Fuera de plano
El «flower power» de Díaz Ayuso: KO a Villacís un año después de la caída de Casado
En el PP ya se preparan para afrontar la efeméride de la batalla Génova-Sol. Fue el 23-F. Al día siguiente, Rusia invadió Ucrania. Ni para un funeral dio tiempo
A las puertas de cumplirse un año de la caída de Pablo Casado por las tensiones con Isabel Díaz Ayuso, la imagen de la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha ido agrandando a cuenta de dar la batalla ideológica contra las políticas del Gobierno y también de dejar constancia de quién manda en el PP de Madrid: ella y solo ella. Si la guerra por controlar las siglas madrileñas le costó el puesto a Casado, un año después, es la vicealcaldesa del Ayuntamiento, Begoña Villacís, quien ha sufrido las consecuencias de puentearla en su intento por hacer de «corriente» naranja en las filas populares. Tras el «no» de la presidenta a su inclusión en el PP de Madrid, el crédito político de Villacís ha cotizado a la baja a la misma velocidad que sube el «flower power» de Ayuso.
No se sabe a ciencia cierta qué ocurre en el PP de Madrid cuando se aventura el buen tiempo, pero las podas se hacen por primavera. La líder popular fumigó a Villacís cuando simuló un brote de alergia a los naranjas. Desde entonces, la vicealcaldesa no ha levantado cabeza. La errática estrategia le ha pasado factura en su partido, que no ha avalado con votos su candidatura a Cibeles. Pese a no lograr los 126 apoyos necesarios para ser aclamada candidata, lo será gracias al dedazo que le otorgan los estatutos de Ciudadanos, pero las posibilidades para ser fichada por Génova se difuminan. «Sin votos, no», es el resumen del sentir en la sede nacional de los populares donde se preparan para afrontar las crónicas de la efeméride de la batalla Ayuso-Casado. Fue el 23-F cuando el ex presidente oficializó el fin de su etapa al frente del PP. Al día siguiente, Rusia invadió Ucrania. Ni para un funeral dio tiempo. La casualidad jugó a favor de la lideresa y cerró la polémica tras ganar una guerra cruenta que le allanó el camino para ser la jefa del PP de Madrid.
Las cabezas de Aguado e Iglesias
Ya se había cobrado la cabeza del vicepresidente de Ciudadanos, Ignacio Aguado, su socio de Gobierno hasta la anterior primavera. La popular rompió el Ejecutivo y convocó elecciones ante la sospecha de una moción de censura en Madrid a semejanza de la que los naranjas preparaban en Murcia. Agrandó su figura fuera y, sobre todo, dentro de su formación, constatando que en eso de acabar con adversarios y compañeros de partido tampoco hay quien la gane.
«España me debe una. Hemos sacado a Pablo Iglesias de la Moncloa», manifestaba en marzo de 2021 al conocer que el entonces vicepresidente del Gobierno dejaba el Ejecutivo de Pedro Sánchez para concurrir como candidato a las elecciones a la Comunidad de Madrid. Tras el estrepitoso fracaso del morado y su abandono de la política, Ayuso volvió a felicitarse. «Me debéis dos o tres ya», dijo.
El consejero de Justicia de la Comunidad, Enrique López, conocedor de los antecedentes, ha convertido su previsible salida del Gobierno regional en eso de «que parezca un accidente». Consciente de su escaso peso político en el gabinete de Ayuso desde que apoyó a Casado frente a ella, ha anunciado que se da de baja en el PP para dedicarse a la actividad privada, adelantándose a un futuro cese que en Sol aventuraban para final de la legislatura. Su inteligente estrategia bien le podría abrir las puertas giratorias de la CEOE, por ejemplo. Si convierten a autónomos en altos directivos, a López podrían hacerle presidente de una Fundación, porque él lo vale.
El número de trabajadores autónomos en la región creció en 1.771 personas en enero, un 0,2 por ciento más que en el resto de España, según datos de la Comunidad. En la próxima estadística, la cifra contará con uno menos, el presidente de la patronal, Antonio Garamendi, que se ha autofichado como ejecutivo de alta dirección con un sueldo cercano a los 400.000 euros. No sabemos si su relación contractual será de fijo o fijo discontinuo de los que el Gobierno no acierta a desglosar en las cifras de empleo. Lo cierto es que Ayuso puede presumir de un contrato más en Madrid aunque solo sea para «regularizar la situación» del patrón, como exponen en la CEOE. La esperpéntica explicación merece una contundente respuesta de la vicepresidenta Yolanda Díaz. Además de estudiar la posible irregularidad del contrato, por si acaso era un falso autónomo, se espera que al menos también tope, como acostumbran en Moncloa, el sueldo de éste y el de la ex ministra Fátima Báñez, que se embolsa otros 240.000 euros dentro de la Fundación CEOE. «Tiene un punto de cara dura», reconocen empresarios de la órbita de la CEOE en Madrid. Más que un «punto», se podría decir que Garamendi tiene un «tramo alto» de cara dura, según la terminología utilizada en el sistema de cotización de los trabajadores autónomos. Estos afrontan desde este mes la subida de las cuotas porque él así lo quiso de acuerdo con el Gobierno de coalición, al que ahora le ha dado por atacar con los helados. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, al que creíamos congelado en el cajón de procesados, ha reaparecido para anunciar que prevé prohibir la publicidad de alimentos con azúcares y grasas, entre ellos los helados. Menos mal que no ha mencionado los churros, tan madrileños. Ayuso le hubiera devuelto a la nevera.
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