Guerra de Ucrania

De Ucrania a Colmenar Viejo: la nueva vida de Volodymyr

Es uno de los 55 refugiados ucranianos con enfermedad mental que vive desde hace más de un año en una residencia para la tercera edad de la Comunidad

Refugiados ucranianos con enfermedades psiquiátricas son atendidos en la residencia de Mayores ubicada en Colmenar Viejo. © Jesús G. Feria.
Refugiados ucranianos con enfermedades psiquiátricas tratados en la residencia de Mayores de Colmenar Viejo.©Jesús G. FeriaFotógrafos

A sus 59 años, Volodymyr está aprendiendo español. Y lo cierto es que, aunque dispone de una traductora, no le hace falta para hacerse entender ni para entender las preguntas de este periódico. No es la primera vez que, desde que llegó a España, ha tenido que contar su historia, aunque, una vez más, no puede retener la emoción al hacerlo. Volodymyr es ucraniano, economista especializado en grandes empresas relacionadas con el fútbol –llegó, incluso, a trabajar para la FIFA con futbolistas de su país y africanos– y es también padre de familia. Pero, mientras su mujer y sus hijos continúan en Kiev, Volodymyr está en Madrid desde hace algo más de un año, ya que es parte del centenar de refugiados que llegaron desde una residencia psiquiátrica de Donetsk, una de las más castigadas por la guerra, en abril de 2022. “Una de mis hijas estudia Derecho”, dice, orgulloso y dejando entrever el dolor y la preocupación por su familia. Volodymyr, sin embargo, ha encontrado en Madrid no solo un lugar donde estar a salvo, sino, también, un hogar. Aunque, por cómo se entrecorta su voz al hablar, su corazón sigue junto a quienes ama y que se han quedado en Kiev.

Aunque Volodymyr era residente en una institución psiquiátrica en Ucrania, lo cierto es que, tal como señala Goyi Hurtado, directora de la residencia de mayores de Colmenar Viejo en la que ahora vive, “puede llevar una vida prácticamente normal”. Ahora, de hecho, Volodymyr trabaja en una gran empresa en la capital como limpiador, aunque reconoce que le encantaría “volver a trabajar en el mundo del fútbol, pero ahora mismo no se ha dado la oportunidad” y, ahora mismo, para él lo más importante es “poder enviar dinero” a su familia. Se declara, a su vez, “fan del equipo del equipo de Colmenar Viejo y de Aravaca”.

“Llegaron el 22 de abril de 2022. Estábamos haciendo una remodelación de la cuarta planta, así que coincidió que estaba vacía y podíamos adaptarla. En ese momento, el Ministerio solicitó ayuda a la Comunidad de Madrid para dar una solución residencial a un grupo de refugiados ucranianos que llegarían provenientes de un centro psiquiátrico de la provincia de Donetsk, una de las más castigadas por la guerra”, explica Hurtado. “Venían 110, de los cuales 55 se han alojado aquí, todos ellos con enfermedades psiquiátricas, todos ellos varones entre los 30 y los 70 años”, continúa.

La invasión rusa en Ucrania, cuando este grupo de refugiados llegó a Madrid, había estallado apenas dos meses antes. Sin embargo, sus consecuencias eran ya muy graves en Donetsk. Tanto, que hubo que desalojar a los residentes y trasladarlos. “Es cierto que la enfermedad de la mayoría de ellos se manifiesta de forma muy residual”, subraya Hurtado. Es decir, “a lo mejor tienen una esquizofrenia, pero, como toman su medicación pueden hacer una vida absolutamente normal”. Sin embargo, eso no lo sabían cuando llegaron. “Tuvimos ayuda de todo el mundo: Cruz Roja, Ayuntamiento, Protección Civil… porque no sabíamos cómo iban a llegar. Claro, tuvimos que montar todo un dispositivo porque la poca información que teníamos de ellos venía en cirílico y apuntada rápidamente en un trozo de cartón, así que tuvimos que traer psiquiatras, traductores, psicólogos… para que nos contaran lo máximo posible”, explica Hurtado, que recuerda, sobre todo, que pronto se dieron cuenta de que los nuevos residentes del centro “tenían una sensación de miedo a lo desconocido tan grande como la que teníamos nosotros”. “No soltaban las pocas cosas que tenían”, asegura, aunque “esa misma noche ya les instalamos en la planta y poco a poco fueron viendo que lo que queríamos era cuidarles”.

