Opinión

Don Juan, Juanito y Felipe

Ayer, los Reyes de España presidieron en el Monasterio de El Escorial una misa conmemorativa de los veinticinco años del fallecimiento de Don Juan de Borbón. A la celebración litúrgica asistieron todos los miembros de la Familia Real, así como los familiares del Rey. El heredero de Alfonso XIII tiene aún hoy una historiografía confusa que tampoco ha ayudado a dibujar su dimensión política. Pero aunque su papel dentro del régimen de Franco siga sometido a revisión, sí es posible hacer un retrato más certero de las implicaciones que su actividade política provocó en las relaciones entre padre, hijo y nieto.

Y, por ir a lo sustancial, hay que referirse a lo que supuso en 1969 la designación de Don Juan Carlos como sucesor a título de Rey por las Cortes franquistas. Una ruptura total aunque el Conde de Barcelona nunca llegara a inhabilitar a su entonces único varón como heredero al trono.

Algunos escritores y biógrafos de Don Juan se han referido a un supuesto pacto dinástico entre padre e hijo que favorecería –en el momento en que fuera oportuno– al mejor posicionado para asumir la Jefatura del Estado. Pero no hubo tal. Ningún documento –ni escrito ni de palabra– confirma este posible acuerdo. Sí hay hechos más que significativos, como fue la reclamación que Don Juan hizo a su hijo de la placa de Príncipe de Asturias: «¡Juanito! Venga para aquí la placa. Esto no es lo nuestro». Pero si aquello no fue a mayores fue por la decisiva intervención de dos mujeres: la Condesa de Barcelona y Doña Sofía, que supieron templar las gaitas de ambos herederos –el legítimo y el de Franco– que pugnaban por conquistar la Corona.

Resulta curioso que, ya en aquella lejana fecha, apareciera un tercer actor en escena: un Infante Don Felipe, nacido en 1968, y cuyo bautizo supuso el primer encuentro de los tres protagonistas con Franco.

El resto es bastante conocido. Tras la proclamación de Juan Carlos I, Don Juan desapareció paulatinamente. Incluso asumió que su hijo mayor se cambiara el nombre para eludir un Juan IV que hubiera implicado reconocerlo a él como anterior soberano. Y calló también cuando la Constitución instauró la Monarquía «del Rey Juan Carlos y sus sucesores». El remate fue su renuncia a los derechos históricos en una aguada ceremonia en La Zarzuela; y una larga enfermedad donde toda la Familia cerró filas en torno a su figura.

Para entonces, Don Felipe ya se había convertido en el gran confidente de su abuelo. Le consultó novias. Y discutió también con él sobre ellas. Pese a estos desacuerdos, el actual Felipe VI valoraba extraordinariamente la figura y carisma del que fue legítimo heredero.

Y por eso no resultó extraño que, cuando se planteó en varias ocasiones la abdicación de Don Juan Carlos, volviera a planear sobre aquella decisión y el futuro de la Institución, el sacrificio de Don Juan. Y es que las lecciones de la historia siempre son útiles para el futuro.