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La materia obscura

Planeta Tierra

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

A pesar de los avances del estudio del universo, recordaré que los enigmas de la energía y de la materia obscuras siguen sin resolverse. Primeramente, fueron planteados en 1937 por el astrónomo Fritz Zwicky, y en 1976 a ellos volvió Vera Rubin, del Instituto Tecnológico de California.

Décadas más tarde, avanzaron en esos trabajos los profesores Perlmutter, Schmidt y Riess, premios Nobel de Física de 2011, quienes se atrevieron a calcular las proporciones de la composición del universo: 68 por 100 de energía oscura, 27 por 100 de materia oscura y 5 por 100 de materia normal. En ese contexto, la energía y la materia obscuras tienen un papel decisivo en el conjunto gravitacional universal.

La ya citada Vera Rubin (1928-2016) fue, sin duda, una de las astrónomas más sobresalientes del siglo XX. Tras completar su Bachelor of Arts, en 1948 intentó inscribirse en los estudios de Astronomía de la Princeton University. Algo que le resultó imposible, pues los estudios de postgrado de astronomía aún estaban vetados a las mujeres.

Vera solicitó entonces ser admitida en la Universidad de Cornell, donde estudió física con profesores tan destacados como Richard Feynman –figura importante en el Proyecto Manhattan— o Hans Bethe, muy conocido por sus trabajos sobre el Diseño Inteligente. Vera Rubin pudo realizar un doctorado con el gran George Gamow del Big Bang, y demostró que las galaxias no están distribuidas de manera aleatoria en el cosmos, sino que configuran grandes comunidades, los llamados «cúmulos de galaxias».

En 1965, Vera Rubin se convirtió en la primera mujer de la historia autorizada a utilizar los telescopios del Observatorio de Monte Palomar; donde realizó numerosas observaciones y catalogó en detalle los movimientos de las galaxias que rodean a la Vía Láctea. Como herencia de esos trabajos, seguimos integrados, más que nunca, en el enigma de la materia obscura.