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Verde

Nuevos «viejos» cultivos que ayudan a combatir la sequía Solo el 20-23% de la superficie agraria pertenece a regadío, que sigue creciendo frente al secano

Algarrobas o garbanzos; varios centros de investigación experimentan con variedades de leguminosas olvidadas para rentabilizar el secano. Mientras, los regadíos aplican tecnología para reducir sus necesidades hídricas

Siembra de garbanzo para deshierbado mecánico
Siembra de garbanzo para deshierbado mecánicoIMIDRA

Alholva, algarroba, garbanzo, alverjón. Son algunos de los cultivos con los que se experimentan en el Instituto de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) de la Comunidad de Madrid. Resisten tan bien a la sequía, dice Roberto Sainz, experto en cultivos del centro, que el pasado año prácticamente sin lluvia, sobrevivieron. Hace ahora tres años, los investigadores del Imidra empezaron a trabajar con leguminosas. «Algunas eran variedades que se conocían solo en los libros y de las que se sabe que se cultivaban incluso hace 5.000 años (la alholva se ha encontrado en algunos enterramientos de Egipto). Pedimos semillas al Centro de Recursos Fitogenéticos y Agricultura Sostenible de Alcalá de Henares. Nos dieron un puñado y, en este tiempo, hemos conseguido tener una cantidad suficiente para hacer microensayos y estudiar su resistencia hídrica. En periodos de sequía es clave mantener el suelo y las legumbres son interesantes para hacer rotación de cultivos».

La investigación se ha llevado a cabo en la finca experimental La Chimenea (Aranjuez), que cuenta con un espacio de 15.000 m2 para experimentación: «Buscamos cómo hacer que el secano sea rentable y no siga descendiendo el número de hectáreas», dice el técnico. En definitiva, que los agricultores no abandonen cultivos como el de los cereales, por sus dificultades y es que no solo les afectan las sequías, sino también los precios de venta que se mantienen siempre bajos mientras los costes de producción aumentan. «Hay variedades de secano que no interesa cultivar, porque lo que llega de terceros países es mucho más barato. Si la importación devalúa el precio es normal que el agricultor abandone», comenta Sainz.

Siguiendo los datos de la superficie agraria útil en España, entre un 20-23% de cultivos pertenecen a regadío y el resto a secano. Sin embargo, la superficie de regadío ha aumentado en unas 500.000 hectáreas en la última década (la tierra es hasta tres y cuatro veces más productiva cuando se pasa a riego). Un cuarto de la tierra en España produce el 65% de la cosecha española, dicen los defensores del regadío; sin embargo, se come el 80% de los recursos hídricos del país, dicen sus detractores. Y es que cada vez que hay sequía surge el debate, ¿se tiene que plantear qué y cómo cultivar? ¿Puede llegar a desparecer del campo el arroz en favor de los frutos secos? Nuestro país soporta un nivel alto de estrés hídrico como afirma el World Resources Institute, pero es que las previsiones de cambio climático no dibujan un futuro nada halagüeño para el país. La Agencia Europea del Medio Ambiente indica que el sur y el centro de Europa se volverán más secos y cálidos según avance el siglo y muchos análisis afirman que estas condiciones tendrán su consecuencia en el rendimiento agrícola. Según el reciente estudio «Plants adaptability to climate change and dry stress for crop growth and production», entre 1980 y 2015, la sequía ha reducido los rendimientos del trigo y el maíz hasta en un 40% en todo el mundo. Con cada grado de más, se pierde un 6 % en la producción mundial de trigo.

«El secano es un cultivo que se considera de subsistencia, para ir tirando; los precios de los cereales no suben desde hace años. Para aumentar su rentabilidad hay varias estrategias: pasarse al cultivo ecológico; entrar a formar parte de alguna denominación de origen como en el caso de la vid (los vinos de calidad se riegan poco), y la tercera posibilidad es pasarse a cultivos adaptados a las sequías», dice Esaú Martínez, investigador del Chaparrillo, centro del Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal (Iriaf ) de Castilla-La Mancha.

