Cultura
Los casi centenarios libreros de Moyano no quieren ser invisibles
La asociación Soy de la Cuesta va sumando adeptos e iniciativas para poner en valor esta literaria calle de la capital. Aún queda mucho por hacer
La tecnología, con todo lo bueno, deja estragos. Al menos para aquellos que viven del papel y que han apostado durante toda su vida por el comercio de proximidad y el sonido de hojear cuadernos. La Cuesta de Moyano se remonta a 1925, cuando el Ayuntamiento de Madrid instauró a los primeros libreros agrupados en la verja del Jardín Botánico en la calle de Claudio Moyano, pues ya existía una iniciativa de intelectuales de la época, capitaneados por Pío Baroja, que pidió a la municipalidad dedicar todo su mimo a aquellos puestos de libros. Hoy, muy cerca de cumplir el centenario de su creación, Moyano se encuentra sufriendo la crisis más insospechada de su historia: varias casetas cerradas sin libreros son el ejemplo de ello.
La preocupación por su debacle hizo que en 2019 naciese la asociación “Soy de la Cuesta”, una iniciativa ciudadana cuyo fin es revitalizar esta feria de libros permanente de Madrid, rodeada de ese “triángulo del arte” como es la zona de museos Thyssen, Prado y Reina Sofía. Esta asociación cuenta con la colaboración de célebres del sector como Arturo Pérez-Reverte, Marwán, Rosa Montero, Carmen Iglesias, Pío Caro-Baroja, Fernando Aramburu, Antonio Lucas, Javier Rioyo o Javier Sierra. Después se han unido más ilustres como Christina Rosenvinge, Luisgé Martin, Carlos del Amor o Luis Alberto de Cuenca. Hoy son todos socios de honor de la Asociación Soy de la Cuesta, junto a otros 70 socios de varias partes de España y Europa, que se suman a los más de diez mil seguidores en las redes sociales. Y es que, en la asociación buscan subirse al carro de la tecnología (están en redes sociales y tienen “delivery”) pero siguen manteniendo sus valores iniciales: el ritual de comprar un libro. También se encargan de organizar tertulias, invitar a autores, fiestas para niños o talleres en verano.
Desde la asociación manifiestan que la lucha por mantener una librería abierta es muy ardua hoy en día. Más en Moyano, que es tan duro ser librero a pie de calle. Un ejemplo de ello se encuentra en la Caseta 17, Hugo Prestel, también nieto de libreros. Él mantiene la caseta abierta casi por romanticismo más que por negocio, como muchos de la Cuesta. A base de su trabajo principal en el servicio municipal de basuras y con dos empleados en la Caseta, así puede mantener la Caseta de Moyano, de su abuelo, abierta hoy.
La vida entre casetas
LA RAZÓN ha visitado la caseta número 30 dirigida por Carolina Méndez, librera y presidenta de Los Libreros, tercera generación, hija y nieta de libreros.
Entre el Paseo del Prado y Alfonso XII, pronuncia: “Pronto, en 2025, cumpliremos 100 años. Anteriormente había puestos de comercios más variados y al final ubicaron aquí las casetas de libros. Mi caseta la empezó mi abuelo en 1950, luego mi padre y ahora estoy yo. Lo que más nos importa es que tanto madrileños, españoles o quienquiera visitarnos sepan que hay una feria de libros permanente todo el año, libramos lunes o martes pero los fines de semana y festivos aquí estamos al pie del cañón”.
En Moyano hay todo tipo de libros, no solamente de segunda mano –aunque sea la mayoría–; hay novedades, cómic o infantil entre otros. Más baratos e incunables que se encarecen. “Para mí, somos una feria de libros única en Europa y creo que no nos valoran lo suficiente. Muchos ciudadanos ni nos conocen. Cuando se celebra la Feria del Libro de Retiro la gente viene aquí preguntando, porque ni nos ubican ni saben de nuestra existencia. Ese es nuestro mayor enfrentamiento: que la gente sepa que esto es algo único, en un cachito de calle de Madrid”, confiesa.
El problema se remonta a que años atrás la calle no era peatonal como lo es ahora y, en opinión de Carolina, eso les ha perjudicado. “A raíz de hacer la calle peatonal en busca de hacer el eje Prado-Recoletos una zona accesible, nos quitaron mucha visibilidad. No estamos anunciados como los museos, no aparecemos en las guías turísticas, tampoco en la cartelería de la estación de Atocha. Hay muchas cosas que cambiar, aunque dejo claro desde aquí mi agradecimiento al Ayuntamiento por exonerarnos del canon que pagamos como alquiler durante la pandemia. Eso nos ha ayudado a poder seguir abriendo”, explica. Del mismo modo, también reconoce la subvención económica a la asociación Soy de la Cuesta.
