Opinión

La otra cara del revés

La sentencia del tribunal de Schleswig-Holstein que deja en libertad (provisional) al ex presidente de la Generalidad ha proporcionado, qué duda cabe, un balón de oxígeno a los nacionalistas catalanes. Durante unos días, sentirán la euforia de ver una de sus tesis –la de que no hubo sedición propiamente dicha– corroborada por un tribunal europeo, alemán, por si fuera poco, país que siempre ha suscitado gran admiración en sus filas y potencia primera de la Unión. El ex presidente podrá ahora seguir con su campaña propagandística. En Berlín, ni más ni menos. Nada mejor para cultivar sus anhelos del Reich catalán.

A la inversa, supone un revés considerable a la estrategia del juez Llarena, que había hecho de esa misma sedición un elemento crucial en su intento por traer al ex presidente errante a nuestro país. Parece fallar también, en consecuencia, la estrategia gubernamental en contra de los responsables del «procés».

Otras dos consecuencias se deducen de la decisión del tribunal alemán. Con respecto a nuestro país, se produce lo que parece un serio desdoro de su reputación, perjudicada por un gobierno que, supuestamente, no ha sabido comunicar la auténtica dimensión de lo que está ocurriendo en Cataluña. Y con respecto a la Unión Europea, el auto animará a los nacionalistas de todos los países y todos los pelajes. Quedan respaldadas, y por Alemania, sus anhelos de transformar la Unión Europea en un crisol de nacionalidades, pueblos y regiones, algo así como la resurrección de una era premoderna con soberanías basadas, no en la ciudadanía, sino en la cultura y la lengua, es decirla la raza.

Este análisis es, sin duda, válido. Aun así, conviene matizarlo para entender cabalmente de qué estamos hablando. Por empezar por la Unión Europea, nada justifica que se conciba esta como un espacio único y homogéneo. No lo ha sido nunca, ni lo va a ser pronto. Es, por el contrario, una unión de Estados nación con tradiciones políticas y jurídicas muy distintas, y valiosas de por sí. Resulta curioso, desde esta perspectiva, que en nuestro país sean algunos de los más críticos con la Unión Europea los que echen de menos una supuesta e inexistente uniformidad jurídico-penal.

La decisión alemana, por otro lado, no resulta tan sorprendente como se dice. Desde el momento en el que se conoció el auto del juez Llarena hubo voces, autorizadas, que indicaron la debilidad de la fundamentación jurídica del delito de «rebelión». Está claro que en el «procés» ha habido violencia. Más aún, la había mucho antes porque todo proceso de nacionalización como el llevado a cabo en Cataluña entraña compulsión, coerción simbólica y transgresión del orden legal y constitucional, por mucho que todo esto se haya tolerado durante décadas. En cambio, es muy dudoso que esa violencia resulte equiparable a la que se requiere para poner en marcha un proceso de «rebelión» (en España) o de «alta traición» (en Alemania). Se ha especulado mucho con el concepto de «golpe de Estado» y no parece que resulte una descripción muy precisa de lo que está ocurriendo. Quizá todo se deba a un fallo en la tipificación de este tipo de delitos en nuestro Código Penal, tanto o más que a un cierto voluntarismo por parte de un juez de cuya probidad y pericia no cabe dudar. El caso es que la justicia alemana, por el momento, no ha avalado esta interpretación sin que eso, por otra parte, resulte en ningún menosprecio hacia nuestro país.

En contra de lo que se suele escuchar, la decisión del tribunal alemán viene a respaldar la prudencia del Gobierno de Mariano Rajoy. Ante la extrema complejidad del asunto catalán y ante la histeria en la que se han instalado los nacionalistas, la mejor respuesta será la más medida, la que menos recurra a palabras y conceptos grandilocuentes. Tampoco ayudan los plazos interminables, y difíciles de entender, de prisión preventiva. (Cosa muy distinta es la constatación desoladora de que ningún partido nacional sea capaz de elaborar un discurso y una actitud patriótica, ciudadana y europea). El revés –coyuntural, porque Puigdemont no ha salido indemne de este trance– habrá sido provechoso si ayuda a enfriar los ánimos y recuperar la sensatez.