Lo que está pasando en muchas de las tradicionales zonas cerealistas de España es precisamente esto último: se cambia de cultivos. Desde 2004, la Encuesta del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación señala una tendencia de disminución de superficie dedicada a cereales y viñedos y un aumento de cultivos leñosos como el olivar, el almendro o el pistacho, que requieren menos agua y generan más rentabilidad. Es el caso del pistacho que vive un verdadero boom. En los próximos diez años España se convertirá en el cuarto productor del mundo de este fruto seco. La producción entre 2021 y 2022 fue de 16.725 toneladas, frente a la media de los últimos cinco años que está en los 9.763 toneladas. Estamos lejos del gran productor, EE UU, pero es uno de los cultivos que más está creciendo en el país. «El pistacho se cultiva en Irán y Turquía, California en los EE UU o Sicilia, es decir, en zonas áridas, incluso volcánicas donde en las primeras capas de la tierra no hay agua. Así que con sus raíces tiene buena adaptación a la sequía», argumenta Javier Gallego, director de Sostenibilidad e Innovación de Aagróptimum, empresa espacialista en el cultivo de este fruto seco, al que se le augura un buen futuro en nuestro país. Y es que solo en Europa comemos unas 150.000 toneladas anuales de pistacho.

El espejismo del algarrobo

Otro cultivo que ha llamado la atención en los últimos tiempos es el algarrobo. Este vivió una auténtica fiebre en 2022 cuando se disparó el precio de venta hasta alcanzar los 1,65 euros, cuando lo habitual es que ronde los 0,65. Ahora ha vuelto a su precio habitual y el interés por el algarrobo ha desaparecido a pesar de ser un cultivo milenario y muy resistente a la sequía. «Esa subida de 2022 parece que tuvo que ver con los que almacenan el garrofín que lo acumularon para subir el precio, es decir, que hubo especulación. Del árbol se sacan varios productos: la pulpa de la vaina negra que se utiliza para alimentación animal y la semilla de la que se obtienen, por ejemplo el espesante E410 que se usa en helados o en papillas. Ahora se está empezando a utilizar la vaina para fabricar productos para diabéticos y se está revalorizando algo, pero creo que la producción se va a mantener estable, aunque sí que cada vez se usa más para alimentación humana», comenta Armando Boullosa, responsable de la sectorial de frutos secos de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA). El técnico. además, recuerda que el cultivo del algarrobo es ecológico, bueno para fijar CO2 y nitrógeno porque «aunque no es cien por cien una leguminosa tiene unas características», matiza.

Escatimar agua

Más allá de si regadío sí o no, ¿cómo tiene que se tiene que cultivar en estas superficies para garantizar el mínimo uso de agua? . Muchos centros de I+D en la Península y cada vez más campos de cultivo experimentan y trabajan con lo que se conocen como sistemas de riego deficitario controlado. «Por ejemplo, si un olivar necesita unos 4.000-5.000 m3 de agua por hectárea, usando este método se rebaja la necesidad hídrica hasta los 1.800 metros por hectárea. A base de sensores de todo tipo como los de humedad ambiental se pueden ahorrar grandes volúmenes de agua», explica el investigador Esaú Martínez del IRIAF. En este sentido, el Minsiterio de Agricultura ha comprometido recientemente un paquete de inversiones de más de 2.100 millones de euros hasta 2027 para modernizar los regadíos.

IA para reducir los consumos en el campo

El sector agrario cada vez está más tecnificado. No solo se colocan sensores, riegos por goteo, sino que también se puede usar inteligencia artificial para ver cuánta agua se usa y calcular la cantidad exacta de fitosanitarios que se necesitan . Esto es en lo que está trabajando la empresa Agróptimum como parte del grupo de trabajo del proyecto Life-AIs de la UE.

Lo que se consigue empleando IA y cámaras 3D con posicionamiento GPS es «ver» los cultivos a través de imágenes capturadas en tres dimensiones y procesar datos. De esta forma se obtiene una radiografía exacta del estado de los cultivos en tiempo real y decidir en cada momento con exactitud qué tratamientos hay que hacer en cada parte de la planta. Se calcula que durante la duración de este proyecto de agricultura de alta precisión se va a ahorrar hasta un 40% de productos fitosanitarios (un 20% de fertilizantes) y un 31% de combustibles anuales.