Opinión
El triste vuelo de San Jordi
Ni desayuno solemne en el Palau de La Generalitat. Ni la tradicional Misa en la Catedral de Barcelona. Ni la gran recepción en el Patio de los Naranjos con lo más florido de la sociedad catalana. Ni la entrega de las simbólicas Cruces, elevada y anhelada distinción, a las personas más influyentes de diversos sectores en Cataluña. Este ritual ancestral, ampliamente escenificado por el ex presidente Jordi Pujol i Soley como estandarte de su poder hacia el Estado, queda hoy en un mero acto de escasa dimensión institucional, bajo la fuerte división del bloque independentista. Con todos sus líderes prófugos de la justicia o en la cárcel, sólo el presidente del Parlament, Roger Torrent, intentó organizar un evento reivindicativo que rechazaron hasta los suyos. El malestar en ERC, su partido hermano, es enorme contra un dirigente al que como poco califican de «teatralizar» de manera frívola el conflicto.
Bajo la sombra del artículo 155, los secesionistas acuden a su gran fiesta popular con una fractura de campeonato. En el PDeCAT ni se hablan, en un cobarde silencio ante el núcleo duro del prófugo Carles Puigdemont batutando la orquesta a su antojo. En Esquerra, el enojo contra Torrent es de antología, a quien acusan en privado de hacerle el caldo corto a Puigdemont, sin atreverse a plantarle cara. Un Parlament cerrado y una Generalitat intervenida son el lamentable escenario hoy, la gran fiesta popular del libro y la rosa. A Torrent, cuyo ridículo de su reciente viaje a Ginebra hace época, le llueven los enanos en su propio partido. «Peor que Carme Forcadell», confiesan apesadumbrados dirigentes de ERC bastante hartos de un actitud que, como poco, califican de «payasada». Su intento de organizar un acto con el bloque separatista en la Cámara autonómica cayó en saco roto.
El desenlace, a un mes de agotarse el próximo 22 de mayo el plazo de investidura, depende de los caprichos y aspiraciones de «El Puchi», el único con mando en plaza. Según ha sabido este periódico, la tramitación de la polémica Ley de Presidencia para facilitar su investidura telemática a distancia genera profundas divergencias entre los propios soberanistas, dado que de inmediato será tumbada por el Tribunal Constitucional tras el recurso presentado por el gobierno. Un auténtico vodevil, mientras los partidos constitucionalistas instan al presidente del Parlament a no eternizar este bloqueo. De momento, este sigue en la inopia, ridiculiza sus viajes al extranjero, paraliza por completo la Cámara y devuelve la pelota. Un espectáculo agotador, incluso para muchos dirigentes de Esquerra.
Una fiesta popular, por encima de la política. Así se expresan muchos independentistas ante este 23 de abril en un intento de salvaguardar la histórica tradición frente al delirio. San Jordi fue siempre un día festivo de todos, enmarcado en ese Palau de la Generalitat, bajo la espada y el dragón, con asistencia de los diferentes partidos y la sociedad civil. Ahora, el escenario es muy distinto, tenso, frío, con la única esperanza de la cercanía ciudadana en unas Ramblas barcelonesas abarrotadas de un público muy harto de políticos irresponsables. Cobijados bajo la lectura de unos libros, de una cultura, saturada al máximo de discursos demagógicos. «Hay cansancio», admiten ya en privado muchos dirigentes separatistas. San Jordi siempre ha volado por encima de la política, añaden otros bien sensatos en Cataluña. Cierto. Aunque nadie duda, en este 23 de abril ajeno a colores altamente manipuladores, que su actual vuelo es algo corto, cercenado y, desde luego, bastante triste.
Con el tiempo apurando, Puigdemont sigue con su lujoso tren de vida en el uno del los barrios más selectos de Berlín. La pasada semana, su mujer Marcela Topor, junto a sus dos hijas y la esposa de Josep María Matamala, el empresario que es su sombra desde su huida a Bélgica, le visitaron en la capital germana y se les vio cenando en un conocido restaurante del distrito. Toda su obsesión, y la del núcleo duro, es incrementar el victimismo internacional del «procès», sobre todo tras la decisión del tribunal del lander de Schellewig-Holstein, si bien fuentes jurídicas apuntan a que la fiscalía alemana podría estudiar de nuevo la solicitud de extradición por rebelión, tras las nueva documentación aportada por el Tribunal Supremo.
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