Opinión
Quim buscará nuestras vergüenzas
Esto de encontrarnos embarcados en una permanente precampaña ante el todavía lejano horizonte de las elecciones municipales y autonómicas, más allá de estar viciando el discurrir de grandes temas de la política nacional como ocurre con la aprobación de los Presupuestos, lo que realmente puede condicionar –si es que no lo está haciendo ya seriamente– es la unidad de acción de los grandes partidos constitucionalistas, esos a los que arrogamos «sentido de Estado» frente al grave problema del desafío independentista catalán, ahora ya con referente al que ponemos nombre y cara al frente de la Generalitat tras su xenófoba tarjeta de visita y a las puertas de ser levantada la aplicación del «155».
A Quim Torra se le va a vigilar en cada uno sus pasos hacia la «República de Narnia». Ni pasarle una sola broma, ni permitirle saltarse un milímetro la línea roja de la legalidad, pero ese juego del ratón y el gato que ya se iniciaba ayer con el viaje del nuevo president a Berlín, también va a suponer una auténtica prueba para el constitucionalismo. A Rajoy, a Sánchez y a Rivera –sobre este particular a estas alturas ya no chirría excluir a Iglesias– les va a resultar especialmente complicado, no sólo el equilibrio entre la unidad de acción frente al problema catalán y la encarnizada pelea por el voto en el resto de España, sino el mero hecho de evitar que Cataluña se convierta –y síntomas está habiendo– en arma arrojadiza dentro de esa lucha por el espacio electoral. Ahí es donde, lo que haga y lo que diga Quim tendrá mucho de buscar las vergüenzas de un bloque constitucional tal vez demasiado preso de soltar cuanto antes el cáliz catalán caso del PP, de cuadrar el círculo del federalismo como panacea caso del PSOE y de la obsesiva demoscopia caso de Ciudadanos.
Es muy probable que mañana jueves Rivera salga de la Moncloa predicándole a la España del Ebro para abajo que el «155» debe prorrogase y la propuesta no está exenta de lógica ante la declaración de intenciones de Torra, pero conviene recordar que el artículo de marras decae cuando se forme gobierno tal como certificó el Senado y por supuesto no está para aplicarse de manera preventiva. Tal vez por ello lo que exigen las circunstancias es medir las palabras, eliminar las urnas del subconsciente y garantizar la UNIDAD con mayúsculas si hay que volver a intervenir la autonomía, sobre todo porque llegado el caso ya no hay vértigo ante lo desconocido. Ni los consejeros cesados se encadenan a sus despachos, ni los funcionarios dejan de colaborar. Ergo, vigilancia, unidad y encuestas al cajón.
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