Futuro
La Targa Florio ha sido quizás la carrera más emblemática del mundo. Las escarpadas carreteras del circuito de las Grandes Madonnas, en la isla de Sicilia, marcaron a los mejores pilotos de cada época. No era fácil memorizar decenas de kilómetros de montaña y las medidas de seguridad eran inexistentes. Sin embargo, los coches más potentes se daban cita cada año. En sus boxes, hoy medio derruidos tras cuarenta años de abandono, una estatua de bronce recuerda a uno de los impulsores tanto de esta prueba como de una de las marcas más prestigiosas y deportivas de Italia: Vicencio Lancia. Todo un símbolo en honor de quien en 1906 fundó la firma que lleva su apellido. Sólo como un detalle, Ferrari no produciría su primer automóvil hasta 40 años más tarde. Ingeniería de vanguardia, diseño de lujo y deportividad han marcado la identidad de esta empresa que, sin embargo, dentro del grupo Fiat parece que va languideciendo en los últimos lustros. A pesar de haber escrito varias de las páginas más gloriosas de la historia del automovilismo italiano. Porque dentro de la gama de Lancia encontramos a lo largo de su historia tanto modelos de máximo lujo en cada época, como podrían ser el Lamda, el Astura o el Thesis, como berlinas de máximas prestaciones, al estilo de la versión 832 del Thema, que escondía bajo su capot delantero un motor de 3,2 litros y ocho cilindros de origen Ferrari. O diseños más reducidos y utilitarios, como pueden ser los Appia. Los mejores diseñadores italianos trabajaron para la marca, como lo acreditan las carrocerías de Pininfarina, Bertone, Zagato, Boano…
El diseño de deportivos también es habitual dentro de la historia de esta marca y, en este capítulo, merecen especial atención las series del B-20 o B-24, más conocidos entre el público por su nombre de la vía romana Aurelia. Un precioso coupé con motor V-6 de 2,5 litros del que se fabricaron cinco series en la década de los cincuenta y que consiguieron importantes resultados en carreras tan prestigiosas como Le Mans, Mónaco, Rallye de Montecarlo, etc…
Pero el máximo esplendor de Lancia llegó a partir de la década de los setenta, cuando estos coches italianos resultaron casi imbatibles en las competiciones de los grandes rallyes internacionales. Primero con los Fulvia, con motor de 4 cilindros y 1,6 y que en su versión denominada «Fanalone» resultaron dominadores con pilotos de prestigio como Sandro Munari. El arma de los rallyes casi definitiva fue el legendario Stratos. Un diseño de Bertone con base de motor y cambio Ferrari, que en manos de pilotos como el sueco Bjorn Waldegaard resultaron demoledores para sus rivales. Lancia también brilló con los míticos Grupo B con el inolvidable 037 de principios de los ochenta que vimos ganar en manos de Markku Alen.
Época gloriosa
Fueron los primeros pasos de la conocida escudería Martini, cuyos colores decoraron no sólo los Sport Prototipos que corrieron en Le Mans, sino también a los Delta que conquistaron varios mundiales de rallyes, especialmente en manos de Miki Biasion. Incluso, el español Carlos Sainz, bicampeón del mundo de rallyes, también pilotó para Lancia en 1993. Sin embargo, todo este bagaje glorioso se ha ido desvaneciendo en los últimos lustros. Primero se tomó la decisión en el grupo Fiat de destinar a Lancia como marca para conquistar el mercado de las berlinas de lujo. Un proyecto que no llegó a cuajar. Posteriormente, se usó este nombre para bautizar a los modelos Chrysler que se importaron para el mercado europeo y así recordamos a los Voyager y 300. Terminada esta etapa, la producción de Lancia se ha quedado reducida al Ypsilon, un compacto para ciudad de precioso diseño, pero ya prácticamente fuera de los mercados internacionales.
Con la constitución de Stellantis, el nuevo grupo no puede dejar de hacer resucitar a una de las marcas más prestigiosas y con una historia tan gloriosa en el automovilismo mundial. Si Lancia perteneciera a una de las grandes multinacionales asiáticas, con buenos productos, pero con poca historia, seguro que no dejaban pasar esta oportunidad.