estampita de la Virgen en el casco, así que viene conmigo a todas las intervenciones», dice Rodríguez. «Lo llevo haciendo desde que entré». Jorge no lleva la estampa, pero en su habitación «hay un cuadro enorme», porque “si yo soy devoto, mi mujer lo es todavía más”. «Mi hija está ofrecida a la Virgen de la Paloma. Hay una tradición, el Día de las Candelas se llama, en la que los niños se ofrecen al cuadro una vez se baja. Mi hija está ofrecida ahí».
El ensayo para este día suele hacerse dos veces al año, principalmente por dos motivos: el primero, para que el bombero practique esta táctica tan delicada, y, el segundo, para limpiar y restaurar el cuadro. «Para bajar el retablo se utilizan dos cuerdas: una que es la que soporta el peso del cuadro y otra que se utiliza como vientos para separar el cuadro de la fachada y de los ángeles», explica Rodríguez. Así, Jorge será quien suba a retirar el cuadro, pero otro compañero, que estará abajo, recibirá los 85-90 kilos de peso. Otros son los que llevan el viento. En total, unas ocho o diez personas. «Jorge es el protagonista, pero lo importante, realmente, es el trabajo en equipo», añade. Y esto no es otra cosa sino una pequeña representación de lo que es su trabajo día a día. «Se parece bastante a una intervención», dice Aunión. «Nosotros trabajamos así: una persona que da las órdenes y diferentes bomberos que desarrollan su trabajo en diferentes puestos, en los que cada uno tiene su importancia. Si yo pongo mal una cosa, o el del viento se despista y pega un golpe al retablo puede romper alguno de los ángeles de escayola que lo rodean». Por ello, todo el proceso requiere de muchísima delicadeza. «La corona de oro es la parte más sensible», apunta. «Al más mínimo apoyo, se dobla, por lo que hay que separar el retablo lo suficiente de la pared para que no dé a nada. La escalera también tiene muchos años, por lo que hay que subir despacio».
Una vez se baja el retablo, otros dos compañeros lo acercan a donde está el sacerdote. Entonces se limpia y se le ofrece a todos los presentes. Después se saca en procesión. En Puerta de Toledo se para y se hace una exhibición de bomberos. Este año se va a hacer un rapel, a soltar cuatro palomas, pétalos y se va a hacer espuma. A partir de ahí la procesión continua y el cuadro vuelve a la iglesia. El año de la pandemia se hizo la bajada del cuadro, pero no había gente en la Iglesia. En 2021 había muy poca gente, pues aún había restricciones. Este va a ser el primer año que se recupere al 100% la tradición junto a los madrileños de la procesión y la exhibición.
La fiesta de la Paloma es una ocasión que celebra, además, una profesión que es puramente vocacional. En ciudades como Madrid son ya varios siglos en los que se cuenta con un cuerpo de bomberos, así que, además, es una profesion muy arraigada. «Está muy ligada a una actividad que está vinculada a varios factores que la hacen atractiva: por un lado, la acción», explica José Luis Castillo, jefe de Guardia de los bomberos del Ayuntamiento de Madrid. «Está muy vinculada a actuar, a que los resultados de esa actuación sean inmediatos, y eso es algo que engancha mucho», continúa. Además, se trata de una profesión que «está enfocada a ayudar a los demás. Por lo general siempre vamos a resolver un problema. Lo cual, unido a factores como el cariño y el trabajo en equipo, la convierte en una profesión muy especial».
Hay algunos matices en cuanto a la forma de ver la vida, señala Castillo, que los bomberos comparten entre sí. Como es el hecho de que «somos esas personas que actuamos mientras los demás se alejan de un peligro». «Nosotros debemos acercarnos a él», asevera. Y, no solo eso, sino que «tenemos que ser capaces de que nuestra cabeza pueda trabajar lo mejor posible cuando vamos contracorriente, cuando hacemos lo contrario a lo que dice el instinto de supervivencia, que es acercarnos a un peligro».
Pero, sobre todo, lo que caracteriza a los bomberos es que «para nosotros los compañeros son una segunda familia». «Normalmente nuestros turnos son de 24 horas, en las que estamos juntos, comiendo, durmiendo… Eso ya da un componente de familiaridad que se acentúa por el hecho de que pasas muy buenos momentos con ellos, pero también muy difíciles», explica. «Dependes, entonces, de la actuación de otro compañero para poder salir de ellos». Y es que, cuando hay momentos de dificultad, el vivirlos con otras personas hace que esos lazos se hagan más fuertes.
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