Medio Ambiente

La Covid-19 no detiene el cambio climático

La pandemia reducirá las emisiones de CO2 este año en torno a un 8%. Sin embargo, los efectos de la crisis climática siguen ahí: las olas de calor, los incendios o el deshielo se han intensificado también este 2020. Y es que, como dice la ONU, para detener el calentamiento global se necesita mantener este volumen de reducción al menos durante una década

Hasta 3.000 millones de personas podrían estar expuestas a la carestía de agua en el año 2050
Hasta 3.000 millones de personas podrían estar expuestas a la carestía de agua en el año 2050FERNANDO BUSTAMANTEAP

Decía la ONU hace unas semanas que durante el confinamiento por el coronavirus las emisiones de carbono han descendido hasta un 17%. Una reducción sin precedentes que, sin embargo, no detiene la crisis del cambio climático. Sólo como dato, sirva decir que en algún momento del «lockdown» los niveles han sido iguales a los de 2006. Eso da una idea de cuánto han aumentado solo en los últimos 15 años.

Y no lo detienen, explica la ONU, primero porque los niveles de emisiones ya se están recuperando. En junio, cada día eran ya equivalentes a las de 2019. Segundo, «tendrán un efecto muy limitado en la tasa de incremento de las concentraciones atmosféricas, dado que estas son el resultado de las emisiones actuales y pasadas y del período de vida sumamente prolongado de ese gas». «Las emisiones mundiales se habrán reducido en un 8% este 2020. Sin embargo, para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC, las reducciones de emisiones de esta magnitud deberían continuar durante las próximas décadas. Para ello se necesitarían medidas políticas independientemente de los efectos del COVID», explica Mar Gómez, doctora en física y responsable del área de meteorología de eltiempo.es.

Tampoco son buenas noticias las que arroja un estudio publicado este año en Earth System Science Data and Environmental Research Letters, que revelaba que las concentraciones de metano en la atmósfera también están aumentado. Hay que recordar que este gas es más potente incluso en su efecto de retener la radiación del sol y calentar la atmósfera. «En 2017, la atmósfera del planeta absorbió casi 600 millones de toneladas de metano, un 9% más que en los primeros años del siglo, cuando las concentraciones eran relativamente estables. En 2019 los niveles de metano aumentaron en su dato más alto en los últimos 5 años. De esta proporción la ganadería, la agricultura y los vertederos representan dos tercios mientras que la industria de combustibles fósiles, compuesta por petróleo, gas y carbón, contribuye al resto», especifican desde eltiempo.es.

La NASA publicaba hace escasos días una animación interactiva en la que se ve de forma gráfica cómo se ha ido calentando la tierra desde 1880. La temperatura global media ha subido más de 1º, pero es que desde 1975 el mundo se calienta a un ritmo de entre 0,15-0,20 º cada diez años. De hecho, la última década ha sido la más cálida desde que se tienen registros.

El principal responsable de dicho calentamiento, viene a recordar el estudio, es el hombre. Su actividad industrial ligada a la quema de combustibles fósiles es lo que ha desequilibrado el sistema natural de absorción del carbono de la Tierra. La ONU recuerda que «la última vez que los niveles de concentración de gases efecto invernadero fueron tan altos fue hace entre 2,6 y 5,3 millones de años, en la era del Plioceno, cuando había árboles en el Polo Sur y el nivel del mar era unos 20 metros más alto».

La temperatura media global sube provocando una cascada de efectos. «El deshielo de Groenlandia ha llegado al punto de no retorno. El agua procedente del deshielo aumenta el nivel del mar y, si este aumenta, las ciudades costeras se exponen a un grave peligro. Miles de personas se verán obligadas a desplazamientos y migraciones», dice Gómez.

La Organización Meteorológica Mundial afirma que los últimos cinco años la extensión de hielo del Ártico ha estado por debajo de la media y que el nivel del mar ha aumentado entre 1820 cm desde 1990.

También se están modificando las condiciones hidrológicas. «Desde principios hasta mediados de la década de 2010, unos 1.900 millones de personas vivían en zonas potencialmente sujetas a una grave carestía de agua. En 2050, esa cifra podría aumentar hasta los 3.000 millones. Por otro lado, para 2050, la cantidad de personas en riesgo por desbordamientos de ríos aumentará de 1.200 a 1.600 millones», dice la ONU. «Sabemos que el cambio climático está haciendo que los incendios sean más intensos y virulentos. Un claro ejemplo son los incendios forestales de California, que este año provocaron más muertes y destrucción que en todo 2019. Las predicciones muestran cómo, para gran parte del oeste de Estados Unidos, aumentar la temperatura media anual 1ºC supondría un aumento de la superficie calcinada media por año de un 600% para ciertos bosques», explica Gómez. Otros lugares como Filipinas o las islas del Pacífico están condenadas a desaparecer; las zonas del cuerno de África verán aumentadas sus ya abundantes sequías y en el sudeste asiático se vivirán inundaciones y olas de calor… y así un largo etcétera en el que no se salva nadie, ni siquiera España. Es más, la Península ibérica es el punto más afectado por el cambio climático dentro de Europa.

ElTiempo.es acaba de publicar un gráfico interactivo en el que se ven algunas de las consecuencias del cambio del clima en nuestro país. Madrid tendrá el clima de Marrakech en 2050. País Vasco perderá más de 200 hectáreas de la costa de Bizkaia por la crecida del mar. Andalucía superará los 45ºC durante olas de calor cada vez más frecuentes y de mayor duración, mientras Murcia registrará un 40% menos de recursos hídricos que ahora o mientras Baleares se convierte en el centro de la actividad tormentosa.

LA SOLUCIÓN, RESTAURAR

Las emisiones forman parte del ciclo de carbono pero los sistemas naturales no son capaces de absorberlo. «Desde la Revolución Industrial hasta ahora se calcula que se han emitido unas 1.000 gigatoneladas de CO2. Y al aumentar el carbono en la atmósfera también aumenta el del océano, acidificando el mar», explica André Junqueira, investigador de l Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Su grupo de investigación acaba de publicar un estudio en Nature en el que afirman que sólo restaurando el 30% de los ecosistemas en áreas prioritarias se reduciría el 49% de todo el carbono acumulado en nuestra atmósfera en los últimos dos siglos. Además, prevendría el 70% de las extinciones proyectadas. Es decir, resolvería parte de la crisis climática y de la de pérdida de biodiversidad. «Hemos creado una herramienta con tres criterios para decidir en qué lugares es mejor restaurar para que el retorno en términos de biodiversidad y secuestro de carbono sea mayor, mientras los costes de la restauración sean los menores. Identificamos que una de las mejores zonas es la tropical, porque además de la biodiversidad y del secuestro de carbono tiene muchas áreas deforestadas dedicadas a pastos o cultivos poco productivos», dice el investigador. Restaurar no significa volver a la situación original de esa zonas y echar a la gente, aclara, sino en restaurar las funciones ecosistémicas integrando las actividades humanas.

«Otras medidas de mitigación, por ejemplo, van desde mejorar la eficiencia energética y migrar a un modelo energético basado en renovables a fomentar el transporte público y la alimentación sostenible; reducir los combustibles fósiles y alcanzar la neutralidad de carbono. En cuanto a medidas de adaptación podríamos hablar de reforestar, diversificar cultivos para adaptarlos mejor a ecosistemas que hayan tenido problemas, desarrollar protocolos de actuación ante situaciones de emergencia, construir edificaciones más seguras y sostenibles o crear planes para evitar las inundaciones costeras, entre otros», concluye Mar Gómez.