Actualmente están luchando por la incorporación de un café literario en la misma calle y otras mejoras: “Un café donde se puedan hacer actividades, que la gente por las tardes tenga la oportunidad de comprarse un libro y sentarse a leer. Hay casetas vacías que no tienen dueño y necesitan alguien que quite el polvo. Necesitamos más luz por la noche”, manifiesta Carolina con tristeza. Y es que, por desgracia, la curva de progreso de estas casetas no ha hecho más que descender: “Desde la primera crisis económica en 2008 se detectó ese escalón hacia abajo. En mi familia ya lo notamos muchísimo con la llegada de los libros digitales o el cierre de librerías. Lo que ha ocurrido con los libros de consulta, por ejemplo, que antes se vendían muchísimo y ahora quieres saber información de animales y lo que haces en buscarlo en Google. Las cosas digitales han hecho mucho más daño del que creemos. También se descargan las novelas… Todo ha ido a peor”. No obstante, la librera reconoce que todavía sobrevive ese cliente fidelizado que sigue creyendo en que nada es equiparable al papel: “Algunos clientes que tengo desde hace muchos años han optado por leer en digital y cuando un libro les gusta, entonces lo compran para tenerlo, pero no lo hacen como antes.”
Y si la solución pasa por una transformación, tampoco es nada fácil, pues no olvidemos que los precios de una librería familiar no pueden ser los mismos que los de las grandes superficies: “Los pedidos online también nos están haciendo mucho daño porque la gente ahora mismo es muy inmediata. Si nos encargas un libro tarda más de dos días, cosa que si lo pides a otros lugares tarda uno. Esto hace que nos cuesten más los envíos que a otras empresas, por ejemplo. En este punto considero que nosotros, que somos pequeños autónomos, podríamos tener una tarifa especial que nos permita competir”, apela Carolina.
Los fieles al papel
Y aunque cada vez sean menos, Carolina también muestra su gratitud con ese cliente fiel que sigue apostando por ellos: “El comercio de cercanía es algo que todos los de Moyano queremos poner en valor. Tú puedes pedir por una plataforma, pero esa plataforma no te conoce. Yo conozco a mis clientes, sé sus gustos, sé qué recomendarles, esto es muy importante”.
Donde Carolina observa que todavía persiste la competencia entre la tecnología y el papel es en los libros de carácter más gráfico, ilustrativo y visual. Entre sus ventas destacadas, se encuentran la temática infantil y de cómic. “La gente mayor opta mucho por novelas gráficas. Las novedades del cómic son para gente muy especializada que está muy al día. Ellos y ellas valoran que se les conozca y que sepamos qué tipo de impresión les gusta, igual que guardarles sus favoritos y estar pendiente”, señala.
Para terminar, Carolina demuestra que hay cosas que suceden por la pasión y el empeño con el que se viven, como es su caso y el de muchas generaciones que crecieron entre libros y dan un valor especial a la cultura de barrio y de familia: “Yo no era consciente de la suerte que tenía hasta que me hice mayor. Desde pequeña estaba rodeada de libros que me respaldaban culturalmente. Recuerdo de ir con mi padre a librerías fuera de España, leer juntos metidos en un mismo mundo. Un mundo que siempre te deja con las ganas de querer saber más”, concluye.
La llamada de la asociación
Desde Soy de la Cuesta llaman a la visibilidad ciudadana e institucional de la Feria de Libros de Madrid de la Cuesta de Moyano, favoreciendo el acceso de nuevos públicos, incentivando cualquier mejora que repercuta en beneficio de su actividad librera y comercial. Manifiestan que quieren autonomía para organizar, diseñar, producir y difundir proyectos vinculados a la actividad librera, con el objetivo de convertir a la Cuesta de Moyano en un espacio cultural referente de la capital que garantice su supervivencia futura. También reclaman que no desaparezca esa comunicación directa con el cliente, que se conviertan en un canal de interlocución, diálogo y defensa ante las administraciones públicas e instituciones privadas para la permanencia de la Cuesta de Moyano. Tal y como expresa la presidenta de Los Libreros, es necesario establecer servicios propios de interés común para los asociados y otros miembros de la industria librera. Y lo más importante y que tanto ha enfatizado Carolina: estar presentes. Ser conocidos por formar parte de la historia centenaria de la Feria de Libros de la Cuesta de Moyano.
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