Opinión

«La primavera...

...ha venido. Nadie sabe cómo ha sido», escribió Antonio Machado en una de sus «Nuevas Canciones». Y ha vuelto a ocurrir otra vez: la primavera, sorpresivamente, ha irrumpido, sin saberse cómo, tras el tardío y alargado invierno de cuyos fríos, nieves y lluvias tanto nos hemos quejado durante meses. Ahí está; en los macizos de chiribitas que manchan las praderas reverdecidas de los parques, tan descuidadas por los jardineros municipales; en los depurativos dientes de león que ofrecen, casi solitarios, su esférico semillero a las brisas del atardecer; en los brotes que, uno tras otro, comienzan a poblar las copas del arbolado. La primavera ha venido, una vez más, para cumplir con el inexorable ciclo de la vida, para recordarnos que, más allá de las vicisitudes sociales y políticas, la naturaleza vuelve siempre sobre sus pasos, se reafirma y asegura su continuidad día tras día, año tras año.

Algo así pasa también con la sociedad. La vida colectiva sigue su curso, incluso cuando los problemas se dejan sin resolver porque no se puede o, tal vez, porque tampoco se quiere. Machado lo recordó en una de sus meditaciones rurales: «Nada eterno: ni gobierno que perdure, ni mal que cien años dure». En esas estamos desde hace ya demasiado tiempo: lo de Cataluña, lo de los vascos nacionalistas sacando tajada, lo de las quejas autonómicas por los dineros, lo de los pensionistas por lo mismo, lo del envejecimiento de la población, lo de la corrupción, lo del chanchullo para sacarse el título universitario, lo de la caterva de indocumentados que pueblan la política, lo de la ETA irresuelta, lo de la desigualdad, lo del enorme endeudamiento público, lo del pacto educativo, lo de esto y lo de lo otro. El catálogo de asuntos pendientes es tan largo como la pachorra conservadora de la que ha hecho gala el presidente del Gobierno, que, en esto, ni siquiera ha dejado que sus ministros se aventuraran por caminos inexplorados.

No sé cuánto tiempo les quedarán a estas circunstancias que, todas juntas, parecen tan adversas. Tampoco sé si unas elecciones encauzarán sus soluciones. No ha pasado en Cataluña y puede no pasar en España. Pero no por ello los españoles estamos paralizados y ni siquiera, seguramente, expectantes. ¡Allá los políticos con lo suyo! Para nosotros, la economía crece y sus frutos se extienden; y sobre todo la alegría vuelve con la primavera.