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Opinión

Los toldos de Sol

No comprendo cómo habiendo estudiado tanto y trabajado en decenas de proyectos no se les ocurre pensar que ese espacio necesitaba sombras

Instalación, el pasado martes, de toldos en la Puerta del Sol Jesús G. FeriaPHOTOGRAPHERS

Este caminante no entiende que los urbanistas que diseñan nuestras calles se olviden de los que viven en ellas. El último caso es la Puerta del Sol. Ya podemos ver los primeros toldos salvavidas que evitaran que a más de uno le dé un soponcio en las horas en las que el sol quema. Los que idearon la plaza más conocida de España son gente formada y con gran imaginación y por eso el Ayuntamiento los elige. No comprendo cómo habiendo estudiado tanto y trabajado en decenas de proyectos no se les ocurre pensar que ese espacio necesitaba sombras. La Puerta del Sol, a determinadas horas, parece el horno andaluz de Córdoba, Andújar, Écija o Sevilla, considerados los puntos más calurosos de España. A los diseñadores no se les ocurrió colocar nada verde que sirviera para dar sombra y color a nuestras vidas. La plaza es una variante de esa moda del siglo XX llamada arquitectura brutalista que consiste en construir con hormigón, un buen elemento gris, aburrido, soso, y no resalta la propia belleza del kilómetro cero. A este caminante le gusta la arquitectura y no entiende esa tendencia que carece de personalidad en beneficio de la utilidad. Hace algunos años que a los técnicos les dio por ahogar los árboles, y cientos, me atrevo a decir miles, fueron encerrados en cemento que parecía que los ahogaba. Estoy seguro que si a los ciudadanos nos hubieran propuesto ideas tendríamos un Sol más vivo, con más color y más plaza. Los sabios del ladrillo están encerrados en sus propias formas y no tienen en cuenta que esa plaza es un lugar con historia, para el encuentro y con el sol que caía era una plaza prohibida.