Opinión

Facebook

Facebook es un horror. Yo me borré hace ya años harto de todos esos que meten su cuchara en el plato al que no han sido invitados. Pero lo de ahora es mucho peor porque de lo que acabamos de enterarnos es de que quien de verdad saca su cucharón lleno todos los días y a todas horas es el tal Mark Zuckerberg, el amo de la barraca, para vender los datos de los usuarios al mejor postor. Parecía que eso del muro y las fotos era gratis, pero resulta que se cobra a precio de oro en bits de información. Y nosotros, mientras tanto, chupándonos el dedo porque ni lo olíamos. El asunto ha saltado a la palestra mundial porque una empresa dedicada a la publicidad electoral, Cambridge Analytica, se apropió de los datos personales de cincuenta millones de usuarios –dicen que los robó, pero yo no me fío en este mundo de fulleros– para hacerle el caldo gordo a Trump y, de paso, al Kremlin. El problema principal no es el robo, sino el empleo de una inocente información –que si me gusta o no esto y lo otro, que si me apunto a tal o cual cosa– para establecer perfiles de ciudadanos, de personas individuales, par asaetearlos después con una propaganda –o sea, una mezcla de verdades y falsedades– que apela a sus sentimientos y los aleja de su raciocinio para emitir su voto.

El uso de unas técnicas estadísticas que no son demasiado sofisticadas para manejar millones de datos permite hacer esas cosas. Es lo que llaman el «big data». Los que no saben de la cosa se obnubilan ante él sin tener en cuenta que, como todo en la estadística, está sujeto a márgenes de error y, muchas veces, a la existencia de correlaciones espurias. Esas técnicas se vienen empleando desde hace años en muchos ámbitos; y utilizadas por profesionales serios y de científicos rigurosos, dan resultados que ayudan a resolver problemas y a orientar decisiones más o menos con acierto. Pero cuando, como es el caso que nos ocupa, caen en manos de tahúres sin escrúpulos dispuestos a adentrarse en los meandros de las pasiones humanas, acaban convirtiéndose en peligrosas.

Por eso hay que regular con urgencia la prohibición del empleo de datos personales, salvo autorización en contrario, caso a caso, cada vez que se cliquea en un enlace informático, para usos comerciales. Puede hacerse en cada país, sin esperar a un acuerdo internacional, como dice para escaquearse del tema nuestro ministro del ramo. Ya vendrá después la concertación y la armonización normativa europea o mundial. Porque ya es urgente poner freno a estos dislates.