Opinión

El futuro inmediato

Cinco meses después del 21-D, la Generalitat ha estrenado Presidente: 66 a favor y 65 en contra. La noticia estuvo en que Joaquim Torra aprovechó su debate de investidura para recordar que "el presidente es Puigdemont" y que las decisiones las tomarían tanto desde el Consejo de la República, que presidiría el huido en Berlín, como desde una asamblea de cargos electos -un Parlament paralelo- que sustituiría al elegido por los catalanes.

Por si había alguna duda el nuevo President insistió en que trabajará para "construir la república catalana" y la "nación plena" y para revertir los efectos del 155 con acciones como "impulsar todas las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional" y convertir a los Mossos en la "policía integral de Cataluña".

En TV3 vimos a Puigdemont desde Berlín. Partió la pantalla en dos para que pudiéramos ver al ex presidente seguir la sesión desde su ordenador portátil. Todo un alarde informativo.

Y para completar el desaguisado, el presidente del Parlament, Roger Torrent no se reunirá con el Rey para comunicarle la investidura de Torra en protesta por el discurso del monarca del pasado año.

Pero aunque nos parezcan graves estos desplantes y ofensas a la ley y al estado de derecho, hace tiempo ya que conocemos el poder de la propaganda y también que su efecto es cada vez menor a pesar de los que creen que cada día se acaba el mundo.

Porque en este futuro inmediato, el problema no solo está en las instituciones catalanas, ni en lo que puedan volver a plantear con su mayoría parlamentaria, que también lo conocemos. El verdadero problema está en que los partidos políticos constitucionalistas, es decir: PP, PSOE y Ciudadanos consigan aprovechar esta nueva coyuntura para mostrar una unidad –de la que hoy carecen- frente a este desafío independentista.

No son preocupantes ni Torra ni Torrent ni las machadas que cada uno pueda decir, salvo que sean constitutivas de delito, claro está. Lo único que me preocupa de esta nueva etapa sin Puigdemont, o con su marioneta, es que nuestros grandes partidos no sean conscientes de la importancia de esta situación y sigan aprovechándola para hacer política partidista de cara a las elecciones de dentro de un año. España necesita de la fortaleza de sus instituciones, pero también de la unidad de sus partidos. El electorado nunca les perdonaría que se olvidaran de ella.