Opinión

Apuro de un votante

Mi colega vive con el temor de la infidelidad, no conyugal, sino de partido, que es de otro tipo, aunque también baraja la posibilidad de que sea el partido quien lo está abandonando a él con tanto «voxear»

Urnas en Cataluña
Urnas en Cataluñalarazon

Es una llamada tardía, a medianoche, que es cuando se citan las conversaciones francas y mejor se arpegian las verdades. Ya no hay que aguardar a la misa dominical, un siglo XX en la época de las pizzas a domicilio, porque el móvil se ha convertido en un confesionario de 24 horas. Vivimos una actualidad muy Just Eat, donde nuestra espiritualidad sin Dios se desahoga de manera inalámbrica. Las desazones del pecado se sufren hoy con la misma impaciencia que una hamburguesa para llevar, solo que en lugar de un «Rider» lo que tenemos es a la amistad que acaba de acostar al hijo. Hasta que el cardenalato nos improvise un Yahvé 24/7 al que entregar las desazones, la gente seguirá confiando en el tarot de la madrugada y otras ouijas televisadas, que son como las brujas de Shakespeare, pero puestas al día, y en la generosidad insomne del amigo de turno. Hay llamadas que no se hacen para hablar sino para carearse uno con sus propias realidades. Mi colega me habla así de esa intimidad electoral, las enaguas de la democracia como quien dice, que es el color de su voto.

Es del PP, pero no comulga con Millán-Astray y considera un acierto sacar a Queipo de Llano de una iglesia. Él es del electorado popular desde que entró en la burocracia administrativa como mayor de edad, pero no cree que Pedro Sánchez quiera derrocar al rey y encerrar en la cárcel a la oposición. Hasta le molesta que su partido siembre dudas de partitura tan antidemocrática. Mi colega vive con el temor de la infidelidad, no conyugal, sino de partido, que es de otro tipo, aunque también baraja la posibilidad de que sea el partido quien lo está abandonando a él con tanto «voxear». Al colgar, me deja con el pálpito de que cada vez abundan más feligresías, de todas las astas políticas, enviudados de voto. Con compás político en la brújula, pero sin papeleta para la urna.