Crítica de cine
Mundo al revés
Si a Subiela le hubiera tocado el gordo y hubiera decidido hacer una obra de ciencia-ficción saturada de polen rosa, el resultado podría titularse «Un amor entre dos mundos». Da la impresión de que Solanas tuvo una idea y ahí se quedó, encarcelado entre el mundo de arriba y el de abajo, entre la doble gravedad y la antimateria, entre el amor que las leyes de la física hacen imposible en «Lady Halcón» y la distopia jerárquica de «Metrópolis». Hay que desconfiar de las cintas que deben explicar las reglas de su premisa en los cré- ditos: es el signo de que van a saltárselas cuando, por exigencias del guión, se impongan las licencias poéticas. Solanas está tan fascinado por la imaginería que se deriva de ese universo y su némesis que sólo el triunfo del amor logrará convertir en una imagen y su reflejo, que olvida la consistencia de la historia. Instantes al borde del orgasmo romántico sin miedo al ridículo (el beso levitante), ideas disparatadas (cómo orinar en el techo) o una escenografía sugerentemente barroca (las oficinas de Intermundo) compensan tem- poralmente la tonta sensiblería del filme. La falta de carisma de Sturgess como héroe enamorado y la luminosidad un tanto cosmética de Dunst como amnésico objeto de deseo no mejoran el resultado de un filme que disgustará, con tanto azúcar, a los amantes del fantástico distópico y que dejará patidifuso al público adicto a la novela rosa de multisalas.
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