Opinión
Permanente y revisable
Andaban los políticos, como siempre, a sus cosas y a sus encuestas y en esto sucedió la tragedia de Gabriel. Pero poco cambió. Los políticos siguieron a lo suyo: a sus votos y a su imagen. Pablo Iglesias, que sabe mucho de estas cosas, evitó reunirse con los padres de Diana Quer y Mari Luz Cortés, y dejó en oídos de Irene Montero lo que estas familias destrozadas pudieran decirle. Y los socialistas, que se han visto superados, decidieron que no debían ser «permeables a las presiones que le pedían que modulara su rechazo a la prisión permanente revisable». Por eso confirmaron que votarán en contra de las enmiendas a la totalidad de PP y Cs. Algo difícil de entender en un día como hoy. Pero no tuvo más remedio que explicarlo la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, que –entre balbuceos– recordó que «no se puede legislar en caliente» y reiteró que su partido considera que «la prisión permanente revisable no es constitucional». Pero la mayoría de los españoles, incluidos los votantes socialistas, piensan lo contrario. Y no porque opinen en caliente o en frío, sino porque viven en una sociedad donde pasan cosas que no pueden pasar. Y queda para la historia el papelón de Cs que, tras abstenerse en la votación que pedía la derogación de la Ley, ahora pide endurecer las penas. Todo un cambio a raíz de los nuevos vientos. Pero habría que recordar a los de Rivera que la prisión permanente revisable no es ningún campo de batalla en el centro derecha, ni puede servir para buscar votos. Es una necesidad en una sociedad donde la ley suele tener dificultades para hacerse cumplir.
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