Opinión

Adocenados y ahora desnortados

De no ser porque su capacidad de influencia y movilización camina hacia la irrelevancia podría preocupar lo de UGT y CCOO –autodenominados «sindicatos de clase»– manifestándose ayer codo con codo junto al independentismo catalán. La práctica carroñera de ir enganchándose a cualquier banderín que prometa réditos a cuenta del acoso al Gobierno de Rajoy olvidando principios y razón de ser, no sólo muestra a unas organizaciones agotadas y desnortadas, sino la paradoja de contemplar cómo se alían con los enemigos del Estado de derecho, los mismos que llevan décadas beneficiándose de la generosa ubre de ese mismo Estado, que es lo mismo que decir viviendo de la «sopa boba» vía impuestos de todos los ciudadanos.

En la manifestación de ayer tocaba poner en cuestión la pulcritud del sistema judicial y habría que preguntarse en qué se basan los sindicatos para demandar más iniciativa política a un Gobierno central que sencillamente lo que espera es un candidato libre de cuitas con la ley para ser investido y así levantar el 155 o qué les induce a aseverar que existen acciones desproporcionadas y abuso de la prisión preventiva contra acusados por delitos graves establecidos en el Código Penal. La respuesta ante tamaña pérdida del norte solo puede corresponderse con el cortoplacismo de quienes temen perder capacidad de presencia entre la parroquia independentista en favor de centrales minoritarias como la intersindical que ya acaparó el protagonismo en las últimas huelgas aparejadas al «1-O». Es la lucha por esa cuota que garantiza la condición de chupopteros.

Las organizaciones lideradas por Unai Sordo y Pepe Álvarez deben dar a estas alturas muy por perdida su influencia real entre los trabajadores y muy por asegurado, sin embargo, el permanente diezmo del Estado para haberse convertido en puntuales cómplices de Omnium y de la ANC, porque, de existir un mínimo sentido de la coherencia, se repararía en la perplejidad de los trabajadores cuya representación se arrogan en toda España ante el silencio frente a la fuga de miles de empresas propiciada por la locura soberanista y el consiguiente quebranto para el empleo o el flagrante olvido de la agenda social por parte de quienes llevan años gobernando con el «proces» como única prioridad.

Piden excarcelaciones para golpistas, hablan de presos políticos y no reparan con ello en insultar la memoria de aquellos sindicalistas del proceso «1001» que, junto a muchos otros, pasaron años de cárcel por defender la libertad de los trabajadores. Restan 15 días para un Primero de Mayo en el que solo movilizarán a los de siempre, a los liberados. Tal vez por ello tocaba echarse ayer a la calle en Barcelona colgados del lazo amarillo. Impúdicos y desnortados.