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Medio Ambiente
El sistema que puede llevar una ciudad a la era preindustrial
Sin luz, calefacción o internet. Las armas de pulso electromagnético en las que trabaja EE UU, China o Rusia amenazan con freír la tecnología de un país durante días y sumirlo en el caos
Hornillos para calentar, velas, linternas, comida en lata. Cuando el gobierno austríaco lanzó la voz de alarma sobre un posible gran apagón eléctrico, la venta de estos objetos empezó a multiplicarse incluso en España. Austria advertía de que la demanda en Europa puede sobrepasar los límites energéticos y hacer que los sistemas colapsen. No es la única causa que podría provocar un gran corte en el suministro. De hecho, el país prepara desde 2019 una guía con medidas ante un posible colapso de la red, bien por un exceso de demanda bien por un ciberataque o por un fenómeno meteorológico extremo.
Para algunos la posibilidad de que un gran apagón transporte a un país directamente a la era preindustrial solo es un exageración, un fake lanzado a los medios para crear confusión y esconder otros temas más importantes de la atención social. Sin embargo, acontecimientos recientes parecen indicar lo contrario. Estas situaciones de colapso de las infraestructuras críticas para el funcionamiento de la sociedad se repiten. Bastan dos ejemplos. Hace ahora un año, los ciudadanos del estado de Texas probaron un poco de este «apocalipsis electrónico» cuando una tormenta de hielo provocó apagones en todo el estado, dejó 700 muertos y a millones de personas sin calefacción, provocó daños valoradas en 20.000 millones de dólares, una reducción en el suministro nacional de combustible y accidentes industriales como una gran explosión en una planta química. Algo más reciente es el apagón de internet. En la misma semana de diciembre se produjeron dos fallos en la red que dejaron sin servicio miles de webs y servicios online. El acontecimiento se debió a un fallo en los servidores de Amazon.
Lo cierto es que cada vez más países cuentan con protocolos de seguridad para garantizar suministros básicos ante la llegada de un evento extremo como las bajas temperaturas en Texas, una tormenta solar e incluso un ataque deliberado con un arma de pulso electromagnético (EMP). «Si no se puede confiar en que las empresas eléctricas más grandes de los Estados Unidos lleven a cabo de manera competente precauciones básicas y simples de seguridad como manejo de vegetación y protección de líneas eléctricas ante vientos y tormentas de hielo, como en California (2019) y Texas (2021), claramente son incompetente para proteger la red de amenazas más complejas y mucho más grandes, como un EMP o una ciberguerra, que podría matar a millones de personas», explica una publicación llamada «Blackout Warfare» (Guerra de apagón en español). El texto lo firma Vincent Pry, director ejecutivo de un grupo de Trabajo sobre Seguridad Nacional en el Congreso que se dedica a lograr la protección de los EE UU contra los pulsos electromagnéticos.
Básicamente los EMP son perturbaciones electromagnéticas transitorias, son breves ráfagas de energía electromagnética. Pueden ser naturales, como perturbaciones geomagnéticas solares extremas, o creadas por el hombre, como una gran detonación termonuclear o un ataque cibernético. El fenómeno se descubrió en 1962 a raíz de una explosión nuclear que llevó a cabo EEUU en el Pacífico. «El arma termonuclear Starfish Prime de 1,4 megatones detonó a 400 km sobre el Océano Pacífico. Cien veces más grande que lo que lanzamos en Hiroshima, Starfish Prime resultó en un EMP que causó daños eléctricos a casi 900 millas de distancia en Hawái. Apagó alrededor de 300 farolas, activó numerosas alarmas antirrobo y dañó el enlace de microondas de una compañía telefónica que cortó las llamadas de Kauai a las otras islas del archipiélago. Y eso fue a 900 millas de distancia», detalla Pry en su texto.
La cuestión es que a pesar de ver su potencial, el estudio de las armas de pulso electromagnético quedó paralizado en 1963 con la firma del Tratado sobre la Prohibición de Ensayos Nucleares en la atmósfera, el espacio ultraterrestre y debajo del agua. «Las bombas nucleares provocan efectos radiactivos, térmicos y mecánicos, pero en esos momentos se descubre que se dan también efectos electromagnéticos. Con el tiempo, lo que se ha querido es eliminar los tres primeros efectos y potenciar los electromagnéticos que pueden paralizar una ciudad o un país anulando sistemas esenciales como el eléctrico, el de distribución de gas, de agua o de Internet. Este tipo de armas no están recogidas en ningún tratado y no se sabe a ciencia cierta quién las tiene desarrolladas y quién no, aunque se cree que ya se han probado en algunos de los conflictos modernos. En las guerras del siglo XXI sería de las primeras armas en usarse, además de los ciberataques, etc., antes incluso de un ataque aéreo y, por supuesto, de usar acorazados y otras armas. Los kalashnikov pertenecen al pasado», explica el coronel y experto en geoestrategia Pedro Baños.
