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Medio Ambiente
Calentamiento Global
Hace varias semanas, en esta sección de «Planeta Tierra», llegábamos a la conclusión de que hemos de llegar a la armonía entre los humanos para asegurar una paz perpetua entre nosotros.
Para lo cual es necesario evitar tanto gasto militar y, asimismo, no entrar en la desglobalización económica del mundo, que serían dos grandes desastres, según vimos la semana pasada. Hoy me referiré al tercer enemigo de la armonía, que es el calentamiento global: el aumento de temperatura en el planeta, por el efecto invernadero que se genera en función de las emisiones de CO2 y otros gases, que suben la temperatura media más allá de lo normal en nuestro viejo y hospitalario hábitat.
Porque, ciertamente, en la Tierra necesitamos calentamiento global, porque si no, no habría vida, como en la inmensa mayoría de los exoplanetas explorados donde la temperatura media puede caer a -20º y todavía más, imposibilitando cualquier forma de vivencia. Sobrepasar en más de dos grados los quince de media de los tiempos preindustriales del mundo es muy peligroso. Porque cambiaría todo, y si se llega a seis o siete grados en más se acabaría la propia vida, tal como hoy la conocemos. El cambio climático obliga, pues, a una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, cambiando el modelo energético y suprimiendo los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), en un gran cambio a las energías renovables (eólica, fotovoltaica, maremotriz, biomasa, etc.). El Acuerdo de París de 2015 se suscribió por todos los miembros de las Naciones Unidas, pero está lejos de cumplirse, y los grupos negacionistas de la alteración de la atmósfera contribuyen a la senda del desastre. Por eso es tan importante difundir los datos que científicamente suministra, yendo a peor, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que marca el horizonte límite del mayor problema que tenemos, incluso desde la óptica de la pandemia que aún nos acosa.
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