Opinión
«La Exclusiva»
Mientras en la próspera Cataluña sigue el alboroto y aumentan las quejas contra el Estado, en mi tierra la novedad es «La Exclusiva». Este es el nombre que han dado a un servicio de economía social, montado por Victoria Tortosa y Hugo Núñez, que consiste en llevar la compra con una furgoneta a los pueblos dispersos y medio deshabitados de la provincia de Soria, poblados en su inmensa mayoría por indefensas personas mayores sin coche y sin carnet de conducir, caseríos aislados donde viven los últimos resistentes. La iniciativa, respaldada por «El Hueco», un centro dinamizador soriano, ha merecido la atención de la prensa nacional y tiene voluntad de expandirse, como servicio y como negocio, a un círculo más amplio de la España deshabitada del interior. La venta ambulante de frutas, verduras y pescados por los pueblos y aldeas de las Tierras Altas, por caminos de herradura o, en el mejor de los casos, por carreteras sin asfaltar, viene de lejos. La novedad de «La Exclusiva», que lleva ya cuatro años funcionando, es que presta un servicio integral. Los vecinos entregan la lista de la compra y la organización, en la que colabora un supermercado, que se encarga del abastecimiento y del coste del transporte, lo lleva hasta los pueblos, la mayoría sin internet y cobertura de móvil aceptable. Por eso, en no pocos casos, son los hijos desde la ciudad los que se encargan de hacer puntualmente la lista del pedido. De esta forma, hay viejos que desisten de pasar el invierno en la ciudad, como tenían pensado, y se quedan en su casa del pueblo. «¿Dónde vamos a estar mejor?», se dicen. Y así se animan. Casi todos son, como digo, personas mayores, solas, con los hijos lejos. Cuando aparece la furgoneta con la compra, se alegran y salen a su encuentro. Además de alimentación, ha ido extendiendo el servicio a lavandería, librería, prensa y todo tipo de necesidades. «La Exclusiva» ha establecido cuatro rutas de reparto con unos veinticuatro pueblos cada una. En estos dispersos caseríos viven unos mil vecinos. Echen cuentas. Sale una media de poco más de diez vecinos por pueblo. De no cambiar las cosas, la mayoría de estos pueblos sorianos, que no hace mucho estaban llenos de vida, desaparecerán. Este servicio social es un remedio paliativo, que hace que la muerte de los pueblos sea un poco menos dolorosa, y, gracias a él, sigue saliendo humo de algunas chimeneas. No es poco.
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