¿Investigación paralizada?
Para muchos puede sonar a ciencia ficción o a fake new pero, a pesar del secretismo que rodea los desarrollos armamentísticos, hay muchas pistas de que este tipo de armas forman parte del arsenal de países como EE UU, China o Rusia. Eso sí se han movido del ámbito nuclear al no nuclear para evitar los problemas de las ojivas que ya son conocidos desde Hiroshima. En 2012 la compañía americana Boeing se unía al Laboratorio de Investigación de la Fuerza Aérea de los EE UU para probar en el desierto de Utah un misil (CHAMP o Proyecto de Misiles Avanzados de Microondas de Alta Potencia) que provocaría una explosión electromagnética capaz de freír objetivos electrónicos con poco o ningún daño colateral. La fuerza aérea de americana tendría desde 2019 al menos 20 misiles equipados con estas cargas de microondas de alta potencia, según informaciones del Daily Mail, y se cree que podría haberlos probado en conflictos como Afganistán o Irak.
El South China Morning Post también publicaba hace unas sefuertes manas un desarrollo en el que están trabajando investigadores de la Academia China de Tecnología de Vehículos de Lanzamiento en Beijing. Un misil EMP que tendría un alcance de hasta 3.000 km, distancia que cubriría en tan solo 25 minutos gracias a su velocidad seis veces por encima de la del sonido. En este caso sería una ojiva química. «La explosión química comprimiría un imán cargado eléctricamente conocido como generador de compresión de flujo, que convertiría la energía de choque en ráfagas de microondas cortas pero muy potentes», explica el Morning Post.
En una sociedad cada vez más dependiente digitalmente, los daños de devolver una ciudad a un tiempo en el que no había ni luz eléctrica y hacerlo durante varios días, puede suponer un verdadero caos social. Para protegerse contra eventos extremos, ciberataques, tormentas solares o pulsos artificiales que frían con una lluvia de partículas infraestructuras críticas como la red eléctrica, «los operadores cuentan con sus protocolos para asegurar el suministro al 99,9%; tienen potencia de sobra y sistemas duplicados. REE, por ejemplo, tiene dos centros de operaciones duplicados. Se habla mucho de un gran apagón, pero ahora mismo tenemos las mismas posibilidades de que suceda que hace tres años. Es verdad que puede haber situaciones extremas como una tormenta solar muy grande pero es muy poco probable», opina Pedro Linares, director de la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad y profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería ICAI de la Universidad Pontificia de Comillas.
La revista Forbes también alude a otras formas de protección basadas en electropinturas o armazones de grafeno, aparte de las conocidas jaulas de Faraday. Además, «en algunos conflictos recientes se han utilizado motoristas o incluso los minaretes de las mezquitas como sistemas para transmitir mensajes. Hay países que han vuelto a utilizar palomas mensajeras y servicios de inteligencia que han desenterrado las máquinas de escribir para evitar los posibles rastros o puertas abiertas de los ordenadores. Hay que tener en cuenta que el hecho de que un ataque de estos interrumpa todas las comunicaciones, significa que también te rompe toda la operativa militar. Incluso en los tanques se pierde toda comunicación», concluye el coronel Baños.
Eventos recientes
Hay muchos ejemplos de grandes apagones vividos en núcleos urbanos. Y es que el mundo moderno cada vez es más dependiente del suministro eléctrico. El más sonado tuvo lugar en 1977 cuando nueve millones de personas quedaron sin luz durante varias horas en la ciudad de Nueva York por la caída de varios rayos. En Ontario Canadá les sucedió algo parecido en 1965 por un problema en una central hidroeléctrica. En Italia en 2003 una caída de un árbol sobre un tendido de alta tensión dejó sin luz prácticamente a todos los ciudadanos del país durante varias horas. Muchas de las situaciones que se derivan de un pérdida de luz de esta envergadura (como los saqueos que se produjeron en Nueva York en 1977) recuerdan a la obra «Ensayo sobre la ceguera» del escritor y ganador del Nobel José Saramago. Un hombre parado ante un semáforo se queda ciego de forma súbita. A las pocas horas toda la humanidad le acompaña en una ceguera blanca, con la que habrán de convivir solo gracias a su instinto de supervivencia.
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