Quinto centenario

Nebrija en Alcalá, el orgullo de ser gramático

Desde que presentó a Isabel la Católica su Gramática de la lengua castellana, su producción fue imparable

Retrato de Antonio de Nebrija.
Retrato de Antonio de Nebrija.UNIVERSIDAD DE NEBRIJA.UNIVERSIDAD DE NEBRIJA.

España es un país rico, riquísimo, en conmemoraciones culturales y políticas. Quienes nos dedicamos a los siglos de oro no damos abasto para llevar la agenda al día. Aún no han terminado los ecos de la Primera Vuelta al Mundo por Juan Sebastián Elcano (que Magallanes se quedó por el camino), cuando se está celebrando el quinto centenario también de la muerte de Helio Antonio de Nebrija.

Antonio Martínez de Calas, que era como se llamaba por nacimiento, nació en el pueblo sevillano de Lebrija en 1444 y murió en Alcalá de Henares en 1522. Allá se conservan sus restos, en la capilla de San Ildefonso, cerca del mausoleo de su protector Cisneros, pero no se sabe exactamente en donde están.

A la edad de catorce años empezó sus estudios de bachiller en Salamanca y a los veinte consiguió una beca para irse a estudiar al Colegio de los Españoles de Bolonia de don Gil de Albornoz, prestigiosísima institución que aún sigue viva. Los boloños solían acabar sus estudios promocionándose hacia puestos de la administración real, que andando el tiempo fue imperial.

En Bolonia pasó cinco años, entre 1465 y 1470. A su vuelta a España entró al servicio del arzobispo Alonso de Fonseca, con quien estuvo tres años. Durante un par de años se pierde su rastro. Sin embargo, en 1475 ya consta como profesor de Oratoria y de Poesía en Salamanca y al año siguiente aparece como catedrático de Gramática.

Poco después (1478) contrae matrimonio con Isabel Montesinos de Solís. Iniciada la fiebre proinquisitorial (el Santo Oficio se instaura en 1478), conoce las quemas de los libros de Martínez de Osma (muere este en 1480) al tiempo que convive con una epidemia de este.

En 1480 logra la cátedra de retórica; ese año tiene lugar el primer auto de fe en Sevilla. Aunque ya había escrito algunos textos menores, en 1481 lanza sus Introductiones latinae, que son una modernización de los textos de enseñanza del latín, inspirados en los nuevos humanistas como Lorenzo Valla, de los que tanto había aprendido en Bolonia. Nebrija se propone «debelar la barbarie» medieval y, por medio del rigor en los estudios -y sobre todo los filológicos, esto es, del acendrado uso de la lengua- alcanzar las más altas cotas del saber. Las Introductiones latinae se traducirán hacia 1488 y desde 1489 los dominicos lo usarán como libro de texto en sus escuelas.

Sus inquietudes científicas, como hombre del Renacimiento, le animan a interesarse por la cosmografía (Isagogicon cosmographiae, 1487).

Desde, al menos, 1490 su presencia en la Corte, a la sombra de don Juan de Zúñiga, le hace ir escalando puestos: en 1490 es el encargado de hacer las alabanzas por el matrimonio de la princesa Isabel con el rey de Portugal; pasado el verano de 1492 presenta ante Isabel la Católica su Gramática de la lengua castellana y desde entonces (si no desde antes), su producción es imparable, tanto en obra nueva, como en obra adaptada. Es el caso de las Introductiones latinae que son editadas como texto escolar en 1496.

Nebrija aunó los saberes humanísticos: además de sus escritos filológicos, es el momento de preocuparse por la Historia de España, con sus Muestras de las antigüedades de España (1499). Es, precisamente, su hondo conocimiento del latín y de las demás lenguas sagradas, lo que le hace poner en duda algunas de las versiones de las escrituras, lo cual le anima a preparar unas Annotationes in Sacras Litteras. El Inquisidor General, Deza, enterado de ese atrevimiento le exige que le entregue los apuntes manuscritos y que se comprometa a no publicarlos jamás (1502). Ese año es rico en acontecimientos: además de ese primer encontronazo inquisitorial, tienen lugar las primeras reuniones con sabios filólogos para hablar del proyecto de la Biblia Políglota. Y también en 1502 viaja a La Rioja a buscar manuscritos antiguos (uso que se repetirá ya constantemente entre los hombres de la república de las letras y que permitirá, por ejemplo, el descubrimiento del Poema del Cid, aunque en tiempos de Felipe II), y en La Rioja conocerá al que será su gran aliado, el impresor Guillén de Brocar.