Cine
La hija del productor que desafió a Hollywood trayendo sus estrellas a Madrid
Andrea Bronston participa en el documental «Samuel: Hollywood vs Hollywood», sobre las producciones épicas que su padre rodó en España
A finales de los años cincuenta del pasado siglo, en el 49 del Paseo de la Castellana, en el Castellana Hilton (hoy Intercontinental), se alojaba un norteamericano de mediana edad, de origen ucraniano, y que se propuso llevar las estrellas de Hollywood al cielo de Madrid. Y lo logró. John Wayne, Charlton Heston, Sophia Loren, Rita Hayworth, Claudia Cardinale o Ava Gardner, entre una enorme pléyade, no solo pasearon por las calles de la capital, sino que trabajaron en algunas de las producciones más épicas de entonces: «Rey de Reyes» (1961), «El Cid» (1961), «55 días en Pekín» (1963), «La caída del Imperio Romano» (1964)... Todas ellas, rodadas en suelo madrileño. Renegado de la tiranía de los estudios, emprendedor y visionario, el productor Samuel Bronston (1908-1994), encontró aquí la libertad que no tenía en Hollywood. Los Estudios Chamartín se convirtieron en la sede de ese pequeño imperio que acababa de crear, con unas redes que se extendieron a otros puntos como Las Matas y Las Rozas. Una localidad, esta última, donde no solo hay una calle en su nombre; en el cementerio del municipio, hoy, reposan sus cenizas.
El pasado viernes se cumplieron treinta años de la muerte de Bronston, a los 85 años, en Sacramento (California). Bajo esta efeméride, se presentó, precisamente en el Hotel Intercontinenal, el documental «Samuel: Hollywood vs Hollywod», producido por Matas Films y dirigido por José Cabanach y Juan Antonio Tirado, y que se estrenará el próximo marzo. Se trata del mismo hotel en el que una recién nacida Andrea, hija del productor, daba sus primeros pasos vitales. Ahora, Andrea Bronston ha vuelto a los antiguos cuarteles de su padre para apoyar un documental no solo exhaustivo; también repleto de cariño y admiración.
«España es el mejor sitio del mundo, me he criado aquí y no me vuelvo ni muerta», dijo Andrea durante la presentación. Unas palabras que fueron alabadas por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que participó en el evento. «Nos ha dado una lección de lo que es el amor por España». Y es que, lo primero que sorprende al hablar con Andrea Bronston es su acento, tan de Chamberí como el propio Intercontinental. No en vano, como afirma ella misma en conversación con LA RAZÓN, el único período de su vida en el que no ha vivido en Madrid fue cuando comenzó la universidad. Después de ese impasse, regresó a nuestra ciudad, haciendo «pandilla» con Miguel Bosé y su hermana Lucía, y posteriormente, iniciando una relación sentimental con Camilo Sesto. «Soy más de aquí que la tortilla», asegura. Actriz de profesión, hace poco hizo un papel para una serie de televisión, y la directora se llevó un pequeño chasco cuando descubrió que su acento «guiri» era nulo, cuando el papel lo requería. Con todo, Andrea hizo gala de su profesionalidad y puso el acento yanqui que esperaban de ella.
Recuerdos de los primeros años, pocos, como todos a tan temprana edad. No en vano, acababa de nacer cuando se estrenó «Rey de reyes». «Correteaba medio desnuda por los pasillos, según cuentan». Fue al Colegio de Santa María del Camino –«el mismo que las infantas», apunta–. Y su primer recuerdo cinematográfico, lo tuvo durante el rodaje de «55 días en Pekín», que es la película que elige cuando la preguntamos por su favorita de Samuel. «No sé por qué ni a quién se le ocurrió. Nos disfrazaron de chinos a mí y a mi hermano, que tiene el mismo color de pelo que yo. Nos trajeron unos trajes brillantes y bellísimos, y unos sombreros con unas trenzas negras por detrás. Habría quedado mejor si nos hubieran hecho pasar por ingleses. Y sí recuerdo que nos soltaron por ahí durante el rodaje... con la orden de mi padre de que nadie nos filmara, por la pinta que teníamos», relata.
Aquel era un Madrid muy diferente al de ahora. «Ahora es pura inseguridad. Recuerdo estar sentada en la acera por la noche porque queríamos ir a una discoteca y no teníamos edad. Como no nos dejaban entrar, nos sentábamos en un bordillo esperando el autobús de vuelta. Y recuerdo mucha paz. Podías caminar por la calle, no te pasaba nada, nadie te miraba raro... Ahora es una inseguridad enorme. Y es una tristeza».
Si tuviera que definir la relación de Samuel Bronston con España en general, y Madrid en particular, esa es «aceptación» por parte de todos, madrileños y artistas españoles. «En Hollywood, llega un momento en el que te dejan de lado. No sabes ni con quién tratas. Él tenía problemas con los productores, no estaba de acuerdo con ciertas cosas, y quería hacerlas a su manera. Porque, aparte de productor, era un grandísimo director de casting, algo que no suelen ser los productores. Todas las personas, por muy pequeñitas que fueran dentro del equipo, le adoraban. Era amoroso con todo el mundo, saludaba a todos, hablaba hasta con la última persona del rodaje, y les echaba una mano si lo necesitaban. Era muy especial». Eso sí, como buen productor, tenía que tomar decisiones no siempre fáciles pero indispensables para que el resultado fuera el que creía más óptimo. «También era alguien que no tenía ningún reparo en despedir cuando había que hacerlo. De hecho, a uno de los directores lo despidió con su correspondiente cheque». Una referencia, esta última, posiblemente a Frank Capra, que fue reemplazado por Henry Hathaway durante el rodaje de «El fabuloso mundo del circo» (1964). «Era muy independiente: un doble Aries. Puedes imaginarte la personalidad fuerte que tenía», añade.
De hecho, durante la presentación del «Samuel: Hollywood vs Hollywood», se hizo referencia a las enemistades que se acabó granjeando por desafiar a los grandes estudios. Uno de los miedos de Andrea era que, alguien, en el documental, saliera a «ponerle a parir», algo que, felizmente, no ha ocurrido. Las acusaciones de evasión fiscal durante el tiempo que estuvo en Europa le valieron una condena que, en 1973, fue suspendida por el Supremo estadounidense. Ahora, con este estreno, sus artífices –que se desplazaron en estos tiempos de guerra a su pueblo ucraniano natal– y la propia Andrea esperan que el 2024 sea un «Año Bronston»: un quizá breve pero intenso periodo de tiempo en el que los madrileños no tuvimos que alzar la vista para ver estrellas.
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