Opinión

Domingo de Resurrección

Fue una mañana de domingo como la de hoy. Un grupo de mujeres se dirigía hacia una tumba. El difunto que la ocupaba se llamaba Jesús y había sido ejecutado en una cruz, el suplicio más cruel de la época. Habían depositado su cadáver en un sepulcro excavado en la roca con cierto apresuramiento antes de que comenzara el descanso del sábado. Concluido éste, aquellas mujeres decidieron ungir el cadáver. Su única preocupación era si habría alguien que pudiera descorrer la piedra que tapaba la entrada. Al llegar, para sorpresa suya, encontraron que la tumba no sólo estaba abierta sino también vacía. Por si fuera poco, alguien que se encontraba en el lugar les dijo que no buscaran entre los muertos al que estaba vivo. Estupefactas por lo acontecido, las mujeres corrieron a comunicárselo a los discípulos más cercanos del crucificado. La respuesta fue inicialmente escéptica, pero cuando dos de ellos acudieron a la tumba y uno contempló la manera en que estaban dispuestos los lienzos en que había estado envuelto el cuerpo, comprendió que su maestro se había levantado de entre los muertos. Durante las horas siguientes, varios se toparon con Jesús vuelto a la vida. Así, los que unos días antes se habían escondido aterrados para no sufrir la suerte de su Señor, reaparecieron envueltos en un aplomo y una valentía sobrecogedores que derivaban de la seguridad de que Dios lo había reivindicado resucitándolo de entre los muertos. Un par de décadas después, un antiguo perseguidor de aquellos discípulos al que una aparición de Jesús había convertido en discípulo, señalaría que todavía los testigos vivos de la resurrección superaban el medio millar. Sin embargo, lo más relevante es la manera en que la Historia cambiaría aquel domingo. La esperanza de que no todo concluye con la muerte se cimentaría en aquella experiencia y también quedarían afianzadas las bases para una nueva cosmovisión basada no en el dominio sino en la compasión, no en la violencia sino en la paz, no en el odio sino en el amor. Por añadidura, resultaría indiscutible tanto la justicia definitiva como el sentido de la vida. Para muchos, quizá este domingo sea sólo ocasión de agotar las últimas horas de vacaciones. La realidad es que hoy existen motivos sobrados para recordar que la muerte no es el final y que se puede vivir de manera plena esta breve existencia.