A día de hoy casi todos ellos tienen levantado el internamiento judicial, de manera que pueden entrar y salir de la residencia. Asimismo, actualmente las medidas de apoyo las tiene la Agencia Madrileña para el Apoyo a las Personas Adultas con Discapacidad (AMAPAD), todos tienen su NIE y legalizada su situación legal, médica… “Algunos de ellos, como Volodymyr, ya trabajan y ganan su propio sueldo, y de los demás, económicamente se hacen cargo la Comunidad de Madrid y el AMAPAD”, puntualiza Hurtado. Sin embargo, más de un año después, muchos siguen siendo reticentes a contar lo que han vivido. “A lo mejor, si tienen más feeling con una educadora, se lo cuentan”, dice Hurtado. “Por ejemplo, hay un chico que se llama Nikolaj que, el día que vino la policía para tramitarles la documentación, solo quiso hablar conmigo. Ya están acostumbrados a ver que yo les cuido, así que soy una referencia medio buena”. Mientras hablamos, cada uno se dedica a sus actividades: unos, como Volodymyr, van a clase de español. Otros juegan a las cartas. “A mí han intentado enseñarme, pero todavía no lo han conseguido”, bromea Hurtado mientras les saluda con alegría. “Lo que más hacen ahora mismo son las clases de español, porque es lo que les va a permitir integrarse de una forma efectiva, pero cada educador, con su grupo de residentes, va haciendo muchas actividades”. Tienen, así, una de jardinería, en la que ellos mismos están arreglando una parte del jardín de la residencia y desarrollando un proyecto para poder hacer compost. Hacen también actividades deportivas, senderismo, en verano van a la piscina, juegan al futbol o al baloncesto. “Cada uno con su grupo dirige sus actividades a lo que necesitan, todo orientado a la educación social”, dice Hurtado. Los fines de semana también hay educadores, y, por ejemplo, van a museos. “Tenemos algún residente que, como pueden entrar y salir, hay uno de ellos que es profesor de historia y, de vez en cuando, dice que se va al Museo del Prado y se pasa el día ahí. O se van a dar un paseo, o a tomar un café…”.

Asimismo, señala que en la residencia en la que vivían en Ucrania no todos estaban tutelados, y los que lo estaban era por el director del centro. “Sí que nos manifiestan que salían, hacían su trabajo de forma habitual, quedaba con sus novias, y volvían a la residencia para dormir”. Era, además, un centro relativamente grande, pero lo cierto es que algunos de ellos se conocían. “Incluso algunos eran compañeros de habitación allí”.

En cuanto al resto de residentes, Hurtado señala que “al principio fue como que se preguntaban “¿quiénes son estos?”. Los abuelos estaban un poco desconfiados, pero, con el tiempo, ha habido muy buena integración, sobre todo porque ellos intentan colaborar”. Por ejemplo, “cuando estuvimos subiendo y bajando sus muebles, muchos de ellos nos ayudaban. Primero, para que ellos tuvieran una actividad y se sintieran parte, que se involucrasen un poco en el centro”. Ahora, además, “quieren hacer un piloto con la cafetería, cuyo concurso se quedó desierto. Están intentando abrirla ahora en enero, pero claro, mientras tanto los abuelos no pueden ir a comprar, y muchos de ellos no pueden bajar al pueblo. Por eso, entre las trabajadoras sociales están intentando poner en marcha un piloto para que cada residente tenga a su ucraniano que le pueda ir a la compra, de tal manera que, a través de este trato de favor, estén un poco más implicados entre ellos. Además, se van haciendo actividades para que participen todos”.

La residencia de Colmenar Viejo en la que nunca imaginaron vivir, se ha terminado convirtiendo, tal como asegura Volodymyr, “en nuestra casa”. “La directora, los enfermeros, educadoras, limpiadoras… todos han sido muy amables con nosotros”, añade. Pero lo que más aprecia de haber llegado a España es que es “un lugar muy tranquilo”. Antes de despedirse, y conmovido, Volodymyr muestra unas palabras escritas en su móvil. Es importante para él que las traslademos a quienes lean su historia: “Quiero desear a los españoles que siempre haga sol en vuestras casas para que nunca sepáis qué es la guerra. España, gracias por todo”.