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San Isidro

El taller que da una nueva vida al traje de chulapa

Carmen 17 es el epicentro de una revolución textil que mira a la tradición sin renunciar al presente

A pocos pasos de la Puerta del Sol, en la calle del Carmen, todavía se escucha el eco del Madrid más castizo. Entre souvenirs y grandes cadenas, resiste Carmen 17, un taller que durante los días previos a San Isidro hervía de actividad. Allí, aguja, hilo y algodón dan forma al único lugar en Madrid donde se hacen trajes de chulapa a medida desde cero. Pero no son los de siempre. «Siempre ha habido una inquietud por afinar el traje tradicional de chulapa. Carmen 17 lleva 12 años, pero fue hace siete que empezamos a pulir la idea a raíz de un encargo», cuenta a este periódico Arancha Rodrigálvarez, cofundadora y diseñadora de la marca. «Pensé, ¿qué podíamos poner o quitar? ¿Qué podíamos modelar de forma diferente?».

Así empezó una búsqueda que ha desembocado en una propuesta única: un traje de chulapa en dos piezas, con diseños personalizables, tejidos transpirables y estampados que se alejan del canon. «Nuestra propuesta tiene dos piezas: cuerpo y falda. Eso permite versatilidad. Puedes ponerte el cuerpo con un pantalón o la falda con otra blusa. Mientras que en el cuerpo ofrecemos dos opciones, una con flecos, un guiño al mantón de Manila, y otro más encorsetado, evocando al tradicional».

Si algo define a Carmen 17 es su voluntad de conectar con el presente sin romper con el pasado. Por eso, cada traje nace del diálogo. «Hemos eliminado la manga de farol típica y la hemos sustituido por una manga tipo origami farolillo. Es más festiva y ligera. Además, trabajamos en algodón, que transpira, y con muchísimos estampados, vamos más allá de los lunares, las flores o los estampados lisos. Usamos todo lo que el diseño textil actual nos ofrece. Y es por eso por lo que vienen a nosotras. La gente busca algo más». Este año han preparado unas 60 piezas: desde cuerpos, faldas y mantones hasta limosneras, gorras y chalecos. Pero dentro de todo ese proceso hay espacio para la sorpresa. «Este año una chica nos pidió unas mangas desmontables, que no lo habíamos hecho nunca. Nuestra propuesta es de manga corta, pero tiene sentido: si hace frío te las pones, si no, te las quitas. Nos pareció curioso y lo hicimos, estamos abiertas a cualquier propuesta que venga de nuestros clientes».

En el taller, todo empieza con un mensaje a través de la web. «Se concierta una cita. Como son trajes a medida hay que tomar medidas, cerrar el diseño, buscar telas… A la semana hacemos una primera prueba, luego otra de ‘‘fitting’’, y en semana y media más, puede estar listo. Aunque solemos dar un mes de media, según la carga de trabajo. Después de tantos años lo tenemos ya masterizado». Pero ambas son defensoras de que esto no sería posible si no fuera un diálogo constante con sus clientas. «Nos dicen lo que quieren, lo que imaginan, y nosotras proponemos y adaptamos. Escotes, flecos, corsés… Todo se decide en esa primera cita. Ahí nace cada traje, cada historia», cuenta.

El circuito de materiales es también local. «Compramos en Julián López, aquí en el barrio. Bordamos en Xutchill, en la calle Fomento. Vamos a Pontejos, a cinco minutos del taller. Hay una resistencia silenciosa de pequeños comercios que aún se mantiene a duras penas. De la cantidad de establecimientos que había antes, queda muy poco. Donde está ahora el Museo del Fútbol antes había una tienda de mantones de Manila. Y donde había una tienda de abanicos y paraguas muy especial, ahora es una tienda de souvenirs. Por eso, lo que queda, hay que cuidarlo», recuerda.

Chulapas de hoy

Aunque en sus primeros años el perfil de clientela era mayor, este año han notado un crecimiento en clientas jóvenes. «Estudiantes, chicas madrileñas y de fuera. Gente que se quiere vestir de chulapa pero no se sentía identificada con el traje tal y como era y buscan algo con lo que se identifiquen, que puedan defender o algo más acorde a su personalidad», explica. En Carmen 17 también hacen trajes para hombre, especialmente chalecos. Y ahí las posibilidades creativas no se quedan atrás. «Ofrecemos bordados en la espalda: una rosca de claveles con una palabra o frase en el centro. Ahí pueden bordar desde una broma hasta una reivindicación o una frase muy castiza. Es una manera de personalizar nuestras creaciones».

San Isidro y La Paloma siguen siendo fechas clave, pero ya no son las únicas. «En estos dos últimos años ha sido un no parar. Es cierto que ya no se concentra todo en mayo o agosto, durante todo el año tenemos algún traje de la chulapa en la cola de creaciones. Incluso hay gente que se casa vestida de chulapa. ¡Y no solo una! Ya llevamos por lo menos cuatro bodas. Parece que empieza a ser tendencia», señala.

La historia de Carmen 17 comenzó con una casualidad. «Mi socia, Sofía Nieto, es licenciada en figurinismo y escenografía por la RESAD. Yo venía de Inglaterra, me había formado en moda. Nos conocimos porque ella buscaba alguien que le confeccionara un diseño para teatro. Empezamos haciendo vestuario escénico». De ese encuentro nació una colaboración que se ha mantenido hasta hoy. En plena pandemia, cuando todo parecía paralizado, lanzaron oficialmente la marca Carmen 17. «Ya teníamos el dispositivo montado, así que decidimos lanzarla. Ha sido una labor de fondo, de resistencia. Siempre hay crisis, pero hace doce años, cuando empezamos, la situación era muy difícil. Comenzamos desde abajo, no era época de bonanza, pero aquí seguimos». Desde entonces han trabajado para teatros como el Centro Dramático Nacional, el Valle-Inclán o montajes como «Cruz de Navajas», con vestuario teatralizado al ritmo de Mecano. Además, tienen una línea propia llamada Jacaranda, donde colaboran con otros artesanos, y también imparten formación.

«Nuestra marca es pequeña, y eso es algo que cuidamos. Nos mueve la sostenibilidad. No hacemos stock, cortamos según el pedido. Trabajamos con materiales comprometidos, como el tencel, que tiene un bajo impacto ambiental porque se recicla el agua. Todo lo que hacemos va en armonía: los encargos teatrales, las clases, la marca…», asegura. En tiempos de modas efímeras y consumo rápido, Carmen 17 demuestra que hay espacio para una moda con raíz, pensada y sentida. Y este San Isidro, muchas chulapas han caminado por Madrid luciendo ese equilibrio entre lo de antes y lo de ahora. Porque vestirse de chulapa, cuando el traje lo sientes tuyo, es también una forma de celebrar quién eres.

Desde el siglo XIX

El traje de chulapa es una de las imágenes más icónicas del Madrid festivo. Su origen se remonta al siglo XIX, cuando los barrios populares de la capital –como Lavapiés, Chamberí o Malasaña– comenzaron a forjar su identidad a través de la música, la comida, el habla y también la vestimenta. Las mujeres acudían a las verbenas con vestidos ceñidos, blusas con volantes y el clásico mantón de Manila sobre los hombros. En la cabeza, un pañuelo blanco y una flor roja completaban el conjunto. Durante gran parte del siglo XX, esta indumentaria se mantuvo como un símbolo entrañable del Madrid más tradicional, aunque relegado casi exclusivamente a las fiestas patronales. Hoy, sin embargo, vive un renacer entre generaciones más jóvenes, que lo reivindican como expresión de orgullo local y forma creativa de conexión con sus raíces.