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El norte de África tiene miles de vidas para Alaine

La fundación que creó junto a su familia lleva el nombre de su hija mayor, que falleció de cáncer a los 16 años y cuyos ideales les inspiraron

Ramón Herrera, fundador de la fundación Alaine.
Ramón Herrera, fundador de la fundación Alaine.Gonzalo PérezLa Razón

“Para nosotros la transformación nació de un drama muy grande: nuestra hija mayor, Alaine, que entonces tenía 16 años, falleció víctima del cáncer”. Así recuerda Ramón Herrera el inicio de lo que sería su nueva vida. “Como padre, lo que pretendes es que tus hijos te sobrevivan, y, al ver que esto no es así, todo cambia”. A ellos, “afortunadamente”, se les ocurrió la idea de que lo que siguiera vivo fuera la esencia de Alaine, que fuera “una forma de trasladar su espíritu a algo tangible”.

Lo que nació de esta idea fue una fundación que lleva el mismo nombre que su hija, y cuya sede no es otra que la casa familiar, en Tres Cantos.

“Alaine tenía una manera de ser que supongo, es como la de casi todas las chicas jóvenes, pero tenía una manera particular de ver la vida entre lo justo y lo que no era justo. Alaine no entendía la diferencia de oportunidades que viene marcada por ser hombre o mujer, eso le fastidiaba mucho, pero tampoco entendía la diferencia de oportunidades de futuro que existen si eres blanco o eres negro, o si has nacido en un sitio o en otro”, explica Ramón. “Ella quería que todos los niños y niñas pudieran tener todas las mismas oportunidades de futuro”, continúa. Por eso, “decidimos que esa fuera la misión de la Fundación Alaine: crear oportunidades allí donde no las hay”. Así llegaron a “uno de los rincones más más olvidados del planeta, el África Occidental”. Concretamente, el norte de Benin. Y empezaron a trabajar en esta zona rural, impulsando la creación de escuelas de educación primaria e institutos.

“Empezamos a financiar infraestructuras, y, en seguida, trabajando en el terreno, nos dimos cuenta de que había otras cosas que eran absolutamente imprescindibles si queríamos generar esas oportunidades de futuro”, señala. En este sentido, por un lado, estaba la salud materno-infantil más básica, sobre todo la nutricional, y, además, la promoción de la mujer, ya que “nos dimos cuenta de que si las mujeres no estaban lo suficientemente emancipadas, las familias no contaban con los recursos necesarios, y, si era así, estos niños y niñas no iban a ir a la escuela por mucho que hubiera una a dos pasos, sobre todo porque tienen que encargarse de cosas de casa, sobre todo las niñas, que son las primeras que dejan el colegio”. Esta es, dice Ramón, una forma de perpetuar “un modelo que está condenado a la supervivencia y que, a su vez, constituye una de esas barreras al desarrollo que Alaine quería eliminar”.

La Fundación Alaine empezó a trabajar en 2007, y para 2009 ya habían llegado a ese diseño global de los ámbitos de trabajo en el que la educación, la salud materno-infantil y la promoción de la mujer son la base. “Ahora ya llevamos 16 años trabajando en Benín, y en 2011 empezamos también en Níger, porque, aunque son dos países, se trata de una zona perfectamente homogénea en la que habitan las mismas etnias”. Una de las cosas que tuvieron clara desde el principio fue, precisamente, que todas las donaciones que recibieran iban a ir destinadas íntegramente a los proyectos. “Después de 16 años nos sentimos orgullosos de que esto siga siendo así, y, evidentemente, esto nos obliga a contar con un buen grupo de voluntarios que, además, son personas profesionales, en muchos casos prejubilados que con una importante experiencia en sus empresas y que, sin embargo, siguen con ganas de trabajar, de hacer cosas”, explica Ramón. “Vivimos en un mundo donde las empresas se cansan muy rápido de sus empleados”, añade. Algo que a Alaine seguramente también le habría parecido una injusticia y que, de otra manera, la fundación puesta en marcha por su familia también solventa.

Con los años, esta iniciativa ha llegado a manejar entre 30 y 35 proyectos anualmente. “Ahora mismo, el 50% del presupuesto va destinado a proyectos relacionados con la educación de los niños y niñas; y el otro 50% se reparte entre iniciativas relacionadas con la promoción de la mujer y la salud materno-infantil”, explica Ramón. “En la fundación hemos decidido no tener gasto de estructura, y, por tanto, tampoco en marketing o publicidad. Por eso lo que tratamos siempre es que nuestros socios y colaboradores cuenten quiénes somos a sus amigos y conocidos”, añade. Por eso, durante este mes y el próximo van a hacer distintas cenas solidarias en ciudades como Santiago de Compostela (20 de octubre), Bilbao (17 de noviembre) y Madrid (24 de noviembre), que les permitirán obtener fondos para esos proyectos que, más de una década después, siguen manteniendo lo que fue Alaine con vida.

Sin publicidad ni marketing, solo hechos

La Fundación Alaine nunca ha tenido gastos de estructura. Y eso significa, además, que no invierten en marketing y publicidad. «Lo único que pedimos a quienes nos conocen es que cuenten lo que hacemos a amigos y conocidos». Lo que sí hacen son eventos para darse a conocer en un ambiente distendido, y este otoño viene plagado de ellos. Por ejemplo, el próximo 20 de octubre celebrarán una cena solidaria en Santiago de Compostela, y los días 17 y 24 de noviembre en Bilbao y Madrid, respectivamente. Pero antes, el próximo miércoles, 11 de octubre, celebrarán un concierto en la sala Moby de Madrid, en el que The Loitte Band tocará las canciones más emblemáticas de los 80 y 90.