Muslo o pechuga
Un bistró lleno de equilibrio
Puntúa un ravioli de espinaca de pura delicadeza, como un simple apionabo, o una no menos accesible ensalada de patata
Mariela Fernández y William Lamas. Dos nombres. Un destino. Una misma vocación: crear después de muchas andanzas biográficas desde Venezuela,un lugar que sea tan cariñoso como cálida su sonrisa a la entrada de ese localito del Barrio de Salamanca, que lleva como rótulo el homenaje a la ascendencia de la cocinera. Pasan tantas historias sin relato o con exceso de él por nuestras vidas, que de vez en cuando salta la sorpresa, al poder encontrar un equilibrio coquinario de auténtica verdad.
Por encima de cualquier campaña o imaginería habitual, donde se hacen largas sesiones de laboratorio culinario, dos francotiradores abren puerta y alma en un lugar desnudo e iniciático. Poquitos platos, servicio unipersonal y algo hermoso que flota en el ambiente. Luego llega ese swing de felicidad plena que hay detrás de cada elaboración. Así, una remolacha balsámica con alcaparrón, marca criterio de lo que se pretende. Recuperar lo no aristocrático para darle fiesta a los sentidos, y empezar a esa charla sorda de la gastro directa. Sardina ahumada con la atrevida armonía de la pera, y más parón de los sentidos. En esta larga temporada de la verdura, aquí hay sitio de primera, al igual que las mojamas, salmón, o lo que toque según la joyería de las lonjas o dispensarios del producto.
Cuando William abre el armario líquido, se produce esa recoleta alegría de saber que cada botella lleva un mensaje. Y no hace falta haber escuchado a Police, para comprender que las etiquetas son sinónimo de vida. El ramillete de referencias está tan pensado que parece que espera al comensal. Las pocas mesas que tienen la fortuna de ser atendidas en este bistró, y aquí no hay retóricas ni nomenclaturas forzadas, tienen la garantía de que este dueto hostelero lo da todo.
Puntúa un ravioli de espinaca de pura delicadeza, como un simple apionabo, o una no menos accesible ensalada de patata. Todo esto supone alegóricamente que la cocina es fruto de la inteligencia y del masaje ligero de las necesidades. Como no se juega al ajedrez de la alquimia culinaria, el resultado es tan equilibrado como amable. Hay tanta rica facilidad como despliegue de las sugerencias hedonistas. Vengan quieres vengan, y pasen por donde pasen, en Ita hay casa de refugio.
Bacalao o roast beef, postres de línea clara, no hay nada anómalo sin que se salga del tiesto. Quien prepara algo hermoso para que surja la chispa, merece jerarquía y admiración. La abuela estaría muy feliz, si supiera que con independencia de los escribanos y de las guías, hay una casa en Madrid, que tiene duende y guiño. Y está armada con la herencia emocional de una cocinera de raza.
En el mapa que se está conformando en una ciudad llena de ofertas insustanciales, por fin se ha plantado una bandera que nos va a suministrar esa dosis necesaria de cosquilleo en el estómago, antes de leer la prensa o el BOE, o ese ladrillo de oscuras intenciones. Ita y nuestros cómplices.
Ita Madrid
Dónde calle General Oráa, 42
Precio 40 euros
Las Notas
BODEGA 8
COCINA 8
SALA 8
FELICIDAD 8
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