Innovación

El vivero de Vallecas que «bendice» a las start-ups

Centenares de empresas emergentes han pasado a lo largo de los últimos años por este centro municipal, que les brinda apoyo y un primer empujón

Vivero de empresas de Vallecas. Luis Carlos González, de la empresa Supergiz.
Luis Carlos González, responsable de Supergiz Salud, experta en prótesis a medidaGonzalo PérezLa Razón

Muy cerca de la Asamblea de Madrid, en la vallecana calle de la Diligencia, un enorme espacio de 4.000 metros cuadrados reúne de forma diaria, en horario de 8:30 a 21:30, a más de un centenar de personas. Fichar, no fichan, pero trabajan. Y mucho. Pertenecen a al menos una veintena de empresas independientes entre sí. Algunas de ellas, en fase embrionaria; otras, facturando ya importantes sumas. «Si no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos. Steve Jobs», puede leerse en la pared de una de las numerosas dependencias del recinto. El aforo está completo: no cabe una start-up más. Nos encontramos en el Vivero de Empresas de Vallecas, donde muchas compañías dan sus primeros pasos antes de dar el salto. En los quince años transcurridos desde su creación, centenares han pasado por sus oficinas.

Se trata de uno de los espacios pertenecientes a la red de Viveros de Empresas de Madrid Emprende, dependientes del Área de Innovación y Emprendimiento del Ayuntamiento, con el concejal Ángel Niño a la cabeza. En lo que respecta al vivero de Puente de Vallecas, su directora, Ana Asensio, nos guía a lo largo y ancho del recinto: espacios comunes, salas de reuniones, la «preincubadora» –reservada para aquellas compañías en su etapa inicial– y, por supuesto, los despachos, en los que las más asentadas ya desarrollan sus proyectos, bajo un alquiler de precio público. Alrededor de cinco años de media de apoyo y acompañamiento en un un lugar «donde van a recibir toda la ayuda que necesiten para sacar adelante su negocio», apunta Asensio.

«Buscamos atraer talento no solo de España, sino de cualquier parte del mundo, y esto pasa por darles un servicio integral a todos los emprendedores. Son muchos años de trabajo, pero, sobre todo, es mucho trabajo por parte del Ayuntamiento de Madrid de cara a formarlos y convertirlos en empresarios que acaben generando y atrayendo empleo de calidad a la ciudad », añade Ángel Niño.

Vivero de empresas de Vallecas. David Gordo, CEO de Komorebi (de pie).
Vivero de empresas de Vallecas. David Gordo, CEO de Komorebi (de pie).Gonzalo PérezLa Razón

Desde el CSIC

Tal es el caso de Komorebi. Como relata a LA RAZÓN su CEO, David Gordo, la empresa nació como un «spin-off» del CSIC, y más concretamente, del Instituto de Ciencias Matemáticas, donde David y otros compañeros desarrollaban proyectos relacionados con la inteligencia artificial. Ingresaron en el vivero el pasado verano y están en proceso de contratar a cuatro personas más, de manera que esperan llegar a una veintena de trabajadores. Entre sus clientes se encuentran el Grupo Quirón, la Fundación BBVA y Satlink. Esta última, una empresa líder mundial de soluciones tecnológicas para el sector pesquero y con la que ahora colaboran en la creación de unas boyas capaces de predecir si hay atún o no en sus alrededores, lo cual supondrá un ahorro energético a los barcos. «Trabajar en el vivero nos da muchas facilidades de espacio, algo que suele ser complicado para empresas emergentes, y muchísima flexibilidad. Del mismo modo, este ecosistema permite sinergias y contactos», opina David.

Vivero de empresas de Vallecas. Jesús Piñeiro, de Active Data, junto a su hijo.
Vivero de empresas de Vallecas. Jesús Piñeiro, de Active Data, junto a su hijo.Gonzalo PérezLa Razón

De profesor a emprendedor

En el mismo pasillo, pero en frente de Komorebi, Jesús Piñeiro nos recibe en su despacho de Active Data. Jesús, ingeniero y profesor en la Facultad de Informática de la Pontificia de Salamanca, lleva más de 30 años trabajando en este campo. Sin embargo, fue en 2019 cuando decidió llevar las riendas, correr riesgos y liderar su propio proyecto. Y es que, aunque siempre es un camino incierto, el sendero del emprendedor es, sin duda, emocionante. «Varios de los proyectos que hemos sacado adelante han partido siempre de una pregunta: “¿Creéis que sería posible hacer...?”. Y a partir de ahí, le hemos dado una vuelta y hemos empezado», asegura.

Acompañado de su hijo, también llamado Jesús y encargado de la parte de análisis de datos, comenta que ya han colaborado con Dragados, con OHL, con BP y con Axis, entre otras, aportando soluciones e innovaciones en materia de consultoría y peritajes. «Estar aquí nos ayuda muchísimo. Cuentas con unas instalaciones en condiciones que te permiten trabajar muy a gusto. Por ejemplo, si tienes que recibir a alguien para el que debes hacer una presentación. Pero es que, además, ya entras dentro del ecosistema del Ayuntamiento. Todo esto te posiciona muy bien con vistas a tener sinergias con otros emprendedores», añade Jesús. De hecho, no es extraño que las compañías del vivero, si bien cada una son «de su padre y de su madre», establezcan conexiones entre ellas. Una por cierto, se encuentra en el despacho 110. Su nombre, Supergiz.

30.000 personas les necesitan

Un primer vistazo a la oficina de Luis Carlos González, responsable de Supergiz Salud, nos haría pensar que estamos dentro de un taller artesanal de juguetes. Y de un modo poético, podríamos decir que es así: gracias a esos artilugios, niños, jóvenes y mayores van a poder jugar con una pelota, tocar una guitarra o montar en bicicleta. Pero lo que pueblan las mesas no son juguetes: son prótesis que vienen a rellenar el hueco que han dejado accidentes o malformaciones genéticas, muy específicas y, por tanto, imposibles de obtener si no son a medida del usuario. Alrededor de 30.000 personas en nuestro país precisan de una prótesis de estas características. «Cubrimos un hueco que las prótesis no cubren en el mercado, porque solo las hay para personas que han perdido la mano completamente. Sin embargo, algunos necesitan cubrir solo unos dedos, o la palma de la mano. Y esas personas están desamparadas», afirma Luis Carlos.

Mientras hablamos, suena de fondo un zumbido suave. Se trata de una impresora 3D, creando en ese mismo instante un «gadget» especial para poder jugar a juegos de pelota. Esta tecnología revolucionaria ha permitido, como relata Luis Carlos, que una niña de ocho años que había perdido los brazos pudiera volver a coser, una pasión que comparte con su madre. Historias como esta son corrientes en el día a día de Supergiz, donde ya han desarrollado más de 30 diseños personalizados.

Su empresa la conforman seis personas que constituyen un grupo multidisciplinar. En su caso, además, el emprendimiento se produce en un campo especialmente delicado: la salud. Certificaciones, varios estudios clínicos –«uno de ellos de 40 casos–»... «Nos hemos tenido que autofinanciar. Ni banca clásica ni social quieren invertir hasta que tú termines. Hemos ganado concursos, somos la primera empresa social de España, tenemos contactos con inversores... Pero emprender en este campo es difícil. Es mucho esfuerzo... y mucha ilusión», concluye Luis Carlos.