Opinión

La escarda

Avanzada la primavera, salen las mujeres por los caminos hacia los sembrados. Caminan alegres. Es el trabajo más llevadero del año, casi un recreo, una liberación del luto y el agobio de la casa. Cubren la cabeza con pañuelos claros y llevan en la mano la azadilla o escardillo. Son las escardadoras. El sol de la mañana va ya alto y ha evaporado la aguada nocturna de los trigales. Con las últimas lluvias el campo es un tapiz. Prevalecen las distintas gamas de verde, festoneado por la policromía de los ribazos, en los que las distintas flores azules y moradas combinan con el esplendor punzante de las ulagas, el amarillo radiante de los morrenglos, el botón dorado de las tomazas y el rojo de las amapolas. Cantan las calandrias haciendo la torre sobre las esparcetas y los picogordos pregonan su celo en la rama más alta de los bizcobos y escaramujos; pasan volando parejas de pardillos camino del salegar, se hacen notar los trigueros, y no faltará en la vereda el vuelo corto de la uñalarga, buscando el orillo. Falta poco para el «tortoleo» de las codornices y el «coreque» de la perdiz en el ulagar del cabezo. El aire perfumado está poblado de un rumor de insectos y el aleteo de cientos de mariposas.

Cuando llegan a la pieza, doblan el espinazo sobre el sembrado y así, encorvadas, haciendo honor a su destino de vida perra, las escardadoras van recorriendo el sembrado a tajo parejo arrancando y entresacando las malas hierbas: la avena loca, la corregüela, el cardo cabezudo, el borriquero, el lechal y el del cabrero; y, sobre todo, las ababollas, frescas y lozanas, arrancadas a mano, sin ayuda de la azadilla. Pero desde que pasó lo que pasó y a la pobre tía Higinia, nuestra vecina, le mordió en la mano una víbora traidora escondida en la frescura, todas ponen más cuidado y tantean antes con el escardillo.

(Después vino el progreso. Se mecanizó el campo y llegaron los herbicidas, los pesticidas, los plaguicidas... Con la escarda química se mueren las abejas, apenas hay rumor de insectos, no se ve un pájaro en los trigales, apenas quedan mariposas, ni nubes de saltamontes al paso... Discúlpenme. No es más que un sueño. Por un momento he vuelto a ver a las alegres escardadoras por los caminos, entre los trigos, con su pañuelo en la cabeza y el escardillo en la mano. Yo iba con ellas. Y cantaban los pájaros).