Historia
El cráneo de Santa María de la Cabeza
Una santa de referencia en Madrid con una historia de fondo de devoción y entusiasmo popular por las reliquias
Madrid celebra, cuando toca -y también fuera del calendario- a vírgenes que, de antiguo, se llevan el devocionario popular. Ahí están la Paloma o la Almudena. Y sin embargo hay otra más desconocida para muchos, más «escondida» tras la «fama» de su marido, que pasa relativamente desapercibida. Y eso que, más allá de su festividad, que es tal que un 9 de septiembre, en este mes de noviembre, hace pocos días, exactamente el pasado 9 de noviembre, se cumplen años de su canonización por Benedicto XIV, en 1752.
Aquella mujer, para la que muchos es sinónimo de paseo o glorieta, se llamaba María Toribia. Lo de la cabeza vino después, a su muerte, pues se la conoce como Santa María de la Cabeza porque, un tiempo después de su fallecimiento, su cráneo fue colocado en un relicario en la ermita de la Virgen en el pueblo donde, supuestamente, nació. En ese sentido, algunos historiadores apuntan a Caraquiz, provincia de Madrid, en una fecha indeterminada entre finales del siglo XI y comienzos del siglo XII. Aseguran también que en Torrelaguna conoció a Isidro Labrador, que estaba huyendo de la conquista almorávide. La leyenda cuenta que, cada noche, María soñaba con la Virgen, quien conseguía cruzar el río Jarama extendiendo su manto sobre las aguas. Muchos milagros se obraron por su intercesión según apunta la Iglesia en sus escritos y resúmenes de la vida de los santos.
En la iconografía católica, Santa María de la Cabeza, esposa del patrono de Madrid, San Isidro del Campo, está de pie, en primer plano. Con una mano sujeta los pliegues de la falda; con la otra sujeta una vela- uno de sus atributos-, que simboliza su papel como cuidadora de la famosa ermita de la Virgen, por la que sentía especial devoción.
María Toribia, o de la Cabeza, fue enterrada por petición propia en la misma ermita donde llevó a cabo su retiro. Allí, se separó su cabeza del cuerpo y se expuso en el altar de la Virgen para ser venerada. Un comportamiento que a buen seguro hoy en día nos parecería cuando menos extraño... pero que en aquellos momentos no resultaba raro. A ella se le atribuyen diferentes milagros, relacionados la mayoría con la curación de dolores de cabeza. Algo por lo demás comprensible y de fácil entender.
María e Isidro tan solo tuvieron un hijo, Illán. Uno de los milagros más sabidos del santo es el de cuando el niño cayó a un pozo. Santa María rogó a su marido que lo salvase y al instante el agua del pozo subió milagrosamente hasta el brocal, llevando al pequeño sobre sus aguas intacto. Durante muchos años se creyó que este milagro había sucedido en la casa de Iván de Vargas en el solar que hoy ocupa el Museo de San Isidro, hasta que las excavaciones arqueológicas realizadas en ese lugar en los años 90 demostraron que el pozo pudo ser muy posterior al tiempo de San Isidro. Un estudio realizado recientemente aclaró el lugar exacto donde sucedió el milagro: en la Morería Vieja, en el actual Colegio de San Ildefonso de Madrid. Dentro de este entusiasmo por las reliquias, como apuntábamos, algo que de antiguo fue siempre un gran negocio, nos topamos más recientemente con la anécdota de un individuo que en 1995 trató de vender varios huesos, supuestamente pertenecientes a la santa madrileña en el Rastro, a escasos metros de donde vivieron María y su marido Isidro. Para pasmo de los agentes, que pese a estar curados de espanto aún mantienen su capacidad de asombro, el hombre les dijo que aquellos restos provenían de una arqueta en la que podía leerse «Reliquia de Santa María de la Cabeza». Un trasiego de huesos que, más allá de las dudas sobre su autenticidad, no oscurecen la devoción que inspiró esta santa entre el pueblo, durante siglos.
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